“Desde la ventana de su cuarto en el segundo piso Oliveira veía el patio con la fuente, el chorrito de agua, la rayuela del 8, los tres árboles que daban sombra al cantero de los malvones y césped y la altísima tapia que le ocultaba las casas de la calle. El 8 jugaba casi toda la tarde a la rayuela, era imbatible, el 4 y la 19 hubieran querido arrebatarle el Cielo pero era inútil, el pie del 8 era un arma de precisión, un tiro por cuadro, el tejo se situaba siempre en la posición más favorable, era extraordinario.
Por la noche, la rayuela tenía como una débil fosforescencia y a Oliveira le gustaba mirarla desde la ventana. En su cama, cediendo a los efectos de un centímetro cúbico de hipnosal, el 8 se estaría durmiendo como las cigüeña, parado mentalmente en una sola pierna, impulsando el tejo con golpes secos e infalibles, a la conquista de un cielo que parecía desencantarlo apenas ganado”.
La rayuela es uno de los juegos más tradicionales de nuestra infancia. “El objetivo es pasar por cada uno de los cuadros, ida y vuelta, sin salirse del esquema y sin pisar las líneas, omitiendo la casilla en la que se encuentra la piedra. El jugador debe llegar hasta el “cielo” y cuando va de regreso a la “tierra” debe recoger la piedra de la casilla sin perder el equilibrio”.
El inicio del juego de la rayuela tiene un origen literario porqué se cree que “este antiguo juego tiene origen en la Europa del Renacimiento, allá por el siglo XVI. Hay quién dice que la idea se desarrolló a partir del libro “La divina comedia” de Dante, en la cual, el personaje principal , desea llegar al Paraíso tras salir del Purgatorio y ha de atravesar 9 mundos para lograrlo”.
Según Wikipedia “la rayuela es un juego también llamada avioncito, sambori o cascayo (en Asturias, es un juego tradicional infantil, el cual es propio de toda Europa y fue extendido posteriormente a otros continentes, principalmente a América. También está presente en otras culturas, como en India, África y el Sudeste asiático.
También se la suele conocer como “peregrina”, “pisé”, “la semana”, “mundo”, “tuncina”, “mamaleche”, “reina Mariola”, “tejo”, “changui” y otras.
“Uno, dos, tres, cuatro / tierra, cielo / cinco, seis / Paraíso, infierno / siete, ocho, nueve, diez / hay que saber mover los pies. En la rayuela o en la vida / vos podrás elegir un día. ¿Por qué costado / de qué lado saltarás?
Dice Ricardo Ibáñez en “A la pata coja hasta el cielo”: “Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto sta el Cielo, abajo está la tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas”, texto maravilloso de Julio Cortázar.
Yo en mi infancia en el barrio La Falda de Bahía Blanca la he visto jugar en las veredas y generalmente las chicas eran las más hábiles, tal vez por practicarla más.
RAYUELA: Querido y añorado juego de mi infancia: un esquema, la piedrita y ese sueño de todos los seres humanos de tomar el cielo por asalto. Hoy queda tu esquema en la tapa de la famosa novela de Cortázar, en alguna canción infantil y en el recuerdo de muchos que supimos, con bastante torpeza, jugar a ella. Si todavía persiste es porque la rayuela a diferencia de otros juegos nos invita a soñar y a desarrollar nuestras habilidades y sentido lúdico.
Texto: Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta (Río Negro)