Modesta Victoria: Barco que desde 1938 surca aguas del Nahuel Huapi (Río Negro)

Una foto del 2 de septiembre de 1937 muestra a unas 50 personas orgullosas ante una incipiente estructura de acero. Parados en el centro de la postal están Humberto Gamberale, Antonius Joannes Marie Verschure y Manuel Bianchi.

Ese día de 1937 se colocaba en Bariloche el primer remache de un barco que fue creado para convertirse en leyenda. Tres años antes, Ezequiel Bustillo debutaba como presidente de la Dirección de Parques Nacionales y empezaba a delinear un proyecto holístico para consolidar el perfil turístico de Bariloche y el parque Nahuel Huapi.

Además del Centro Cívico y el Hotel Llao Llao, se estableció como prioritaria la construcción de un buque distintivo, cinco muelles -en el Puerto San Carlos, en Puerto Blest, en Puerto Anchorena, en Puerto Pañuelo y en Villa La Angostura- y un varadero.

La Modesta Victoria fue diseñada por el ingeniero Gamberale, por entonces director de Navegación y Puertos. Bustillo le propuso al entonces presidente Juan B. Justo que la nave se llamara Vicealmirante Eduardo O’Connor, en honor a la primera persona que, en 1883, llegó al Nahuel Huapi navegando desde el océano, remontando los ríos Negro y Limay. Justo eligió el nombre de la embarcación que usó O’Connor para concretar su hazaña: Modesta, por el nombre de su prometida, y Victoria, por el éxito de su proeza. Con un presupuesto de 300.000 pesos, Gamberale llamó a una licitación internacional para la construcción de la embarcación.

El ganador fue el astillero holandés Verschure & Co. Para supervisar la construcción en Amsterdam, Parques Nacionales designó al ingeniero Bianchi, que años antes había controlado la creación de la Fragata Sarmiento.

Entre 1935 y 1936, el veedor argentino fue una suerte de “moscardón” para los responsables del astillero. En esos meses y decidido a obtener una embarcación extraordinaria, el meticuloso Bianchi elaboró más de 700 actas de disconformidad. Verschure, principal accionista de la prestigiosa firma holandesa, diría después que fue “la persona más difícil” que había conocido en su vida. Bianchi dio finalmente el visto bueno y en junio de 1936 la Modesta Victoria partió, desarmada, en el vapor Arlanza con rumbo al puerto de Buenos Aires. Le esperaba luego un periplo de 1.600 km en tren hasta Bariloche.

En septiembre de 1937 estuvieron por fin todos los cajones con las piezas del barco en el varadero de esta ciudad, que Parques había construido especialmente, junto con una grúa móvil. Allí lo rearmaron y, el 10 de noviembre de 1938, lo botaron en el lago Nahuel Huapi. Y el 12 de enero del año siguiente, la flamante Modesta Victoria realizaba su viaje inaugural como buque turístico.

A 85 años de haber entrado en contacto con estas aguas, la motonave sigue maravillando a miles de pasajeros cada año, y es la embarcación más antigua que continúa navegando con pabellón argentino. Martín Pereira es el jefe de Mantenimiento de Turisur, la empresa que en la década de 1960 compró la embarcación. Además de afirmar que la Modesta es una obra de arte, Pereira subraya que el barco sigue funcionando con las bombas, cabrestantes y guinches originales.

La embarcación posee tres sistemas para operar el timón: dos de ellos (hidráulicos) son originales y usan la rueda de cabillas, mientras que el nuevo funciona con un joystick y es electrohidráulico. Todos funcionan de forma independiente.

Quienes no conocen tanto de náutica pueden admirar el casco de acero remachado, las cubiertas en madera de teca, las tulipas de alabastro y los herrajes de bronce. La excursión que la motonave realiza actualmente desde Puerto Pañuelo al Bosque de Arrayanes y la isla Victoria es un viaje en el tiempo. Son muchos los turistas que no pueden evitar vincularla con el Titanic y más de uno se ve tentado de recrear la imagen de Jack sosteniendo a Rose en la proa.

En su recorrido, LA NACION pudo visitar los antiguos camarotes de los marineros, ubicados en la proa, que solían tener unas diez cuchetas, así como los que utilizaban el capitán, el maquinista y el telegrafista. Aunque ahora tienen otros usos, éstos últimos conservan las sillas, escritorios y espejos biselados originales. “La Modesta Victoria es la nave insignia de la flota. Cada cuatro años se saca a seco y se vara para hacerle mantenimiento. Se mide con ultrasonido el espesor de las chapas de acero. Más allá de su excelente construcción, lo cierto es que el lago no tiene minerales, y eso es ideal para conservar la estructura. Asimismo, anualmente se hace un mantenimiento de la madera, que se impregna con aceite de teca”, cuenta Pereira.

