Un día de campo. “Agradecer cada día por estar vivo y escuchar el canto de los pájaros”

Soy un hombre afortunado. Este oficio de escribir me ha dado muchas satisfacciones. Y lo más importante es que me ha dado amigos entrañables que me suelen acompañar en los buenos y en especial en los malos. Compartimos la pasión por la lectura.

Como Borges –salvando las grandes distancias- la literatura me ha dado los libros. De alguna forma son también mis amigos. Me hacen feliz.

Hay en la vida pequeñas cosas que nos hacen disfrutar: compartir experiencias, reunirse en una mesa a compartir el pan (de allí viene la palabra compañero) y el vino, conocer lugares y, en especial, agradecer cada día por estar vivo y poder escuchar el canto tempranero de los pájaros.

Ayer, por ejemplo, fuimos invitados a pasar el día al campo de nuestro amigo el cineasta Salvador Cambarieri. Éramos varios, entre ellos tres escritores. Un día espectacular. En el predio nos recibieron alborotados varios gansos como dándonos la bienvenida. Taso, el querible perrito de Salvador, nos dio todo su cariño. Le tirábamos una maderita y corría a buscarla para traerla de vuelta a nuestras manos. Como el día era apacible Taso se bañaba en las aguas del tajamar.

A nosotros, puebleros, todo nos maravillaba: los molinos, el galpón, la casa, la matera. Cada rincón una sorpresa y las plantas de Raquel alegraban la vista.

Por supuesto que lo más apetitoso de la jornada fueron las presas del asado que en las parrillas atendía Adrián con sumo cariño y atención. Luego las degustamos a mandíbula batiente. No se escuchaba una sola palabra, el silencio rendía homenaje a los manjares de la mesa.

El escritor grutense Jorge Íncola –infaltable en cada encuentro- la paso tan bien como nosotros. Y el otro escritor que nos acompañaba, Juan, nos entretenía con sus narraciones. Éramos –vaya sorpresa- cuatro Jorges, un Adrián, una Irma, una María Elena, una Patricia (nos entretuvo con sus experiencias y predicciones), una Raquel, dueña de casa y no podía faltar, el patrón de la estancia: Salvador Luis Cambarieri.

Las ensaladas merecieron un párrafo aparte. Y los vinos eraN variados pero no puedo dejar de mencionar a la bodega Fabreto, siempre presente.

Yo no me volví con las manos vacías: Salvi me regaló un faz antiguo que era de Néstor, su padre y dos botellas viejas impecables: una de Pepsi Cola y otra de Seven Up. Se agregará todo a mi salón de antigüedades en Valcheta.

Había camas a disposición nuestra, pero la charla de sobremesa estaba más interesante. Y cada uno aportó lo suyo.

Yo aproveché de ojear algunas antiguas revistas del Condorito, el maravilloso pajarraco de Pepo y me divertí mucho. Tomé varias fotos de cosas viejas que tanto me gustan.

A la tardecita, los puebleros, en caravana emprendimos el regreso, ya más cancheros algunos para abrir las tranqueras.

Solamente nos faltó un detalle no menor: la presencia del verdadero hombre de campo, el Segundo Ramírez Sombra de San Antonio: Facundo Pill que no pudo asistir. Se habría reído un poco de nosotros.

En síntesis: una crónica de un día de campo.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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