El sol de la tarde ha pintado de carmín el campo. Un hermoso paisaje donde prevalece el rojo en los montes y en los ranchos. Las jarillas y los molles ensangrentados agonizan con la tarde que se va lentamente.
Hay una paz que todo lo colma y en el carrusel del cielo regresan presurosos los últimos pájaros. Un cielo sin nubes herido de atardecer parece un cuadro de monótonos rojos predominantes tiranizando el horizonte.
Todo es de color rojo. El cielo, los alambrados, los piquillines, el australiano, la vacada que se amodorra en los corrales, la caballada que mansa espera el sosiego y el descanso.
Todo parece una postal impresionista donde los pinceles del ocaso pintan ebrios de bermellones y colorados, desgranándose entre matices y ayeres.
Cuando el cielo atardece con esos colores dicen los paisanos mañana habrá mucho viento, verdades empíricas de la gente de campo.
Hasta el techo del galpón se tiñó de rojo, todo rojizo, monocromático de languidez y embargados hombres y cosas de una gran lasitud.
Es la hora precisa que anuncia el fin de la jornada. Hasta la las piedras de la picada y los pastos lo presienten, todo declina y muere para recomenzar al alba. ¡Y habrá viento, nomás!
El silbido de la perdiz hiere el silencio del entorno. Ya casi todo es quietud y recogimiento. El día poco a poco se va muriendo con los últimos arreboles.
Un viejo poste de quebracho ya casi todo ensangrentado, hierático y servicial agoniza también ahíto de años y cansancios.
La aladrería dispersa se apronta para descansar después de las faenas donde los hombres trajinaron con ellas del galpón a los cuadros.
Hasta las manos de los hombres están rojas como si el sol tramontano con sus pinceles pintara en ellas una acuarela con mil tonalidades de un mismo color.
Se podría decir que es un paisaje federal por los pañuelos de cuello de los peones, por la camioneta del patrón, y por el bermellón que ensangrienta el cielo atardecido y triste.
La tarde se detiene y pronto, muy pronto, las primeras estrellas asomarán emprendiendo como siempre su celeste camino hacia la noche que se aproxima.
-Sí, mañana va a correr el viento a sus anchas- dicen los paisanos del lugar.
Viejo poste de quebracho/ herido de atardecer/ amigo del alambrado/ del campo y su parecer. No te doblegan los años/ ni el tiempo y su suceder/ siempre a la tierra arraigado/ siempre mirando sin ver. Aguantando cimbronazos/ siempre esperando llover/ a pesar de tu cansancio/ nada te puede vencer. Viejo poste de quebracho/ que mucho habrás de saber/ de las penurias del campo/ de lo habido y por haber. Hierático y solitario/ te ha visto el atardecer/ horizonte y alambrado/ una pena han de tener. La tarde se marcha al tranco/ como queriendo volver/ y quedas abandonado/ para volver a nacer. Tal vez como los humanos/ un amor has de tener/ viejo poste de quebracho/ yo me voy. Hasta más ver.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta
Fotografía: “Viejo poste de quebracho”
Gentileza: Salvador Luis Cambarieri