En mayo de 1960 la erupción del volcán Puyehue, en la frontera con Chile, generó una gran ola que recorrió unos 100 km a través del Nahuel Huapi. El lagomoto destruyó parte del puerto de Bariloche, hundió varias embarcaciones y provocó la rotura de las amarras del Modesta Victoria, que quedó flotando en el medio del lago. Recuperada de aquel episodio, siguió navegando sin mayores novedades hasta que, en 1984, le reemplazaron sus dos motores principales -que eran del fabricante alemán MAN- por motores suecos Volvo Penta. Como éstos eran más livianos que los originales, se hizo un replanteamiento del arqueo total de la embarcación. Los cálculos fueron realizados por el astillero Noel, de San Fernando. Tres años después llegaría otra modificación: la cubierta superior, que era abierta (allí estaban los botes de desembarco), se cerró para que viajen más cómodos los 300 pasajeros que la Modesta Victoria puede trasladar actualmente. Y en 2022, los motores Volvo Penta fueron reemplazados por unos japoneses de la marca Yanmar.

“Este es un barco que también puede navegar en el mar. Tiene una categoría distinta y requiere otro tipo de tripulación. Mientras que los seis catamaranes de Turisur requieren un patrón y dos marineros, la Modesta Victoria posee un capitán, un maquinista naval y cuatro marineros”, advierte Pereira. Antiguamente, la motonave llevaba un telegrafista y un cocinero a bordo. Además, tenía dos cocinas a leña. Son varios los “hombres de mar” que han quedado prendados del emblemático buque. Alejandro Sala es capitán fluvial y hoy es uno de los tres capitanes de la Modesta. Cuando en 1982 estalló la guerra de Malvinas, Sala viajó a Bariloche para el casamiento de un amigo. Mientras se desmantelaba la plataforma en la que trabajaba en Puerto Santa Cruz, una oportunidad laboral surgía en esta ciudad que él desconocía. Más de 40 años después y mientras conduce por el lago Nahuel Huapi desde esa cabina en la que reluce el bronce y el cobre, Sala recuerda que nada de lo que sabía por su experiencia previa le sirvió cuando conoció a la Modesta. Tuvo que “aprender a tratarla”.

También las fluctuaciones en los niveles de profundidad del lago Nahuel Huapi plantean diversos desafíos para un buque de 207 toneladas, 39 metros de eslora y 2,49 metros de calado. En estos años, el capitán Sala volvió al mar varias veces; anduvo por Brasil, por Australia y África. Pero siempre volvió a Bariloche, atraído por las singularidades del legendario barco. Otro admirador del Modesta Victoria es el capitán de ultramar Carlos Solari. Trabajó un año y medio a bordo del buque e investigó sobre su historia durante diez años. En 2011 publicó el libro Las Modestas de Nahuelhuapi.

“La Modesta fue un cambio de paradigma en los lagos andino-patagónicos y representó en la escala lacustre a una Argentina que tenía muy claro la importancia de los intereses marítimos para un país soberano. También demostró que la geografía, por más adversa que fuese, no era un impedimento para que el desarrollo llegase, incluso en un clima de tensión internacional como el que se vivía en el momento de su concepción y fabricación. Será siempre un símbolo de la tradición de la navegación turística lacustre en nuestro país”, dice Solari. El marino mercante agrega que, en la actualidad, “además de mantener representado y vivo aquel espíritu marinero y su tradición, el barco es la muestra viva de que las obras y acciones bien planificadas son perfectamente adaptables, a lo largo del tiempo, a las condiciones más exigentes sin perder su espíritu y misión original”.

Por las empinadas escaleras de angostos peldaños que comunican las cubiertas entre sí pasaron miles de turistas en estos 85 años. Incluso disfrutaron de su estable navegación personalidades como el Che Guevara (en su viaje a Chile en motocicleta con Alberto Granado), el Sha de Persia Mohammad Reza Pahleví, Dwight Eisenhower, Barack Obama y, más recientemente, el emir de Qatar, Tamin bin Hamad Al Thani. La experiencia de navegar en el Modesta Victoria resulta movilizante para cualquiera que se sume a sus travesías. Así lo muestran los rostros en las fotos en blanco y negro que los pasajeros pueden ver hoy en el museo a bordo. Así lo expresan también los visitantes actuales que admiran el paisaje desde los sillones tapizados en cuero verde. La motonave es pasado, presente y, probablemente, futuro.

Texto de Paz García Pastormerlo, LA NACIÓN

6 de abril de 2023

Fotos: LA NACIÓN

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