Es de Río Negro, llegó a jefe de Ingeniería de naves en la NASA y dirigió 5 misiones a Marte

Miguel San Martín soñó desde chico con dirigir naves a otros planetas. En diálogo con TN Tecno conversó sobre el largo y duro camino hasta su objetivo y cómo un encuentro clave con el famoso astrónomo creador de Cosmos lo puso en foco para ingresar a la agencia espacial.

Miguel San Martín (64), nacido en Villa Regina, Río Negro, es jefe de Ingeniería para el Guiado, Navegación y Control de naves espaciales del Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) de la NASA. Básicamente, es quien tiene a su cargo el análisis de los eventuales problemas que podrían presentarse durante los aterrizajes de naves de exploración en otros planetas, lunas o asteroides.

Esta semana, Miguel, que vive en las afueras de Los Angeles, llegó a Buenos Aires para participar en Nerdearla, el evento de ciencia y tecnología más importante de la región. Unos días antes de su viaje, TN Tecno conversó con él. En una extensa charla por Zoom, nos contó cómo fue que nació su pasión por el espacio, los duros inicios en Estados Unidos, cómo ingresó a la NASA y un encuentro clave con Carl Sagan que marcó su carrera.

“De chico yo ya quería ser ingeniero. Mi padre era ingeniero civil, él tenía un conocimiento de la ingeniería y era también muy nerd. Entonces yo, desde una temprana edad, siempre tuve curiosidad por todo lo que sea ingeniería y ciencias

“A mi papá obviamente le encantaba eso, porque él era así también, así que él me alimentaba y sacaba los libros de la biblioteca, me los mostraba”, recordó Miguel sobre su infancia y sus primeros contactos con las ciencias. “Todos mis juguetes siempre fueron del tipo de aprendizaje”.

La curiosidad por aprender cómo funcionaban las cosas fue el motor de Miguel en sus primeros años en Río Negro. “La electrónica era lo que más me interesaba. Me producía curiosidad. Cómo puede ser que una radio que no tenga no esté conectada a nada, pueda recibir una transmisión. Tenía pasión por eso y una gran frustración de no poderlo entender”.

A fines de la década del sesenta, la carrera espacial estaba en su apogeo y la promesa de John F. Kennedy de poner un hombre en la Luna estaba cada vez más cercana. El proyecto Apollo entusiasmó a todo el mundo y especialmente impactó en Miguel. La noche del 20 de julio de 1969, todo el planeta estaba expectante frente a la TV o pendiente de la radio ante el inminente alunizaje de tres astronautas. La familia San Martín, no fue la excepción: “Recuerdo que estaba con mi padre, mi mamá y mi hermana. Prendimos el televisor en blanco y negro, obviamente. Cuando vimos a Neil Armstrong bajar por la escalerita fue un momento increíble, la verdad que no se podía creer. Y eso me marcó de por vida.”

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Sin embargo, lo que selló el destino de Miguel fue el Proyecto Viking, la primera nave en aterrizar exitosamente en Marte: “Lo seguí muy de cerca, escuchando la Voz de las Américas y la BBC de Londres, donde reportaban los progresos de la nave espacial. Cuando vi en la tapa del diario de Río Negro la patita de Viking sobre la superficie de Marte, ahí dije ´Eso es lo que yo tengo que hacer. Yo quiero formar parte de estos grupos que aterrizan cosas en otros cuerpos celestes’”.

De Rio Negro a Estados Unidos

“Si querés hacer eso, tenés que ir a estudiar a Estados Unidos”, le dijo su padre. Al principio, su familia no estuvo muy de acuerdo con la idea de que el joven Miguel se vaya a seguir sus estudios al exterior. Pero después de un tiempo, y de mucho insistir, consiguió el apoyo, no solo moral, sino también económico, de sus seres queridos, y viajó.

Mis primeros años en Estados Unidos fueron durísimos. Había tenido una infancia muy feliz y muy resguardada. Mis padres me hacían todo, especialmente mi mamá. Yo lo único que tenía que hacer era ir al colegio y sacar buenas notas. Y como a mí me gustaba estudiar, no tenía ningún problema con eso. El único inconveniente era que yo no sabía hacer nada. Es decir, no sabía sobrevivir porque mis padres se habían ocupado de todo durante muchos años, lo cual estuvo buenísimo. Pero después, cuando me tuve que aventurar al mundo, no sabía hacer nada. Y encima no manejaba el inglés muy bien, así que fue muy antinatural, para mí hacer eso”.

El primer paso de San Martín en Estados Unidos fue estudiar inglés. Su nivel no era muy bueno y necesitaba mejorar para ingresar a la Universidad. Superada esa etapa, aplicó a Cornell, una de las más prestigiosas casas de estudio norteamericanas: “En realidad fui a esa universidad simplemente porque mi padre había tenido un colega de trabajo que había estado allí. Pero todo lo que yo sabía de esa institución era que estaba en el estado de Nueva York. Y bueno, allí me encontré con un frío tremendo. Llegué en medio de un temporal de nieve. Me caía porque no sabía caminar sobre el hielo. Fue todo tan difícil que me encontré preguntándome qué estoy haciendo acá”.

