Si bien se conoce un buen número de personajes muy conocidos y populares a los que se les rinde culto, en nuestro país son muchos más los que solo son populares en alguna región o por una razón fortuita.
No obstante, sus seguidores son extremadamente fieles y lo manifiestan de manera muy contundente, ya sea con ofrendas, homenajes, preservando los lugares donde descansan, o rindiéndole culto y, obviamente, solicitando les cumpla deseo personales.
La lista de estos milagreros o milagrosos, como adelantamos, es sumamente extensa y muchos de ellos reconocidos por acciones en favor de pobres o necesitados, aunque ello lo hayan conseguido a través de haber cometido delitos que los llevó a enfrentarse con las autoridades policiales y en muchos casos encontraron la muerte, algunos de ellos. Luego de un tiempo prudencial algunos y otros casi de inmediato, fueron aceptados por la gente que los convirtió en santos devotos y mitos a los que se les rinde culto.
En su libro “Las devociones populares Argentinas”, Félix Coluccio se refiere a los mitos más conocidos, como “La Difunta Correa”, “La Telesita”, “La Madre María”, “Ceferino Namuncurá”, “Pancho Sierra”, “San la Muerte”, “Carlos Gardel” y hasta “Soledad Morales”
Pero, además, hace mención a una cantidad importante de personajes que se han convertido en mito y aporta datos vinculados con la vida, sus actos destacados y se refiere detalladamente sobre las causas de sus muertes, algunas realmente en situaciones dramáticas.
Uno de estos casos tiene que ver con “Pedrito Hallado”, de quien según cuenta la leyenda se trata de un niño recién nacido, que fue encontrado el 29 de junio de 1948 en agonía en las puertas del Cementerio del Norte en Tucumán. El niño fue bautizado en la Iglesia del lugar con el nombre de “Pedrito”, y como falleció a los pocos días fue sepultado allí mismo.
El dramatismo del hallazgo del niño en agonía, lo produjo la circunstancia que quien abandonó la criatura la dejó en proximidades de un gran hormiguero y las hormigas se encontraban devorando el cuerpo de la pobre criatura, cuando lo encontraron.
A todo esto, el sereno de esa necrópolis dijo que había escuchado los gemidos del niño, pero no se había animado a buscar entre las tumbas creyendo que podría tratarse de un alma en pena rondando entre las cruces de las sepulturas.
El hecho provocó tal impacto emocional en la población que desde entonces en esa fecha acude a rendirle culto, llevarle, flores, regalos y hasta útiles escolares.
Otro caso que entró también en la tradición popular es la de José Carrizo, cuya historia es conocida como “El alma del Quemadito”, hecho registrado en el Departamento de Copayán en Santiago del Estero.
De acuerdo a la leyenda, el joven fue condenado a morir quemado sin que se lo haya sumariado ni podido arrancarle una confesión sobre el hecho del que se lo acusaba.
Según la historia del caso se acusa del salvaje hecho al coronel Acha y los mismos pobladores, muy impresionados por el suceso, levantaron un cruz para recordarlo y las creencias populares afirman que “El alma del quemadito” suele verse deambulando por los campos y se escuchan voces que le hacen pedidos, especialmente vinculados con la pérdida o extravío de animales.
En Mendoza se rinde culto al “Gaucho Cubillos” quien según los datos históricos de éste, con el pretexto de ayudar a los humildes cometía delitos, especialmente robos.
De acuerdo a la leyenda, se afirma, que por lo general las víctimas eran las personas más adineradas y se cuenta también que por esas actividades, en varias oportunidades enfrentó a la Policía, saliendo siempre victorioso.
Sin embargo, en una oportunidad una partida policial lo encontró mientras descansaba y lo ultimó y se dice que esa situación de muerte violenta, fue la razón para que recibiera la canonización popular y creciera su leyenda.
Su tumba se encuentra en el cementerio de Las Heras en Mendoza, donde se observan placas de agradecimiento y diariamente muchas personas acuden a rezarle, agradecerle y pedirle por determinadas cuestiones. Como suele ocurrir por otra parte, la popularidad de Cubillos creció tanto que hasta circulan algunas poesías que recuerdan su figura y andanzas.
Al margen de estos santuarios populares, que se instalan en aquellas poblaciones donde se rinde culto a algún personaje del lugar al que le atribuyen razones para merecerlo, es común observar a la vera de rutas de todo el país, pequeñas “alpachetas”, altares, santuarios o ermitas levantadas en recuerdo y culto al alma de quienes han fallecido en forma trágica en accidentes o asesinatos.
En su interior se levanta un pequeño altar y sobre la pequeña edificación una cruz, imágenes de Jesucristo o distintos Santos y como las consideran además milagrosas, se dejan distintas ofrendas, como velas, flores, dinero u objetos personales.Esta misma cultura se conoce en Chile donde se las llama “animitas”, al igual que en Paraguay, en Perú en tanto se las denomina “almas” y son objetos de devoción, atribuyéndoseles milagros excepcionales.
Hay que destacar que la Iglesia no es partidaria ni está muy de acuerdo con este tipo de homenajes, incluso en oportunidades se ha expresado con cierta dureza al respecto y ha calificado a estos actos como “superstición”, y aunque considera al problema complejo, reconoce que se trata de una auténtica manifestación religiosa de las clases bajas que responde a los valores culturales de cada país.
Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma
Las Grutas – Río Negro