Tiempo atrás, ante una publicación relacionada con la organización de un concurso o certamen de “malambo femenino”, comenté que no me parecía apropiado porque el “malambo” es una danza exclusivamente de varones. Recibí entonces algunas respuestas agresivas y la opinión de ignorantes, respecto a que mi comentario era desubicado, exaltando entonces la habilidad de las chicas, su vistosa vestimenta, su ductilidad para el zapateo y novedoso para el espectáculo
Nadie, en cambio, comentó algo relacionado con el origen de la danza, su creación, el porqué de la misma y sus argumentos para rebatir mi aseveración, relacionadas con que el “malambo” es una danza exclusivamente de varones, tal como lo afirman también numerosos y expertos estudiosos, escritores, costumbristas, como también profesores de danzas.
Según investigadores y estudiosos, el malambo es un baile recio y varonil, en el cual la mujer permanece ajena coreográficamente y en sus destrezas se intenta imitar el galope del caballo y la hacienda cimarrona.
Sostienen además que la compañera femenina del bailarín es la tierra humilde y entregada, cuyo corazón vibra y se deshace en nubes de polvo fino y cálido es la tierra, la buena y amorosa tierra criolla.
Describen que el bailarín enamora un poco a lo gaucho y un poco a lo indio, a veces con suavidad a veces con violencia, en ocasiones con ademanes posesivos y audaces, aunque no brutales. La danza, agregan, se expresa o manifiesta con la fuerza y hondura de lo primitivo y natural.
El estudioso Benegas Lynch en 1880, opinó que ningún baile es comparable al “malambo”, porque en él el “gaucho” intenta lucir sus habilidades como danzante y agrega que en 1871 en Bragado, un “malambo” duró toda una noche donde se contaron más de 70 figuras distintas exhibidas por cada uno de los bailarines.
Al referirse al nacimiento de la danza, afirma que el hombre baila desde la edad de piedra, acaso desde el primer soplo de vida. Añade también que como en la mayor parte de nuestras danzas es difícil hallar las raíces de las mismas, incluido el “malambo”, aunque hay quienes estiman que puede tener su origen en Perú.
Al respecto, literatura de ese país que se refiere al carácter y costumbres de los limeños, señala entre otras cosas que en los “saraos” se bailaban “minués” y otros de origen español, como así también los derivados de negros esclavos.
Entre ellos mencionan a los bailes de uno solo, destacándose aquellos que les permitía demostrar su habilidad de bailar durante largo rato una danza a la que no se le conocía el nombre, aunque si se sabía que la mayoría de estos negros esclavos africanos residían en una barriada Limeña conocida como “malambo”.
Resulta también bastante difícil establecer la fecha del arribo de esta danza a nuestra tierra y curiosamente en 1837 se encuentre que un “volatinero” de un circo baila sobre la maroma el “malambo”. Otra versión afirma que en 1820 Eduardo Gutiérrez al hacer referencia a una fiesta en la estancia “Los Cerrillos”, el propio Rosas bailó el “malambo”.
Siempre en la búsqueda del origen de esta popular danza, nos encontramos con escritos de Vicuña Mackenna de 1887 quien al referirse a antiguas danzas que sobrevivieron a la Colonia, figura el “malambo” que vino de África, donde los negros tienen un Dios con ese nombre y añade que en Chile el baile se conocía también en 1817 con el nombre de “La Campana” y era considerado muy parecido a l “malambo”, aunque no se confrontaba o se bailaba en contrapunto.
En el libro “Danzas Tradicionales Argentinas” en el que su autora, la investigadora, escritora, profesora y poeta, Clotilde P. L. de Piorno, “La Ñusta” nos ofrece información relacionada con los orígenes y significación de nuestras danzas, como asimismo detalla las coreografías de las mismas.
En su trabajo “Ñusta” destaca que cuando un criollo baila y muestra su singular maestría, no es para expresar “esto valgo yo”, sino para dejar en claro, “esto vale mi raza” para añadir que las mudanzas que se ejecutan en el “malambo” muchas y variadas, desde la sencilla de punta y taco, hasta los más briosos repique y airosas escobilladas.
Destaca por otra parte que el baile se afea o desnaturaliza, con zapateos desaforados, saltos y contorsiones, ya que la prestancia de la danza reside en el mantenimiento del ritmo y el compás, lo que hace que mantenga el prestigio y la estima al juntar la habilidad y la resistencia aunadas.
Por lo tanto, se puede afirmar, sin duda alguna, que la popular y tradicional danza es considerada exclusivamente baile de varones.
Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma
Las Grutas – Río Negro