A punto de recibirse de ingeniero agrónomo (le faltan ocho finales), Francisco Ferreira, de Viedma, tiene 33 años, es técnico en Producción Agropecuaria. Junto con Mariana, vive en una plantación de palma que pertenece a Goldtree, una empresa sudafricana que procesa el aceite. Lo contrataron para coordinar a los pequeños productores de la zona: para enseñarles a trabajar en equipo y más eficientemente.
Francisco, hijo del ex intendente Jorge Ferreira, ya fallecido, fue entrevistado por un periodista de Clarín sobre sus vivencias.
Está en Sierra Leona, un lugar de la África más áspera, donde peor pegó la peor epidemia de ébola de la historia.
Es un lugar lleno de viudas y huerfanitos flacos panzones.
La gente a tu alrededor se muere y nadie sabe bien por qué.
Ves necesidades hasta en el aire.
Te agarrás fiebre tifoidea una vez.
Te agarrás malaria una vez. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Te agarrás malaria 6 veces. Y tu pareja 5.
Y encima la policía te roba.
—Volvíamos en auto desde la capital, Freetown, luego de ir al hospital por la cuarta malaria en 5 meses —le cuenta Francisco Ferreira a Clarín—. Y nos pararon los agentes de migraciones. Nos hicieron bajar del auto y nos llevaron dentro de la selva: querían plata y eran agresivos. A los 45 minutos me cansé y les dije que no les iba a dar nada. Y entonces ellos llamaron a la policía. Fue un asalto. Tuvimos que coimear para irnos. Mi novia me miró y me dijo: “Así no dan ganas, eh”.
Fue el momento más duro que pasaron con Mariana Scotti desde que llegaron al país, hace casi un año.
—Si no nos volvimos a la Argentina después de eso —dice Francisco—, podemos aguantar cualquier cosa. Casi.
Él y Mariana viven en una plantación de palma que pertenece a Goldtree (“árbol de oro”), una empresa sudafricana que procesa el aceite. Lo contrataron para coordinar a los pequeños productores de la zona: para enseñarles a trabajar en equipo y más eficientemente.
—Aprendí que debía ser un facilitador: hacer que las cosas pasen —dice en un video de cuatro minutos que subió en las últimas horas a YouTube.
Y las cosas pasan: de hecho, Francisco cree que ya está todo encaminado ahí.
—Mi pasión es armar grupos de laburo. Ahora me gustaría formar una persona para que ocupe mi lugar, así yo busco otra cosa donde sea más útil.
Mientras tanto, con Mariana siguen dándole en plena jungla de lunes a sábado. Y los domingos van a enseñar en una escuela primaria.
—Cuando llegamos los pibes se nos tiran encima… Es espectacular.
“¡Pumoi!”, gritan en mendé, un idioma que hablan un millón y medio de africanos. Quiere decir “hombre blanco”.
—Igual no hace falta estar en África para dar una mano —dice Francisco—: en Argentina está repleto de lugares con las mismas carencias.
Francisco y Mariana están en un campamento de la compañía, a 3 kilómetros del pueblo más cercano que se llama Daru, tiene unos 6.000 habitantes y queda a 7 horas en coche de la capital.
* Son los únicos argentinos en la zona. Viven con 2 belgas, un inglés, un indio, 2 ghaneses y un neozelandés. Marina empezó trabajando para una fundación y a los 3 meses se sumó a Francisco en un proyecto motorizado por la West African Rice Company y financiado por la Unión Europea.
Es un mosquito que pica y chau: malaria. “Te voltea”, dice Francisco, que normalmente pesa 90 kilos y llegó a estar en 78, volando de fiebre.
* De todas formas lo más complicado resulta el ébola, una enfermedad que (según la Organización Mundial de la Salud) suele matar a la mitad de quienes la padecen.
* En 2014 se produjo el brote más grande (de ébola) desde que se descubrió el virus en 1976. Y Sierra Leona fue el lugar más afectado, con 14.124 casos. Y fallecieron 3.956 personas: 1 de cada 3 del total de 11.322 víctimas fatales registradas en 5 países del África hasta que todo terminó, el 17 de marzo de 2016.