Con esta nota, repetimos la difusión de los temas que, a criterio de nuestra redacción, son las más importantes publicados durante los primeros dos meses del lanzamiento de masrionegro
Rodolfo Casamiquela nació en Ingeniero Jacobacci en 1932 y murió en Cipolletti en 2008. Fue autor de numerosas publicaciones sobre los orígenes del poblamiento humano en la Patagonia y propició el reconocimiento de la etnia tehuelche como pueblo originario de la parte Norte de la región de la Patagonia.
Era paleontólogo, arqueólogo, doctor en ciencias, investigador, docente, historiador y escritor. Dejó una veintena de libros y 400 trabajos de investigación. Dedicó su vida al estudio de los orígenes de la Patagonia.
Se graduó de perito minero nacional, al tiempo que proseguía con su formación en temas patagónicos en la biblioteca del Museo Etnográfico. Una beca lo llevó a Bélgica y, a su regreso, se decidió por la carrera de Paleontología en la Universidad de La Plata. Trabajó para el Conicet hasta el golpe militar de 1966. Decidió radicarse en Chile, donde se graduó como doctor en Biología a fines de la década del 60. Volvió a Río Negro, donde creó el Centro de Investigaciones Científicas de Río Negro, con sede en Viedma.
En 1978, Casamiquela creó en Viedma la Fundación Ameghino destinada a fomentar la investigación regional y el estudio de la agricultura, la geología, minería, pesca y biología. Sus trabajos de investigación incluyen estudios iconológicos y etnológicos de la Patagonia, el arte rupestre y la gramática tehuelche,
En 1965 recibió el primer Premio Nacional de Antropología y tercero de Biología de Subsecretaria de Cultura de la Nación. Se desempeñó como profesor de distintas universidades e instituciones académicas de Chile y Argentina. Fue docente emérito de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y propuesto para doctor honoris causa.
“Casamiquela tuvo distintos episodios donde fue duramente criticado por investigaciones en las que sostenía que los tehuelches eran los verdaderos pobladores originarios de Chubut y el Norte patagónico. Sus estudios lo llevaron a afirmar que los mapuches cruzaron la frontera e invadieron a los tehuelches en el siglo XVII, pueblo al que consideraba prácticamente extinguido”.
“Esa postura le valió severas críticas por parte de aborigenistas de Argentina y Chile, que en varias ocasiones impidieron que el investigador pudiera concretar sus disertaciones en universidades e instituciones.
La raíz de la discusión es que Casamiquela consideró a los mapuches, chilenos, cuando se trata de pueblos “preexistentes” que habitaban la cordillera antes de las delimitaciones geográficas políticas que conocemos actualmente. Sin embargo, se trató de un fundamento que sirvió judicialmente para desalojar a varias comunidades indígenas.
Más allá de las controversias por esa posición extrema, sus aportes al conocimiento de la Patagonia adquieren especial relevancia; lo que se expresa en una obra de gran extensión y profundidad”.
El historiador Rodolfo Casamiquela es duro con los mapuches que lo “escrachan”. Dice que no tienen verdadero interés en velar por la cultura indigenista, sino que son más bien “piqueteros”. Habló de luchar por rescatar del olvido la lengua del pueblo tehuelche. Y que eso le preocupó mucho más que los escraches que recibe cuando quiere hablar de la historia. “Si se definen como mapuches son chilenos y si son chilenos no tienen derecho sobre la tierra de la Argentina”, señaló Casamiquela.
-¿Qué lo llevó a estudiar sobre esto?
– Mi inquietud por lo indígena empezó cuando tenía 14 años. Me fui a estudiar a Buenos Aires y un día, en la Biblioteca Nacional, empecé a leer mapuche, sin saber que en mi pueblo (Ingeniero Jacobacci) la mitad de los chicos de mi edad hablaban esa lengua, porque entonces ellos ocultaban su origen. Ni los maestros lo sabían. Entonces, cuando volví, fue una grata sorpresa descubrir que los peones que enfardaban la lana en una casa comercial donde trabajaba mi padre eran de origen indígena. Con ellos pasé un verano fantástico, porque empecé a anotar las primeras cosas sobre su lengua. A los 16 años, siempre acompañado por los indígenas, ya estaba haciendo el primer museo referido a su historia.
-¿Qué ha podido conocer de ellos?
– He conocido centenas de indígenas y a todos los hablantes de tehuelche de la Patagonia. Estudié y aprendí que primero vino el mundo tehuelche paleolítico, muy antiguo. Los antepasados de sus antepasados se remontan a 10 mil ó 12 mil años atrás y evolucionan en la Patagonia. Mucho después de la llegada de los Españoles, alrededor del 1600, el caballo permite que los Tehuelches copen todo el ámbito pampeano y Neuquén. En esa misma época empieza la mapuchización. Existen diferencias entre unos y otros.
Los gigantes patagones no son una fantasía, sino los Tehuelches, que alcanzaban casi los dos metros de altura y una corpulencia de 150 kilos, de tez oscura y ojos asiáticos, que vivían de la caza y se vestían con pieles. Los Araucanos o Mapuches, sin embargo, son una raza de estatura mediana, cultivadores de cultura andina, que tenían casas de madera y paja y trabajaban en forma maravillosa el tejido y la platería; ellos tenían una trayectoria cultural superior, que los Tehuelches imitaron.
-¿Qué pasaba con la lengua?
– Con la llegada de la religión y la onomástica se va produciendo una transformación en ella. Entonces, los hombres tehuelches, especialmente los caciques, en el norte de la Patagonia, empezaron a ser bilingües. Pero las mujeres siguieron hablando tehuelche, incluso algunas familias pasaron del tehuelche al castellano, sin pasar por el mapuche. Hubo un sincretismo religioso y lo tehuelche se mapuchizó. Pero el Mapuche como pueblo estaba del otro lado de la Cordillera.
