Amores, deseos y decepciones son parte de una historia de amor ocurrida en las tierras de lo que hoy conocemos como Patagonia, más específicamente en la provincia de Santa Cruz. Se trata del enamoramiento de Elal y Teluj.
Elal, héroe de la mitología tehuelche, aquel que llegó a estos lares montado en un ave escapando de un gigante que además era su padre, se enamoró de Teluj, Lucero del Amanecer, hija del Sol y de la Luna. Un día, él se presentó ante el astro rey y le pidió permiso para desposarla y así, casarse con ella. Elal fue acompañado de su madrina, que era bruja y se había convertido en mosca para poder posarse sobre su oreja. Antes de dar su aprobación, el Sol le impuso a Elal una serie de exigencias y pruebas de su valentía, inteligencia y también de su ingenio. Algo común en un padre que no estaba totalmente convencido del joven guerrero y del amor que le tenía a su hija, Lucero del Amanecer.
La primera consistía en rescatar un anillo de oro; su dificultad era que estaba dentro de un huevo envenenado y en el fondo de una caverna custodiada por un guanaco que, solo con la mirada, mataba. Elal fue y enfrentó al animal que hoy merodea por las planicies de la amplia región patagónica. Gracias a su madrina, convertida en mosca y que lo distrajo, él lo mató de un tiro de shome; además le quitó la piel, se cubrió con ella y entró en la cueva. Al entrar, disparó una flecha para romper el huevo envenenado que, a pesar de estallar y desparramar veneno en todo el sitio, a él no le afectó, ya que estaba cubierto de la piel del guanaco que recién había matado.
Una vez recuperado el anillo, Elal y su madrina (aún transformada en mosca) volvían para reencontrarse con su verdadero amor: Teluj. Ella lo esperaba en un palacio al fondo de un jardín frondoso y amplio. Pero algo ocurría con cada paso: cuando Elal pretendía avanzar, el suelo se convertía en ciénaga. Por recomendación de su madrina, comenzó a caminar hacia atrás y sin tocar las flores, ya que al mínimo contacto se convertirían en serpientes. Su amor pudo más y al final alcanzó llegar a las puertas del palacio. Pero el Sol, padre de su amada, le contestó que debía seguir superando pruebas, una y otra, otra y más. Siempre era una última prueba pero aparecía otra.
Según cuenta el relato tehuelche, el Sol no lo quería, él deseaba que desistiera de su amor por Teluj pero Elal no lo hacía. El enamorado volvía de forma victoriosa a cada prueba que el padre del Lucero del Amanecer le encomendaba. El Sol le imponía una prueba de fuego, y él la vencía, con hechizos, animales y hombres, todo lo convertía en una superación para lograr el sí y el casamiento con su enamorada. Elal todo lo superaba porque el amor por Teluj era tan fuerte que lo animaba a superar las pruebas, que eran cada vez más y más difíciles y de una imaginación envidiable del Sol.
Finalmente, su madrina, convertida aún en mosca y posada sobre su oreja, le aconsejó que se escapara con ella, ya que el Sol nunca jamás le daría su consentimiento. La joven pareja nunca podría casarse y Teluj Lucero del Amanecer y Elal que cometía una grave desobediencia y pecado, igual lo hicieron: huyeron juntos para siempre.
Desde entonces, Elal y Teluj, temerosa por la furia que desataría su padre contra ellos, cuando éste sale por el horizonte, ella, apresurada, se esconde por el alba.
Texto: Octavio Del Real
Licenciado en Comunicación Social. Nacido y criado en Chubut, actualmente alejado del pago. Siempre que puedo, hablo de la Patagonia. “Tengo buena memoria –para cosas bastante intrascendentes, pero buena memoria en fin–. Le meto ganas a lo que hago, porque sin pasión no vale la pena”.