A pesar de las inclemencias climáticas, el golpe que significó un cambio tan radical de vida y tener que valérselas por sus propios medios en un país con un idioma distinto, San Martín consiguió muy buenas notas en el examen de ingreso, pero no le alcanzó y su solicitud fue rechazada: “Acá, en Estados Unidos, los estudiantes aplican a seis, diez universidades. Yo pensé que era deshonesto aplicar a más de una universidad. Así que apliqué una sola. En ese momento pensé que se había terminado mi aventura”.

Cuando alguien tiene en claro lo que quiere, solo hay que seguir la brújula. Y Miguel estaba decidido a perseguir su sueño de trabajar en la NASA: “Un día, en un mapa, vi que en una ciudad llamada Syracuse había una universidad”, contó San Martín a TN Tecno. “Así que me subí a un autobús y me presenté al departamento donde hacen las admisiones. Les dejé mi currículum, las cartas del colegio secundario, las notas y me aceptaron. Ese fue mi primer paso. Me inscribí en ingeniería electrónica. No era la ingeniería aeroespacial que yo quería, pero necesitaba algo que yo sabía que iba a tener más probabilidades de éxito, especialmente cuando no manejaba bien el inglés. Así, mi primer objetivo de estar dentro de la universidad se había logrado”.

Su encuentro con Carl Sagan y el consejo que le encaminó su carrera hacia la NASA

Carl Sagan fue un renombrado astrofísico y divulgador científico estadounidense, gran responsable de popularizar la astronomía y la exploración espacial en las décadas del 70 y 80. Su habilidad para comunicar hizo accesibles para el público en general conocimientos y descubrimientos reservados hasta entonces para unos pocos. Considerado un referente y eminencia, es el creador de la aclamada Cosmos, documental de divulgación científica de 13 capítulos que fue emitida en 60 países y ha sido vista por más de 400 millones de personas.

San Martín conocía a Sagan desde antes de la serie. “Yo ya me había enterado mucho antes de Cosmos de quién era Carl Sagan, por el proyecto Viking”, contó con orgullo Miguel. Mientras estaba estudiando inglés, se enteró de que el astrofísico daba una materia en la misma Universidad. Así que sin pensarlo mucho, se empezó a colar en sus clases. Hasta que un día tomó coraje y lo encaró:

-Quiero trabajar para la NASA, ¿qué tengo que hacer?-, le preguntó Miguel.

-Tenés que estudiar mucha matemática y mucha física– contestó Carl Sagan.

Ese pequeño diálogo fue el primer contacto con la eminencia. El consejo de Sagan quedó resonando en la cabeza de San Martín. Si eso era lo que necesitaba para cumplir su sueño, lo haría. “Años después, en el JPL, me lo crucé varias veces y, tal vez de tímido, nunca volví a hablarle. Si de algo me arrepiento en mi vida es haberlo visto varias en caminar por los pasillos como un compañero de trabajo más, y no acercarme a darle las gracias por el consejo que me dio aquella vez”.

El camino a la NASA

Finalizados los cuatro años en Syracuse, San Martín, con la lección aprendida, aplicó para el posgrado en 4 universidades y fue aceptado en dos: Stanford, en California, y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (Massachusetts Institute of Technology) en Boston. “El MIT era una universidad a la que yo quería asistir porque allí todavía había profesores que habían participado en las misiones Apollo”.

San Martín entonces se inclinó por el MIT y se inscribió Aeronáutica y Astronáutica, carrera que explica de qué se trata y cómo es guiar, navegar y controlar naves espaciales. “Eso era lo que yo siempre, durante toda mi vida, había querido estudiar y aprender y no sabía qué nombre tenía. Así, mi próxima meta se convirtió en poder graduarme del MIT. Siempre es importante tener metas. Eso es lo que le digo a los chicos, a los jóvenes, cuando me preguntan cómo se hace para llegar a donde yo llegué. La respuesta es tener un plan a largo plazo. Definir la meta que vos querés y después metas a corto plazo. Y lo más importante de todos es que el joy. El camino hacia esa meta final tiene que ser divertido y tiene que darte algo. Te tiene que aportar algo para vos, como persona. Tenés que disfrutar el día a día. Y yo disfrutaba mucho de lo que yo estudiaba”.

Ese camino tuvo su primera escala en el JPL (Jet Propulsion Laboratory), el laboratorio dedicado a la construcción y operación de naves espaciales robóticas no tripuladas de la agencia espacial estadounidense. Este centro de investigación y desarrollo, financiado por el gobierno federal, recorre las universidades en busca de talentos para incorporarlos a sus equipos.

Así fue como Miguel se acercó a ellos y tuvo su primera entrevista. Sus buenas notas y entusiasmo sedujeron al JPL y lo invitaron a otra reunión en California: “Me ofreció trabajar en la parte de navegación de la misión Magallanes. Y dije ‘esto es lo que yo vine a hacer’, así que no lo dudé y acepté. Y esa fue mi primera misión, que se puso en órbita a Venus y con un radar pudo penetrar su atmósfera densa para poder realmente sacar imágenes de la superficie que nunca se había podido ver por su densa nubosidad”.

Después de ese desafío, y su participación en el proyecto Cassini a Saturno, comenzarían las misiones a Marte. Primero la Pathfinder en 1997 y luego SpiritOpportunity Curiosity y por último la Perseverance. Cada una de ellas tuvo su objetivo y representó un gran avance en la exploración espacial. Y Miguel tuvo su participación, cada vez más importante. Pero eso es otra historia, que también compartiremos en breve, en TN Tecno.

Texto Rodrigo Álvarez, TN Noticias

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