Un artista quiso esculpir el farallón entre la primera y segunda bajada de Las Grutas

“Azul la madrugada –a golpes de penumbra-/ tus manos de labores sobre el papel dibujan. / También en la madera van astillando el tiempo/ donde dispara el Arte su arcabuz de silencios. / Tus tallas y dibujos agitan la esperanza/ el contorno que aflora ya bosquejo del alma. / Destacan los motivos de los profusos rostros/ la tristeza que empoza el charco de los ojos. / Víctor: así como otros a cuestas con el Arte/ vives en ese mundo y eso debe bastarte”.

De esa manera quiso mi poesía homenajear al amigo y valioso artista rionegrino, radicado en la villa turística del balneario Las Grutas: Víctor Menjoulou.

En su taller, que estaba ubicado en un local de la galería Casablanca, solíamos conversar animadamente sobre la política, el arte y la cultura, mientras el mar de un azul intenso nos distraía con su milenario atractivo y hacía las delicias (y todavía las sigue haciendo) de los miles de turistas que encuentran en Las Grutas el solaz y la distracción de sus vacaciones.

Artista plástico de reconocida trayectoria; dibujante de talento; escultor y tallador en cemento, madera (de las cuales prefería el quebracho): artesano del cuero (desde carteras hasta mocasines), Víctor era un verdadero creador al cual no se resistía ningún material.

Entre sus más calificadas creaciones deben mencionarse por ejemplo: el Monumento al Pescador, erigido en plaza homónima ubicada en el barrio Ensanche Sur de San Antonio Oeste, que es un homenaje a la heroica y silenciosa labor de los hombres de mar.

Pero, el verdadero motivo de esta nota es rescatar del olvido un proyecto largamente soñado por este artista grutense, lamentablemente frustrado, que le hubiera dado a Las Grutas una particularidad que la haría única y distintiva entre todos los balnearios del país y del mundo. Se trataba, nada más ni nada menos, que de un anteproyecto para esculpir el farallón entre la primera y segunda bajada. Obra sobre la cual hay muy pocos antecedentes y que hubiera sido un atractivo turístico de indudable convocatoria.

Como se aprecia en el boceto que tengo mi poder, algo amarillento por el paso del tiempo, se trataba de esculpir en el farallón una serie de 11 gigantescos rostros con diferentes expresiones aprovechando el relieve natural del mismo.

Me explicaba que hasta se habían realizado pericias técnicas, considerando que el material sería apto para trabajarlo y que, una vez esculpido el conjunto de figuras, la obra sería de una duración muy larga y prácticamente sin ningún tipo de mantenimiento.

Por otra parte, había expresado que no quería recibir ningún estipendio por el trabajo realizado solamente el personal ayudante para la obra y los materiales necesarios.

Han pasado los años. Víctor un día partió de este mundo y luego su madre, doña Lía Mares. Algunos de sus trabajos están en la Biblioteca “Luis Piedra Buena”, la tradicional placita de los artesanos lleva su nombre, la estatua del pescador sigue homenajeando a los hombres de mar y quedaron en la bruma de los sueños los rostros del farallón que nunca fue.

Una nota periodística, aparecida unos pocos meses después del fallecimiento de Víctor supo brindar palabras de homenaje “a ese creador deseoso de realizar para su pueblo una obra que lo distinguiría con atractivo ejemplo, realzando la belleza natural de Las Grutas, con aquella otra creada por las manos y el talento del artista”.

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

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