La historia oficial no reconoce en toda su dimensión la importancia y el protagonismo que le cupo al Gaucho José Luis Molina en la defensa del Fuerte de Patagones cuando sufrió el ataque del Imperio de Brasil, cuyas naves habían remontado el río Negro con el firme propósito de hacerse de una importante porción de nuestro territorio, nada menos que la Patagonia.
Se cree que Molina había nacido en Chascomús y aunque no hay certeza respecto a la fecha existen datos relacionados con trabajos de tropero y otras tareas vinculadas al campo y un reconocimiento por su desempeño como baqueano, un alto grado de responsabilidad y un profundo amor a su tierra.
Otras informaciones sobre Molina aseguran que mantenía una excelente relación con aborígenes de distintas tribus y se comunicaba en sus lenguas sin inconvenientes, manteniendo además una gran amistad con los caciques Antonio Grande, Landao, Ancafilú y Pichiuman, inclusive que había formado pareja con la hija del cacique Neuquipan.
De acuerdo a las crónicas de aquella época, febrero de 1827, las autoridades del Fuerte estaban anoticiadas de las pretensiones brasileñas y habían alertado de esa situación y pedido los refuerzos del caso a las autoridades nacionales, pero como ha sido una constante en nuestra Patria los necesarios refuerzos o apoyos demoraron más de lo prudente.
Algunos historiadores y escritores tradicionalistas sostienen que solamente se dispuso que se dirija hacia Patagones, al Gaucho José Luis Molina y “sus tragas”, grupo de hombres a sus órdenes, que se ignora, en forma fehaciente porque se denominaban de tal manera. Hay quienes sostienen sin embargo al respecto, que se los conocía con tal denominación, porque al tener gran conocimiento del terreno en que se movían, lo hacían velozmente y prácticamente se “tragaban” las leguas en sus desplazamientos
El Gaucho Molina es un personaje controvertido de nuestra historia, debido a que alterna en su conducta, buenas y malas o si se prefiere aceptación y rechazos de sus acciones y actitudes.
Su historial da cuenta que pudo haber integrado el Cuerpo de Granaderos a Caballo, dato que posiblemente surja por la descripción que lo señala como un hombre de altura considerable, buena talla, abundante y espesa barba negra, de mirada penetrante e intimidatoria. Otros no descartan que haya también integrado las huestes de San Martín en el cruce de los Andes. Se sabe si, que por 1820 por ser un excelente baqueano y conocer en profundidad las tareas rurales se desempeñó como capataz de la Estancia “Los Miraflores” perteneciente a Don Francisco Ramos Mejía en proximidades al río Salado.
Según historiadores, entre ellos Omar López Mato, en la Estancia de Ramos Mejía trabajaban muchos aborígenes que habían aprendido a manejar rodeos e incluso a sembrar, pero el gobernador de la provincia Martin Rodríguez, no creía ni respaldaba el acuerdo por lo que apresó al estanciero y un elevado número de aborígenes que luego asesino.
Molina logró salvar su pellejo y se puso al mando de un numeroso grupo de Pampas con los que se comunicaba sin inconvenientes porque hablaba su lengua perfectamente y pobladores conformando un malón de alrededor de 1.500 hombres con los que arraso la naciente ciudad de Dolores, llevándose cerca de 150.000 animales, entre vacas y caballos.
Poco tiempo después, los Pampas comenzaron a desconfiar de Molina creyendo que éste no les sería leal y que los traicionaría, como consideraban, antes lo hizo con sus pares.
Al ver peligrar nuevamente su vida, Molina huyó hacia el Fuerte Independencia en Tandil y se entregó al comandante, el coronel Juan Cornell, quedando allí preso hasta que el Presidente Rivadavia lo indultó y también lo designo baqueano en la división a las órdenes del coronel Rauch. Dicha función Molina la cumplió a la perfección, ya que conocía el terreno como la palma de su mano y se desempeñaba y desplazaba con total solvencia.
Como Capitán de Baqueanos, Molina formaba parte de las campañas que tenían lugar entre 1826 y 1827 en la región de Sierra de la Ventana, a cargo del Coronel Rauch, el Alemán que había arribado al país en marzo de 1.819 e incorporado de inmediato al Ejército con el grado de teniente segundo.
Hay informes que afirman que el Gaucho Molina cuando recibió la orden de dirigirse a Patagones, como refuerzo para la defensa del Fuerte, se hallaba en proximidades de río Colorado y haciendo honor a su denominación, “los tragas”, Molina y “los tragaleguas” se dirigieron hacia el escenario de los hechos con la mayor premura.
Al arribar tomaron conocimiento rápidamente sobre la gravedad de la situación, con las naves de los invasores en el río Negro y cientos de los combatientes avanzando hacia el fuerte por la margen Norte del río. Las autoridades de la guarnición, el Coronel Lacarra y el Teniente Olivera, habían tomado ya decisiones de acuerdo a los hombres y las armas que disponían, aunque comprendían que eran insuficientes, aunque se contaba con embarcaciones corsarias en el puerto dispuestas a impedir el avance brasileño
Dispusieron asimismo que hacendados, peones, artesanos, comerciantes, morenos africanos, el resto de los pobladores y hasta los ancianos vestidos como milicianos y armados de palos y cuanto elemento dispusieran, se apostaran cerca del Cerro de la Caballada para tratar de engañar a los invasores haciéndoles creer que contaban con una retaguardia numerosa.
