Si algún turista visita la ciudad lacustre de San Carlos de Bariloche, ubicada en la provincia de Río Negro, en la Patagonia Argentina, se encontrará en medio de un verdadero edén donde las aguas del lago Nahuel Huapi forman una verdadera postal de inigualable belleza. A veces, en invierno, la nieve hace las delicias de los deportes de invierno.
Bariloche es un topónimo mapuche que significa “gente de atrás de los médanos” y recibió varias misiones evangelizadoras desde Chile.
Ríos mansos y torrentosos, lagos de agua cristalina donde se vislumbra su lecho pedregoso con notable claridad, reflejándose en su superficie el paisaje que los rodea, como en el hermoso lago Espejo, una de las maravillas naturales más bellas del mundo.
Las cumbres nevadas, los bosques de lengas, araucarias y cipreses nos hablan de un verdadero paraíso escondido. Y hablando de Escondido así se llama otro pintoresco lago de esta comarca andina, llamada con justeza “la Suiza Argentina”.
Es la capital del chocolate de una increíble calidad, sus posadas y hoteles son un lujo Para hospedarse y una oferta gastronómica de gran variedad debido a las diferentes colectividades que la conforman.
Supo decir el poeta que “toda la comarca es un edén, una nueva arcadia de rutilante belleza”. Bariloche merece conocerse.
Pero tiene también una gran particularidad que la distingue sobremanera: en la Isla Victoria está uno de los pocos bosques de arrayanes del mundo que con el “color canela de su piel” conmueve el alma de quienes lo visitan.
El arrayán (myrceugemella apiculata). Árbol o arbusto de los mirtos o mirtáceas, de follaje persistente. Tiene una altura de quince a veinte metros. Su corteza es lisa, con placas de color canela, y las ramas crecen retorcidas. Sus flores blancas se parecen al azahar y dan un fruto comestible de color violáceo.
Aparece distribuido en áreas del bosque perennifolio húmedo, generalmente a lo largo de los ríos. En la península Quetrihue, sobre el lago Nahuel Huapi, los ejemplares viven hasta doscientos cincuenta a trescientos años. En el Parque Nacional Los Alerces se los puede apreciar bordeando el río Arrayanes, que une el lago Verde con el Futalaufquen.
Por ser un árbol de belleza deslumbrante cuando lo suelo visitar me recuerda a aquel pasaje del profeta Isaías Capítulo 55,13 que dice: “En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída”.
Texto: Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta