A la luz de tantos desencuentros y postergaciones una pregunta sobrevuela sobre el extenso territorio austral de la República Argentina:
¿Qué es la Patagonia?
¿Acaso la tierra fantástica poblada de extraños animales y plantas; de gigantes vestidos con mantos hechos de pieles cosidas; la latitudes misteriosas que recorrieron los ojos asombrados del caballero Antonio Pigafetta, cronista de la expedición de Hernando de Magallanes?
¿O tal la enorme extensión estéril sobre la cual Charles Darwin sin querer colocó para siempre la nefasta impronta que sobre ella pesa la maldición de la esterilidad?
¿Qué es la Patagonia?
¿El épico escenario surcado de rastrilladas cuya marca indeleble dejara para siempre el poderío indomable de la dinastía de los Piedra?
¿Quizás el reino que soñara el oscuro procurador francés Orllie Antoine de Tounens, primer rey de Patagonia y Araucanía?
¿O bien pudiera ser la “proa del mundo” como magistralmente la denominara el ingeniero Domingo Pronsato, hijo ilustre de Bahía Blanca?
¿Qué es la Patagonia?
¿El último reducto de pintorescos “cow-boy” norteamericanos realizando sus correrías a punta de revólver mata tras mata, como Martín Sheffield? ¿En otras palabras, son estas tierras del Sur un “far-west” argentino?
¿La trágica o rebelde colmo denunciara valientemente José María Borrero primero y que retratara Osvaldo Bayer después, o mejor expresado todavía “el espacio insumiso” como lo definiera Homero Guglielmini?
¿Acaso es la Patagonia “la región de la aurora” que soñara San Juan Bosco y definiera la delicada pluma del Padre Agustín Entraigas?
¿O la inmensa extensión de tierras en amenaza permanente de ser anexadas a una potencia extranjera, como lo comprendió cabalmente el comandante Luis Piedra Buena, ilustre patriota nacido en Carmen de Patagones?
¿Qué es la Patagonia?
¿La tierra de promisión para un puñado de esforzados colonos que, emulando la gesta valenciana del escritor Vicente Blasco Ibáñez cuando funda la colonia Cervantes en Río Negro, hicieron florecer el desierto con el sudor de sus frentes?
¿Una tierra de sucesivas claudicaciones? ¿Un bien mostrenco sometido a frustrantes arbitrajes? ¿Una madre con territorios irredentos allende el mar?
¿O tal vez la hechura malograda de visionarios y pioneros de la talla de Ramos Mexía, Bailey Willis, el Perito Moreno, Juan Benigar y muchos otros, luchando impotentes contra la burocracia centralista que mucho supo de incendiar planos y deponer proyectos, como ahora quitan los reembolsos por los puertos patagónicos?
¿O la región en desarrollo que buscara incesantemente con el tesón de los iluminados hurgando las serranías por años enteros Manuel Reneyro Novillo, descubridor de los yacimientos de hierro de Sierra grande, hoy monumento a la vergüenza de todos los patagónicos?
¿Qué es la Patagonia?
¿Una tentativa para formar los estados independientes, como lo profetizara la narrativa del ingeniero Salvador San Martín?
¿Una geografía barrida por vientos inclementes y heladas implacables, o las postales turísticas de San Carlos de Bariloche?
¿Acaso la amada geografía cantada por los poetas? ¿Es la Patagonia la de los versos de Marcelo Berbel, de Gregorio Álvarez, de Milton Aguilar, del padre Entraigas, de Elías Chucair? ¿O la tierra donde “se prepara toda fuente” a la que se refería Eduardo Mallea?
¿Es su plataforma submarina el paraíso de la pesca furtiva y la depredación permanente?
¿Qué es la Patagonia?
¿Un conjunto de imágenes de pingüinos empetrolados o de campos asolados por el flagelo de las cenizas volcánicas? ¿Un surtidor inagotable de energía e hidrocarburos, donde el gas se ventea graciosamente y los lugareños pagan las tarifas más elevadas que en el resto del país?
¿Un lugar de trabajo y de solaz o de destierro y castigo? ¿El lugar ideal para depositar los residuos nucleares como alguna vez se pensó? ¿Qué es la Patagonia para los que residen en las grandes ciudades, recibiendo el beneficio de los bienes que se producen en su territorio? ¿Sabrán del sacrificio de sus hombres y mujeres?
A lo mejor la Patagonia sea eso y mucho, pero mucho más.
“Se trata de una región que no hace concesiones a las debilidades del hombre. En ella se moldean personalidades acostumbradas a superar vallas constantemente, a concretar acciones vinculadas entre sí, a hacer un ejercicio cotidiano la persistencia en los objetivos. A ese hombre se lo denomina genéricamente patagónico, y es el fruto de esa conjunción misteriosa de elementos de variada índole que generan un sentimiento inconfundible.”
“Aspiramos a ser ciudadanos de la Patagonia antes que argentinos, para ser inmediatamente más argentinos que todos aquellos para quienes no hay más país que la pampa húmeda y su ciudad puerto”. (1)
Si…A lo mejor la Patagonia sea todo lo enumerado, y mucho, pero mucho más.
Cita de “Encrucijada Patagónica” Opúsculo del Dr. Horacio Massaccesi
JORGE CASTAÑEDA
ESCRITOR VALCHETA