Furcios y más furcios: “Y un rayo misterioso arácnido en tu pelo”

 

Hay furcios y furcios. La gran mayoría risueños y otros no tanto. Pero seguramente todos conocemos errores y erratones. En esta breve nota trataremos de explayarnos por graciosas tergiversaciones de algunas conocidas letras de nuestra música, que han generado un sinnúmero de anécdotas.

Contaba Homero Expósito que en cada letra de sus tangos (mejor dicho en sus poemas) buscaba la originalidad de las metáforas que iluminaban toda una frase en el difícil arte de componer. En uno de sus tangos más conocidos para ilustrar la situación de una pareja encontró con mucho trabajo una bella comparación que daba sentido a todo el poema. Para Homero “iban perdidos de la mano”, pero decía algo enojado que no faltaba el cantor que decía: “Iban prendidos de la mano”. No entendían nada.

Una anécdota imperdible me la supo contar mi amigo el escribano Rubén Baqueiro, cuando un cantor de voz bien entonada porfiaba en cantar “Y un rayo misterioso arácnido en tu pelo”, en vez de hará nido en tu pelo. ¡Pobre Lepera!

Otra anécdota risueña sucedió en mi pago chico cuando un vocalista de un conjunto de música patagónica en vez de decir “en el hueco de un pehuén hizo su ruca”, cambiaba el sentido de toda la letra cantando “en el hueco de un pehuén hizo su ruta”. ¡Ay, si lo escuchara don Marcelo Berbel!!!

Más divertido era aquel cantorcito que quitando toda la voz canora al sapo cancionero decía “terror de los charcos” en vez de tenor. Pobre sapo, ¡si no asustan a nadie y dan gratis su concierto!

Poca suerte, Homero Expósito que se devanaba los sesos buscando alguna frase feliz con aquel despistado cantor que (seguramente algo sucio) le destrozaba la letra diciendo “dan ganas de bañarse en un rincón”. ¿Habrían duchas en los camarines?

Y aquel que decía de la “malagueña salerosa” que tenía ”los ojos bonitos debajo de esas dos orejas”.

Que las letras de tango dan para todo no se puede negar, prueba de ello es aquel que supo cantar muy orondo en la misma esquina de Corrientes y Esmeralda “pase inglés y monte, bataraz y quiniela” para espanto del Negro Celedonio Flores.

O tal vez aquel bárbaro que por decir los caballos alados sabía cantar “los caballos atados”, pobres equinos.

Con respecto a los títulos un amigo de mi juventud sabía decir “Orgasmito de la tarde” y, ya es más conocido aquel que entonaba “Velázquez todo es mentira”, que si viviera espantaría al pobre y genial Enrique Santos Discépolo.

Hay, por supuesto, muchos más, pero creo que para muestra bastan estos botones.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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