Hijo de la harina
Y de la masa
Redondo y aromado
Va naciendo el pan.
Abrigado
Al rescoldo del fogón
Leudará
Con su presencia
El frescor de las mañanas.
Humilde vástago
De la espiga
Tiene sabor a surco
Y a delicia terminada.
Su espera
Nunca holgazana
Le da en formas diferentes
Una grata semblanza.
El pan es un viejo
Caballero de barbas blancas
Que sonríe a la vida
Y acompaña
El vino de las tinajas.
El pan es un anónimo
Viandante
Que con bondad destaca
Sus secretas virtudes
Y coloca
En el fraterno yantar
De los hombres
Un bocado de amistad
Y de esperanza.
Crocante de insomnio
Nace cada día en las madrugadas
Y en cestas de mimbre
Transita la vida
Saboreando alboradas.
Amigo de las manos
Que acarician y trabajan
Genera una embonía
Más profunda
Que la más hermosa
Comunión
De las cantatas.
Todo canta en el pan
Y todo se celebra
Como si la vida misma
En albricias
Se trocara.
Su partitura de miga
Y cáscara
Habita
En cada casa
Y como un huésped amable
Para todos se desgrana.
Harina, levadura, masa,
Pan esencial
Que siempre gustas y nunca hartas
Ni empalagas,
En mendrugos, en trozos
En rebanadas,
Las nostalgias
Del hombre acompañas.
Celebrante sacerdote
De las viandas
Sube a la mesa de todos
Y nunca digas basta.
Para tu sabor no se encuentran
Nunca las palabras
Ni las manos alcanzan
Para bendecirte
Con preces de gracias.
Sube a la mesa
Del necesitado
Y acompaña
La humilde sopa
Que viaja en las cucharas.
Pan que te quiero mucho
Mi poesía te canta.
Se enharina por las mañanas
Y en la mochila
Del caminante
Se hace vitualla
Tropa necesaria.
Pan que recuerdos
Me traes de mi pobre madre
Sobre la mesa familiar
Con las manos en la masa
Y luego redondo y fragante
Al salir de la hornada
Vestir la mesa
De la mejor jornada.
Pan que te multiplicas
A destajo
En las canastas
Y te entregas generoso
Sin precio ni balanzas.
Yo amo cuando te reparten
Casa por casa
Huésped de lujo
En el palacio
O en la cabaña.
Contigo voy naciendo
Hijo del trigo
Y de la esperanza
Pan de la cena santa
Compañero del vino
De la poesía
Y de la palabra.
Que nadie te esconda
Ni te pongan duro
En las alacenas
Sino que te repartan
A manos llenas
Para que digan:
En mi casa
El pan nunca falta.
Pan amigo del solitario
Y del que no tiene vituallas
Por tu milagro te doy las gracias
Y te ruego con voz de bonanza:
Pan nuestro: nunca nos dejes
Ni te vayas.
Jorge Castañeda
Valcheta