-¿Los descendientes conservan la lengua indígena?
– Hoy hay descendientes vivos de grandes caciques tehuelches. Sólo son algunas familias, los otros son descendientes de Mapuches. Los Ñanco, por ejemplo, son descendientes de Sacamata, uno de los caciques más serios del norte de la Patagonia, nacido entre 1870 y 1880. Uno de mis maestros, fue quien salvó la lengua tehuelche, ya que era el último que la hablaba. Se llamaba José María Cual (que en tehuelche quiere decir cuello). Él murió en 1960, a los 90 años. Cuando lo conocí, yo era un muchacho y él estaba ciego. Durante muchos años nos dedicamos a la lengua tehuelche y por él quiero rendirle el máximo homenaje a este pueblo, descendiente de los habitantes más antiguos de América entera.
-¿De qué forma?
– Un día juramenté hacer un homenaje a este pueblo único, salvando todo lo que se pudiera de su historia. Lamentablemente estoy solo en todo esto. Los descendientes no estudian a sus antepasados, porque eso significa leer a los blancos y hay una especie de rechazo, una negación que es como hacerse trampa en el solitario de la vida. No se puede avanzar. Entonces soy un maestro ciruela, vale decir un científico, que dice la historia como la cuenta la ciencia, la antropología. No hago concesiones de tipo demagógico. Por ello, si digo que acá no había ningún Mapuche en 1865 y que recién llegaron en 1890, digo lo que es la historia, no lo invento. Sólo que otros no lo dicen o lo dicen distinto. Entonces soy el malo.
-¿Por eso le hacen escraches?
– Sí. Pero esa gente no es indigenista en el sentido cultural, lo es en el sentido piquetero. Son políticos.
-¿Qué le cuestionan?
– No hay cuestionamientos. Eso es un pretexto. Hay que pensar qué buscan. Si se definen como Mapuches son chilenos y si son chilenos no tienen derecho sobre la tierra de la Argentina. Esta es la clave. Entonces, como yo explico que son chilenos, soy el enemigo. Cualquier chileno sabe que los Mapuches son chilenos. Los líderes también lo saben. Pero la juventud no. El 99 por ciento de los que se definen como mapuches son de origen Tehuelche. Pero se han dado muchas confusiones por la lengua o el apellido. Así se va perdiendo la identidad.
-¿Por qué tendrían la necesidad de sentirse mapuches si no lo son?
– Porque la palabra mapuche es muy atractiva. Quiere decir gente de la tierra. Si se usa como símbolo es correcto. Yo también soy gente de la tierra. En 1960, como un homenaje, el Primer Congreso del Área Araucana Argentina propuso que a los Araucanos se les dijera mapuche como en Chile.
-¿Cuál sería la respuesta si alguien pregunta quiénes eran los originarios?
– Habría que ver con respecto a qué. A la llegada de los españoles es una cosa. A la constitución del Estado argentino es otra. Porque en 1816 no habían mapuches en Argentina. Los primeros se radican en el centro de La Pampa en 1820 y en 1890, al sur del Limay Negro, los primeros pobladores de origen chileno fueron los mapuches y los chilotes. Hay que distinguir muy sutilmente todo este asunto.
-¿Por qué menciona la pérdida de la identidad?
– Eso es lo más terrible. Los nietos de mis maestros, que sabían lo que eran, hoy son todos mapuches. Es decir, el abuelo es tehuelche puro, pero el nieto es mapuche. Entonces la Patagonia perdió su identidad. Esta es tierra de aluviones, porque todos los días llega gente desde otros lugares. Entonces, los maestros no son de aquí y es muy difícil recrear esa identidad maravillosa que -hasta hace 30 años- fue la palabra, la casa abierta, la hospitalidad, la seguridad y la base indígena, ahora desteñida por toda esta confusión que hay con los mapuches. Pero hasta hace unos años atrás la historia era clara.
-¿Qué pasa con la lengua tehuelche?
– Es una lengua muerta. Murió en 1960. Y no hay interesados en aprenderla. Yo lo hice porque era consciente de que mi maestro, José María Cual, era uno de los últimos que la hablaba. Se comunicaba conmigo en español y podíamos hacer traducciones del mapuche al tehuelche, revisarlas durante varios años y pasarlas en limpio. Él tenía la conciencia que era el único que iba quedando para hablar esa lengua. Pero murió antes de ver la gramática. Hoy se pierde la cultura. Los descendientes, en su mayoría, no mantienen la lengua. Incluso, los nombres que hay por acá, en los comercios, son falsos. El vocabulario es equivocado y ese es mi sufrimiento. Esto me preocupa mucho más que los escraches. Los indígenas tienen que perfeccionarse y profesionalizarse sin perder su lengua de origen. En Argentina a la lengua indígena le queda una generación y nadie se preocupa por recuperarla.
-¿Qué siente cada vez que dice que está solo en esto?
– Se siente impotencia, porque es difícil llegar a la docencia y a quienes tienen decisión política sobre ella. Cuando voy a dar clases a las escuelas los chicos y los maestros se asombran. Al terminar las charlas, los chicos que tienen apellidos indígenas que se mantenían tímidos, pasan al frente y se sienten bien, porque son descendientes de los grandes caciques. Lo mismo ocurre cuando saben cuáles son los significados de sus nombres en mapuche, porque los tehuelches no tienen significados. Todo eso se puede hacer, pero quién le pone el cascabel al gato.
Fuente: Periódico El Chubut / Azkintuwe Noticia