En el Gualicho desaparecen personas. El misterioso caso de “la puerta del Diablo”

 

Relacionado con el gran Bajo del Gualicho y sus misterios, aparte de la ya difundida leyenda de Bernabé Lucero, sucedieron otros hechos misteriosos que produjeron una verdadera conmoción, dejando sobre todo su ámbito una impronta de temor y de mala fama.

Don Macedonio Belizán, un antiguo poblador de Valcheta, solía contar que Pío García un día salió en dirección a la laguna “del Bagual”, en su caballo “el manchado”. Este animal apareció días después pero solo, sin el jinete. Observando las huellas se pudo saber que Pío lo había cambiado por un tostado y montado en este caballo siguió rumbo al “Gualicho Chico”.

Dos o tres leguas más adelante lo dejó el que regresó hacia atrás por el paso de la laguna, rumbo a Mancha Blanca.

El conocía bien este paraje, de ahí que los rastreadores –contaba don Belizán- nos confiáramos pensando que estaba en lo seguro; fue todo lo contrario, el chico siguió para la “Laguna de Monte”, donde su rastro se confundió con el de tantos animales que andaban por la zona.

Ante la imposibilidad de salir solos, los familiares, amigos y yo, que anduve día y noche a la cabeza del rastreo, pedimos ayuda oficial para la búsqueda a larga distancia, pero todo el andar fue inútil. Tuvimos que aceptar que pasaban cosas raras en la “Puerta del Diablo”.

Son muchas las leyendas relacionadas con el Gualicho desde tiempos muy remotos. Al respecto, doña Delia de Battini solía contar el siguiente relato de esos extraños sucedidos.

“Dicen que una chica se metió al Bajo del Gualicho y se perdió. Ni rastros de ella se encontraron. Nada. Nada. Se perdió cuidando ovejas. Porque antes se cuidaban los animales a pie. No había caballos. Después mi padre tuvo capital, y los compró en Río Colorado. Llevó tejido, sobrepuesto, matra y los cambió. Se perdió la chica. Después dice que la encontraron petrificada arriba de un banco de sal. Los que la vieron se asustaron y escaparon. Fueron a avisar al padre y a la madre, pero cuando regresaron a verla ya no estaba. No rastros hallaron. Dicen  que nadie podía llegar allí. Corría viento y llovía. Un temporal. La chica no apareció más. Tenía que ser el Gualicho. Eso contaron allí”.

En esa cueva, verdadera Salamanca, propiciada desde muy antiguo por los lugareños, había que dejar algo para tener buena suerte en el camino. Los que así no lo hacían eran severamente castigados. Dentro de ella un enorme toro negro probaba a los hombres de coraje.

Hoy, el lugar donde estuvo el altar propiciatorio al Diablo, en el viejo “Camino del Chancho” es de muy difícil acceso y suelen contar quienes se aventuran por sus inmediaciones que son como resistidos por alguna extraña y maléfica deidad que quiere ahora como antes conservar su soledad y custodiar sus secretos y rituales.

“Yo soy del bajo Gualicho/ paisano del salitral/ donde el monte se achaparra/ y la sed suele apretar.  Donde está la Salamanca/ y la Piedra del Portal/ la guitarra de Lucero/ con su magia sin igual.  Donde el puma predador/ el rastro suele dejar/ cuando el viento se despide/ sin cansarse de soplar.  Yo soy del bajo Gualicho/ paisano del salitral/ vivo solo monte adentro/ con mi canto montaraz.  Me madrugan las estrellas/ con su mudo titilar/ me llama el campo del bajo/ con telarañas de sal.  No le tempo a la intemperie/ ni tampoco al temporal/ voy siguiendo mi picada/ me gusta la soledad.  Conozco de palmo a palmo/ su desierta vastedad/ hago noche donde puedo/ me cobija el matorral. Yo soy del Bajo Gualicho/ y me supe acostumbrar/ si Río Negro tiene todo/ el Gualicho mucho más.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

Especial para MAS RIONEGRO

REEDICIÓN

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