En 1978, un caso conmocionó a la provincia de Río Negro cuando dos pilotos chilenos pasaron por un extraño episodio: fueron abducidos por un OVNI poco después de salir de la estación de servicio del Automóvil Club Argentino en Viedma.
Entre agosto y septiembre de 1978 se realizó el primer rally que pretendía recorrer toda América del sur. La carrera fue organizada por el Automóvil Club Argentino y el Banco de Intercambio Regional. Los participantes eran pilotos y máquinas de varios países de Sudamérica.
La competencia era pionera en su tipo en la región y se trataba de un recorrido verdaderamente extenuante, tanto para los pilotos y las máquinas. Era una verdadera travesía con poco más de un mes de duración, durante el cual se pretendía unir Buenos Aires con Caracas (Venezuela) para regresar por la costa del Pacifico y concluir de vuelta en la capital argentina.
Los protagonistas de esta historia son los pilotos chilenos Carlos Acevedo y Miguel Ángel Moya, quienes a bordo de un Citroën GS 1220 recorrían la carretera en cumplimiento de la primera etapa del Rally de América del Sur. Los pilotos chilenos habían enfrentado varios problemas en especial en los últimos tramos del Rally, por tanto dudaron de su continuidad en la competencia, sin embargo, finalmente decidieron seguir en carrera.
Todo transcurría en total normalidad, hasta el día 23 de septiembre de 1978, cuando ocurrió un hecho que cambiaría para siempre la existencia de esos participantes.
Acevedo y Moya recorrían los últimos 1.000 kilómetros del Rally. Aproximadamente a las 02:00 horas se detuvieron en una estación de la ciudad de Viedma, donde recargaron combustible, tomaron café y conversaron algunos minutos con otros competidores.
A las 2:30 AM retomaron la ruta rumbo a Bahía Blanca, luego de cruzar el rio Negro y atravesar la ciudad del Carmen de Patagones. A las 3:00 AM se encontraban a la altura del Salitral de Algarrobo y la salina de Pedro, cuando Acevedo estaba al volante de pronto observó una potentísima luz densa de un color amarillento, al principio solo parecía un punto en el espejo retrovisor, pero su tamaño comenzó a crecer a la vista, mientras el Citroën viajaba a 100 kilómetros por hora en esos momentos. Pese a ello, la luz parecía acercárseles a gran velocidad por lo que el piloto supuso que se trataba de algún automóvil participante de la carrera y decidió disminuir la velocidad de su máquina para pegarse al borde derecho del asfalto a fin de facilitar el paso de lo que suponían un auto de mayor cilindrada (Mercedes Benz).
La luz ya llenaba por completo el espejo retrovisor y continuaba acercándose a gran velocidad. De pronto, el Citroën de Acevedo y Moya se llenó de luz, la luz inundó todo el habitáculo y no podían ver más allá del capot del auto. Era una luz densa, muy brillante, de color amarillo con algunos tintes violáceos. En ese momento el auto pareció fuera de control, ya no lo podían maniobrar, algo había tomado el control de la máquina. Acevedo relató: “Miré por la ventanilla y vi que estábamos a casi dos metros del suelo, de inmediato pensé que habíamos saltado un montículo o algo parecido y me preparé para tomar el volante al momento de la caída”.
Sin embargo, el automóvil, lejos de descender, parecía elevarse por los aires. Acevedo continuó su relato: “Tras algunos segundos me di cuenta de que aquello era algo completamente anormal, quise mirar nuevamente por la ventanilla pero lo único que veía era luz. Recuerdo que comencé a gritar ¿Qué pasa?, pero Moya no me contestaba, cuando miré a mi derecha, mi compañero no estaba allí, o al menos no lo podía ver. En realidad ni siquiera podía ver el tablero de instrumentos, solo veía esa densa luz que parecía como si fuera un liquido, no sé, algo pegajoso”, recordó Acevedo.
Por su parte, Moya parecía paralizado por el temor y explicó: “En un primer momento yo también pensé que habíamos saltado una loma o un lomo de burro, me asusté, pero cuando noté que el auto parecía flotar en el aire y no descendía me atemoricé aún más. Realmente era una situación que no podía comprender”.
Los testigos perdieron la noción del tiempo, todo lo envolvía esa densa luz. De pronto sintieron una sacudida y notaron que el auto nuevamente estaba tocando tierra. La luz de a poco se comenzó a disipar y los dejó. De pronto vieron como si algo se alejara en el cielo, un objeto con forma de cono de luz amarilla.
Todo pasó y estaban solos otra vez en la ruta. Los pilotos se miraron pero no dijeron nada de lo ocurrido, como no creyendo lo que les había sucedido. Todavía en estado de shock, temblando y con mucho frío en el cuerpo. Acevedo decidió bajar a verificar que todo en el vehículo estuviera en su lugar para luego subir al auto y continuar la ruta rumbo al norte. En poco menos de 15 minutos el Citroën 102 arribó a Pedro Luro, localidad situada en la provincia de Buenos Aires a 123 kilómetros al Norte de Carmen de Patagones. Se detuvieron en una gasolinera a fin de averiguar una comisaría de policía para denunciar lo ocurrido.
Al controlar el instrumental del automóvil, constataron algunos hechos anómalos: El odómetro mostraba que desde la ciudad de Viedma hasta Pedro Luro habían recorrido 52 kilómetros, cuando la distancia real entre las dos localidades es de 127 kilómetros. Por otra parte, el estanque de emergencia de combustible se encontraba vacío, habiéndolo llenado con 40 litros. Y como si esto fuera poco llegaron al control con dos horas de anticipación, cuando la mesa que controla la llegada de los vehículos, recién se estaba instalando. A consecuencia de esto fueron informados como “irregulares” en la carrera.
Este singular acontecimiento protagonizado por un par de pilotos chilenos en pleno rally en Argentina le costó a ellos la eliminación de la carrera, porque los organizadores pensaron que habían hecho alguna especie de “trampa”, la cual nunca se pudo comprobar. Los pilotos Acevedo y Moya, comentaron que, posteriormente, en la ciudad de Buenos Aires fueron interrogados por personal de la Fuerza Aérea Argentina, los cuales les pidieron amablemente que les contaran con todo lujo de detalles lo acontecido, les requisaron la ropa que llevaban puesta el día del incidente y les pidieron al final que no comentaran lo sucedido para no “alarmar a la población”.
Publicado por Viedma Verde