La espera de la llegada de más refuerzos enviados por el gobierno nacional se tornaba angustiosa y comenzaba a desvanecerse esa posibilidad.
La intención del imperio brasileño, según historiadores, era tomar Patagones y a partir de allí contar con un punto de apoyo en nuestro territorio para lanzarse hacia Buenos Aires, además obviamente de escarmentar a las naves corsarias que atormentaban al comercio brasileño y la Banda Oriental, especialmente, sal, tasajo, cueros y otros productos de la zona.
Retornando al arribo del Gaucho Molina y sus “tragas” al escenario de la contienda y analizar la situación, rápidamente Molina adopta las acciones que serían determinantes para rechazar la invasión.
Las mismas contaron con un aliado más que importante como eran, las altas temperaturas que reinaban y el fuerte viento del norte que hostigaba a los invasores haciéndole muy dificultoso avanzar.
Molina, conocedor del terreno, como el gran baqueano que era, incendio los pastos resecos y montes achaparrados asestándole el golpe de gracia a los brasileños que se vieron acorralados entre el fuego y el río y agobiados por las altas temperaturas que ahora aumentaba por efectos de la fogata. Impedidos de avanzar entonces, los brasileños desistieron de ese propósito y se arrojaban al agua con lo que se confirmaba o materializaba que la invasión había sido abortada.
A la acción decidida por el Gaucho Molina, se sumaron otros hechos también importantes para la defensa del fuerte como la embestida del capitán Sebastian Olivera contra los agobiados invasores, la muerte del líder de la escuadra Imperial, el capitán inglés James Sheperd, un personaje protagonista de una historia de aventuras, amor y muerte, y las naves corsarias rodeando la embarcaciones brasileñas en el río, obligando entonces al oficial Juan Bautista Thorne a arriar el pabellón de guerra de los invasores, confirmando la rendición.
No existen dudas que la estrategia desplegada por el Gaucho Molina fue decisiva para obtener el resultado conseguido, y rechazar la invasión del Imperio Brasileño, que de haberse logrado dejaba en riesgo la integridad de nuestro territorio. Lamentablemente, la historia o si se prefiere, los historiadores quedaron en deuda con este Gaucho al que no le reconocieron su comportamiento, conocimientos, astucia, acción y desempeño lo merecía, ya que resulto fundamental para la defensa del Fuerte.
La valiente y decidida intervención del Gaucho Molina no solo no la reconocieron los historiadores, sino que tampoco lo hicieron las autoridades de Patagones a la hora de homenajear a los defensores del fuerte, seguramente porque su figura no reunía los mejores antecedentes, como la mayoría de los gauchos que cada vez que hubo que ofrecer su sangre en defensa de la Patria lo hicieron generosamente.
En el caso de Patagones basta recordar que en el Fuerte estaban alojados muchos de aquellos gauchos considerados “vagos y mal entretenidos” que purgaban penas por alguna fechoría, pero que ofrecieron su vida en defensa del terruño.
Pasado este episodio, ya en 1828, a Molina se lo ubica revistando a favor de Juan Manuel de Rosas al frente de una fuerza un tanto extraña compuesta por desertores, gauchos e indios. Poco tiempo después Rosas lo asciende a coronel de Caballería y lo destina como jefe del Regimiento 7 de Milicias de Caballería.
El Gaucho Molina muere en Tandil el 30 de Enero de 1830, y sepultado en Chascomús, donde se le rindieron honores de acuerdo a su grado militar. Hay versiones que su muerte se produjo por envenenamiento, hecho del que no estaría ajeno el propio Rosas. No son pocos los partidarios de esta versión, ya que sostenían que no sería fácil enfrentarlo y darle muerte en un enfrentamiento cara a cara.
Para finalizar, es necesario destacar que el excelente músico, compositor, guitarrista, investigador, historiador, soguero, costumbrista y gran persona, como lo fue Ángel Hechenleitner, observo que en la placa que se encuentra en la Iglesia de Patagones con los nombres de quienes defendieron el Fuerte de la invasión brasilera, no aparece el nombre del Gaucho Molina.
El amigo Hechenleitner rindió entonces su propio homenaje y compuso su “Milonga por Molina” excelente pieza en la que plantea con inteligencia, la injusticia de no reconocer el valor del aporte que efectuó Molina en defensa de la Patria, cuando esta estaba en peligro por la invasión brasilera, de cuya batalla queda el mudo testimonio de dos banderas arrebatadas a los invasores brasileños
En su composición Hechenleitner dice
Esta milonga quiero
Para nombrarlo a Molina
Porque la historia, se sabe
Es con los gauchos mezquina
Se pregunta asimismo
¿Qué apellido hay que tener
Para entrar en esta lista?
¡fierro que fue el masmentao
anda afuera todavía ¡
Afirma también con absoluta razón
Siempre hace falta algún gaucho
Cuando la Patria peligra
¿Quien otro pondría el cuero
A la historia que es mezquina?
Texto: Eduardo Reyes, periodista y escritor en Viedma