Las tres playas más desoladas de Buenos Aires están cerca de Patagones y Viedma

La costa atlántica bonaerense es uno de los destinos turísticos más masivos. En los primeros días de 2019 comenzaron a desfilar miles de autos cuyos conductores tratan de llegar lo antes posible a los balnearios y ciudades de la costa. Las playas son invadidas y la dinámica urbana se traslada a esta parte de la orilla del mar argentino.

Alejadas en el mapa, perdidas en bahías calmas, desconocidas y no tenidas en cuenta por las agencias de viajes y la publicidad, aún existen en la provincia de Buenos Aires algunas playas y lagunas casi vírgenes, con muy poco turismo. Esos lugares poco visitados son un destino ideal para bolsillos golpeados por la devaluación.

Desde San Clemente del Tuyú hasta Necochea se presenta la oferta clásica de balnearios. Con Mar del Plata como epicentro, el grueso del turismo nacional se concentra en estas playas. Sólo en esa ciudad en los meses de verano de 2018 arribaron 4.293.392 turistas. Estos datos, surgidos de estadísticas del Ente Municipal de Turismo marplatense, grafican cómo en un espacio tan reducido de costa, se comprime la oferta turística. La calma y la tranquilidad, estados de ánimo que se buscan durante las vacaciones, tardan o cuestan hallarlos en estos destinos multitudinarios.

El litoral atlántico bonaerense tiene 1.200 kilómetros de playas, de un total de 4.725 km en todo el país. Buenos Aires es la provincia con más costa del territorio. Relacionado históricamente con el horizonte pampeano, la tranquera y la tierra, el mar se ha mostrado distante para el habitante de estas regiones. A pesar de esto, algunos pioneros han abierto caminos en busca de la frescura marítima y han elegido desarrollar su vida a orillas del mar en aldeas muy pequeñas, muchas de ellas en formación, pero dueñas de playas desérticas, donde la soledad es la única compañía.

El mismo deseo de incomunicarse voluntariamente lo sienten aquellos que viven al lado de pocas lagunas. Ángeles, al Sur de Necochea, tiene 20 habitantes estables. La Chiquita, en el partido de Villarino, apenas 4. Pocitos, en Patagones (Patagonia bonaerense), 40. Esos pueblos están en formación y visitarlos constituye una experiencia de reencuentro con el silencio. Se trata en todos los casos de destinos para personas con un espíritu de la aventura adquirido, que no teman a la soledad y el polvo.

LA CHIQUITA

Se la conoce como la playa más solitaria de Buenos Aires. Está en el meridional Partido de Villarino, en la entrada a la Patagonia. Se llega por la ruta nacional 3, hasta la altura de la localidad de Hilario Ascasubi (km. 793); es un camino de tierra consolidado de 70 kilómetros que atraviesa un salitral desemboca en esta playa desolada, de gran impacto visual.

Un puñado de viviendas, muchas en construcción, sostienen el sueño de una Sociedad de Fomento que a través de mucho trabajo logró hacer el camino y traer algunos servicios. Viernes, sábados y domingo hay enfermería, personal policial y guardavidas. El agua potable escasea y la luz eléctrica sólo está disponible algunas horas por la noche en el camping que está a metros del mar. Las usan generador y algunos apuestan a la energía solar. La señal de telefonía es muy limitada y la posibilidad de desconectarse del mundo es un hecho.

Hay un almacén con el abasto básico, pero se recomienda llevar una provisión de alimentos. La playa tiene un encanto especial, porque la presencia humana aún no ha modificado el entorno natural. Los pocos que llegan, eligen caminar por la costa, interminable. Por la noche el haz de luz de un Faro a unos kilómetros al Norte de la playa provoca una ensoñadora visión. Hay una cabaña que permite hospedarse con un costo de $400 por persona por día. Informes: 291-5708167

POCITOS

Atravesando el río Colorado y siguiendo por la ruta nacional 3, se entra a la Patagonia Bonaerense, un territorio que tiene los mismos atractivos naturales que presenta la región más al Sur. En el kilómetro 918 (Partido de Patagones), se accede a un camino consolidado de 30 kilómetros que lleva a esta localidad de apenas 40 habitantes que en la intimidad no desean que esta comarca sea conocida.

Tienen buenas razones: en las cristalinas aguas que mojan la orilla crecen las mejores ostras de la costa argentina. Así como en otros lugares se ofrece una picada de salame y queso, en Pocitos ofrecen ostras. La particularidad de esta playa es la coloración del agua, de un tono verdoso turquesa que salpica a una pequeña bahía con arena calcárea blanca. La imagen remite a una postal del caribe, pero el encanto surge de saber que estamos al sur de Buenos Aires.

El mar de Pocitos tiene un color turquesa.

Hay almacenes para comprar provisiones y un hospedaje. Un muelle que penetra en el mar es usado por pescadores y por aquellos que prefieren quedarse mirando el magnético horizonte móvil. Aquí la gente viene por sugerencias que nacen del boca a boca regional.

Los pocos habitantes se dejan ver caminando por las calles, alfombrada de restos de conchas marinas. Una pequeña plaza con la Virgen Stella Maris, patrona de los marineros, protege a los que se hacen a la mar. El tiempo parece detenerse en la melancólica Pocitos. Hay hospedaje, que permite al aventurero pernoctar por $350 por persona, por día, base cuádruple. Informes: 02920-464819.

LAGUNA LA PETRONA

La Petrona, una laguna del sur bonaerense

La ruta nacional 3, en el Sur bonaerense, es la columna vial que contiene increíbles tesoros y atractivos desconocidos a sus costados. Uno de ellos es la laguna La Petrona. En el km 808, a la altura de la localidad de Pedro Luro (Partido de Villarino), nace un camino de tierra (en buen estado) de 15 kilómetros que termina en este paraíso.

El camino, polvoriento y seco, hace crecer la necesidad de hallar pronto un espejo de agua. La laguna La Petrona, de 500 hectáreas de superficie, es administrada por un matrimonio que ha decidido entregar su esfuerzo al cuidado de este reservorio de agua, en un territorio donde no abundan, y alrededor del cual se mantienen inalterables la flora y la fauna nativas.

La Petrona recientemente fue incluida a la Red Nacional de Reservas Naturales Privadas. Es un ecosistema donde el hombre es un invitado. Ahí funciona un camping agreste con mínima intervención en el medio ambiente, que supone un compromiso real del visitante. Así como encuentra el lugar, así debe dejarlo.

En La Petrona no hay luz eléctrica y la señal telefónica es escasa.

Se puede acampar en la orilla de la laguna y fundirse con el encanto de este humedal al sur del mundo. Es posible practicar senderismo y nadar. Un mirador que está en lo alto de una loma ofrece una visión global de este micromundo solitario donde la vida se expresa con el canto de las aves.

Desde alli, por la noche, se puede hacer astroturismo´y en los senderos que abrazan la laguna el silencio hace oír los propios pasos y pensamientos. El avistamiento de aves es uno de los mejores pasatiempos: la laguna concentra alrededor de 58 especies, siendo las más visibles el flamenco austral, la garza blanca, la coscoroba y el pato overo. La soledad es total en La Petrona. No hay luz eléctrica y la señal telefónica es escasa. El camping tiene un costo de $600 por persona. Se recomienda llevar todo aquello que se necesita para vivir y estar preparado para compartir con la naturaleza el paisaje y su ritmo lento.

Informes: lagunalapetrona@hotmail.com

Por: Leandro Vesco

Informe publicado por La Nación (Buenos Aires)

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