Hace pocos días, un grupo de conductores de cuatriciclos, pick-ups y otros vehículos 4×4 fue al rescate de una Toyota Hilux que había quedado encajada en un cangrejal, en la costa de Las Grutas. En medio del operativo, entre el mar y las piedras apareció una vieja Ford F-100, escapando de la pleamar.
El video se viralizó en las redes sociales. La imagen resultó más que simpática y sorprendente, por el aguante del viejo fierro entre las olas.
Pero, detrás de ese video compartido hasta el infinito, está la historia de vida de Cristian Firmapaz, un recolector artesanal de pulpos, que usa su chata para lograr el sustento de su familia. El diario La Mañana de Neuquén y Cipolletti encontró a Cristian y publicó la nota que se reproduce a continuación.
Nota del diario La Mañana de Neuquén
El duro oficio del pulpero, relatado por el conductor de la F100
Por Luis Uribe
Cristian Firmapaz es el recolector artesanal que condujo la antigua camioneta que salió del mar. El momento fue filmado por un vecino, y el video tuvo una enorme trascendencia. Para él fue una maniobra habitual.
Nunca imaginó que conducir su antigua y trajinada camioneta cargada de leña entre las olas del mar hubiera causado tanto revuelo. Para él, pulpero artesanal por herencia familiar, no deja de ser una maniobra habitual.
Solo que, en esta oportunidad, un vecino de Las Grutas –donde ocurrió el sorprendente episodio-, filmó el momento en que emergió del agua acelerando su F100 mientras esquivaba con notable efectividad las rocas que desprende el acantilado.
Esas imágenes se viralizaron asombrosamente por las redes sociales y fueron replicadas por medios de todo el país e incluso del extranjero. El mundo Ford se alborotó.
Estiman, desde el entorno del casual cameraman, que millones de personas vieron el video y siguieron la información noticiosa, y que es motivo para celebrar que nuevamente la región se posiciona en un lugar de relevancia en el interés público.
Pero el dato a él no lo llega a conmover, al menos visiblemente. Fue otro día más de un trabajo ancestral que describe como muy sacrificado y muestra poco remunerado.
“Cuando volvés cansado de andar todo el día y querés llegar lo antes posible a tu casa, pasás igual, aunque esté la pleamar”, afirmó Cristian Firmapaz, el protagonista de la historia junto a su ya famosa Ford modelo 74.
Nacido hace 35 años en San Antonio, conoce las playas al Sur de Las Grutas de toda la vida. Sus padres se dedicaron al oficio, también sus tíos y ahora junto a otros familiares siguen la tradición, consistente en atrapar con un gancho de alambre los pulpos que se alojan en restingas y piedras. Esa producción es la que luego se saborea en restaurantes y cantinas.
Hombre de pocas palabras y largos silencios, recibió a La Mañana en su casa ubicada en uno de los barrios más populosos de la localidad atlántica. Y allí, compartiendo espacio con piezas de automóviles, repuestos usados y herramientas varias está la antigua Ford que tanto ha dado que hablar.
“Vi a la gente que estaban esperando cruzar a El Sótano cuando llegaba la pleamar. Nosotros volvíamos. Al rato me empezaron a mandar mensajes cargándome porque salía en el Facebook. Me decían que me estaba haciendo famoso”, señala con una tenue sonrisa.
El Sótano es un paraje de la costa ubicada a unos 8 kilómetros al Sur de Las Grutas, y la gente un grupo de amigos del balneario que, en camionetas cuatro por cuatro, motos y cuatriciclos, iban al rescate de una Toyota Hilux que había quedado empantanada en un cangrejal. Uno de ellos, “Chiche”, lo grabó con su celular.
Firmapaz resalta que es dura la vida del pulpero, y que hay muchas familias dedicadas al rubro. Contó que es una actividad temporaria, de noviembre a abril-mayo, “cuando el pulpo arrima”. El resto del año se las tiene que rebuscar de cualquier cosa para subsistir. Entre ellas juntar leña, hacer algún flete, albañilería o mecánica.
“Lo que sea para mantener a la familia”, sostuvo.
Pero cuando el pulpo está, los esfuerzos se centran ahí. Arrancan antes que el sol. A las 4 de la madrugada están en camino hacia la costa, y tras dos horas y media de viaje llegan al sitio ubicado a 20 kilómetros más allá del Fuerte Argentino, que está a unos 48 de la localidad. Ahí buscan entre las rocas horas y horas a pleno rayo del sol.
Todo lo hacen en caminos de arena que no siempre están en buenas condiciones, pero que además deterioran los aficionados a las 4×4, aclaró. En su relato, Cristian realza más la fidelidad de su vehículo que, si bien exteriormente no luce, hace años lo lleva y lo trae sin inconveniente.
“Es mi único capital, lo que me da de comer. Lo cuido. Lo arreglo yo”, afirma, porque también se da mañana con la mecánica. Sucede que tiene que andar bien, porque una falla los puede dejar varados lejos e incomunicados.
Aunque son escasas las veces que lo padeció, Cristian recuerda que en una ocasión tuvo que caminar cerca de 30 kilómetros hasta que tuvo señal para pedir ayuda.
El otro riesgo es volver en pleamar y tener que atravesar el tramo próximo a El Sótano, donde hay que andar por la playa, y el agua llegue al acantilado, como le sucedió el miércoles. En esos casos evalúa el conductor. Hay pleamares que son más enérgicas y pueden alcanzar los dos metros de altura del barranco, y hace imposible el avance.
Una falla mecánica, un cambio mal puesto, un error en la conducción, llevaría a una casi catástrofe. “Le pasó a un conocido que se le paró el motor lo tapó el mar. Tuvo que desarmar completa la camioneta. Lavarla bien con agua dulce y abrir el motor, porque le entra arena”, explicó.
En cambio, cuando la “plea” es más débil se puede pasar, aunque no aconsejable para un inexperto, porque en el trayecto aparecen infinidad de piedras que caen del acantilado y algunas quedan tapadas por el oleaje, por lo que el peligro es chocar con una.
En el video se ve claramente que Firmapaz va eligiendo como en zigzag, por donde ir. “Toda la vida pasé por ahí”, asevera como para reafirmar la imagen.
El operativo para salir a “pulpear” como se dice en la jerga, tiene gastos fijos que son cada vez más elevados. El combustible es el principal. Con el último aumento, calculó que necesita 2.000 pesos por cada viaje.
El rédito surge si se colecta entre 15 y 18 kilos por persona. Pueden ser hasta ocho. En su caso, el producido lo vende de forma particular. En las pescaderías el kilo ronda los 600 pesos.
El grupo de amigos, que fue al rescate de la Toyota, entre lo que estaba el que grabó y difundió el video, está asombrado por la trascendencia que alcanzó. Les aseguraron que tuvo millones de espectadores y lectores sumando redes sociales (Facebook, Twitter e Instagram), más el alcance que tuvieron los medios periodísticos.
Recibieron comentarios de distintas partes del país, tanto particulares que alababan la camioneta, como clubes y asociaciones que alientan la marca del óvalo. Por supuesto, no faltó la mención a la rivalidad que tienen con Chevrolet. Les escribieron también de México y de Noruega, festejando la proeza de la F100.
Más de uno opinó que la fábrica le debería obsequiar una camioneta nueva por la inmensa publicidad favorable que le otorgó.