El catalán Blas Parera, autor de la música del Himno Nacional Argentino, había llegado según algunas versiones al Río de la Plata “en busca de mejores horizontes y sobrevivía con encargos ocasionales, dando clases de piano a las niñas ricas o como organista de iglesias. Mientras le pagaran, don Blas componía lo que fuera, además de dirigir orquestas, dar conciertos o animar bailes”.
Hay alguna controversia en lo que respecta al monto que el músico cobró por su trabajo, que se supone fue realizado por encargo del autor de la letra del mismo: Vicente López y Planes.
Al respecto, en una medulosa nota, Álvaro Abós asegura que le pagaron doscientos pesos “que no era una gran suma en aquel entonces”.
Con respecto a la autoría real de la partitura, conviene reproducir lo expresado textualmente en la página del Ministerio del Interior:
“El 24 de Mayo de 1812 el político y poeta Vicente López y Planes, que se encontraba entre el público presente en la Casa de la Comedia, se sintió inspirado por la música de la canción final de la obra de teatro “el 25 de Mayo”, una especie de himno coreado por los actores del mismo acto”.
“Ya en su casa, esa misma noche, López y Planes escribió las primeras estrofas de un ardiente e impetuoso himno para ser cantado con aquella música que tanto lo había entusiasmado”.
“Casi un año después la canción se había popularizado, entonces la Asamblea Constituyente que regía los destinos del país la aprobó, el día 11 de mayo de 1813 como “Marcha Patriótica”.
“Sin embargo, dado que aún se cantaba con la música de aquella obra de teatro, se le encargó al mismo Blas Parera la composición de una nueva música para darle originalidad a la canción nacional”.
“Lo cierto es que la marcha patriótica nunca tuvo otra música. Parera simplemente repitió la partitura que ya era popular”.
Algunos eruditos dan otra versión. Juan Carlos Bertrán aludiendo a la famosa noche escribe que la obra “El 25 de Mayo” que terminaba con un himno coreado por los actores era autoría de Luis Ambrosio Morante y que López y Planes compuso esa noche la primera estrofa de un himno para reemplazar al de Morante, al que Blas Parera había puesto música”.
También hay divergencias entre los historiadores con respecto a que la marcha fue aprobada por decreto soberano del día 11 de Mayo dado que “como ese día no hubo sesión de la Asamblea, el decreto debió ser del Triunvirato”.
Coincide en este particular con lo escrito en la página del Ministerio del Interior antes citada dado que “El Redactor” “no registra la Ley que se admite o supone dictó la Asamblea ni tampoco contiene noticias de actas que aclaren el punto”.
El ensayista Esteban Buch en su ameno libro “O juremos con gloria morir” agrega datos más que interesantes para el tema que nos ocupa tildando a Blas Parera como un “héroe fallido” y casi seguro que así es: la historia le ha retaceado la hojita de laurel que sin duda le corresponde.
Acota Álvaro Abós que “Parera volvió a España en 1818, tal vez para poner distancia con la mujer y la hija que dejó, o bien por motivos políticos: siendo español compuso el himno de una nación que estaba en guerra con España”. Y agrega que “poco se sabe sobre su vida lejos del Plata, salvo que murió en Barcelona, indigente, en fecha incierta”.
Es menos conocido el detalle que antes de volver a España vivió varios años en Río de Janeiro, en Brasil, pero casi no hay datos de su actividad en ese país.
El musicólogo Carlos Vega opina que “meses antes de su partida, el gobierno argentino que estaba en guerra exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán y tal vez la causa de su extrañamiento súbito”.
¡Qué fortuna ganaría Blas Parera si estuviera vivo y cobrara derechos de autor, él que murió en la más espantosa pobreza, al punto de haber sido enterrado en una fosa común después de ganarse, por componer nuestro himno, ¡doscientos pesos!” se lamenta Álvaro Abós.
“¡Y el himno resultó! En una pobre sala, sencillamente amueblada, de una casa de adobe y techo de media agua, la señalada hoy en la calle Perú, con el número 533, cuya puerta daba a un patio de piso de toscos ladrillos y al cual el perfume de las trepadoras, de las madreselvas, jazmines, rosas y claveles, embalsamaban con su purísimo aroma el ambiente tibio de una serena noche de mayo; de allí y de la mente de López y después de una gestación intelectual, alentada por la luz y el fuego de la inspiración, surgieron a la vida las octavas del himno guerrero. Como las estrofas de Tirteo, en tiempos de la magna Grecia, llevaban a los combatientes a la lid, así también la entonación del Himno arrastraría a la pelea a los ejércitos argentinos. Aquel canto guerrero, letra marcial, tenía también su lírica a la que daban brío las notas ya graves, ya melancólicas, que parecía el clamor de la Patria, el ritmo musical del catalán Blas Parera, cuya alma se sintió inspirada ante los éxitos de las legiones argentinas, la propaganda libertadora y la acción democrática, que diseñaron los hombres y los sucesos de la Revolución”.
Así, con la glosa de Carlos M. Urién según consta en la “Soberana Asamblea General Constituyente” ponemos punto final a esta breve nota y “al gran pueblo Argentino, Salud”.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta