No demasiado lejos en el tiempo, los curanderos ocupaban un lugar bastante influyente en las comunidades pueblerinas, quizás por ser considerados sanadores tradicionales que utilizaban para ello diversos elementos.
De acuerdo a quienes han seguido con atención las actividades de estos curanderos, mencionan las curas con elementos naturales para males físicos como espirituales.
Se considera además, teniendo en cuenta su posición antropológica, la incorporación de los roles tradicionales del hombre que cura, incorporando enfermedades mentales, emocionales, físicas y espirituales a través de diversos tratamientos.
En estos casos contemplan tratamientos herbolarios y masajes, como la sanación de males con ayudas de espíritus y deidades. Se les atribuye asimismo a los curanderos diversas técnicas o disciplinas que incluye el uso de hierbas, los rezos, los hueseros, los que atienden los partos y quienes utilizan otros recursos.
El curanderismo, según afirman quienes se han ocupado del tema a través del tiempo, constituye un remanente de tradiciones mágico–religiosas profesadas por los pueblos originarios del continente americano, previo a la llegada de los europeos.
En la actualidad, las prácticas del curanderismo en los países de América, se extendieron más allá de este continente y desde 1990 es habitual saber de la presencia de curanderos en ciudades del norteamericano.
Cuando se habla o se hace referencia a este tema aparecen dos figuras relevantes de esta actividad, como Pancho Sierra y María Salome o la Madre María.
Según documentación al respecto, Pancho Sierra nació en Pergamino y en determinada ocasión fue consultado por María Salomé por su enfermedad y al curarla le anticipa que no podrá tener en el futuro hijos de sus entrañas, pero en cambio tendría miles de hijos espirituales.
Curiosamente, Pancho Sierra y la Madre María se convertirían luego en los íconos de los curanderos, y si bien era común o frecuente la existencia de uno de estos personajes en los pueblos, cuando se hacía referencia a estos aparecían siempre Pancho Sierra y la Madre María, de quienes se comentaban curas excepcionales.
De acuerdo a los datos existentes, Pancho Sierra era hijo de una familia acaudalada, con campos en la localidad de Salto en la Provincia de Buenos Aires, estudio en la ciudad Capital y dicen que tras una decepción amorosa se recluyó en un campo de una familia amiga en proximidades de Pergamino.
Es allí donde se produce el periodo de introspección y se estima también que puede haber vivido una revelación divina, por lo que se dedica a ayudar a los pobres y además a curar a quienes llegan a la estancia a solicitarle ayuda. Es entonces que comienza a crecer su fama de curandero o sanador, al adjudicársele curas milagrosas.
Por caso, se cuenta que personas que llegaron en búsqueda de alivio para su salud, pero impedidas de movilizarse por sus propios medios, se fueron caminando.
Su fama fue creciendo de tal forma que eran numerosas las personas que acudían en su auxilio, sin diferencias de clases sociales ya que las consultas llegaban tanto de personas y familias de buen pasar, como peones, trabajadores rurales y de otras actividades.
Por esta razón, Don Pancho como se lo conocía se convirtió en un referente ineludible entre los sanadores y un guía espiritual para quienes se enrolaban en escuelas espiritistas. Precisamente, a raíz de los testimonios relacionados con las visitas y dichos de conocidas personalidades del espiritismo lo vinculan a esas actividades.
Uno de los más conspicuos referentes del “espiritismo” escribió:
«Don Pancho tenía un consultorio chiquito (…) Un mostradorcito chiquito y había tres copas arriba del mostrador: una copa color amarillito, la otra natural y la otra borra de vino, y una botella de litro con agua… EI remedio que daba sabe lo qué era? Le llenaba esa copa y tenía que tomar tres tragos de agua en nombre de Dios, de la Virgen y del Espíritu Santo, y lo hacía rezar tres Credos, tres Ave María y tres Padre Nuestro… Ese era el remedio que le daba … Yo hasta ahora tomo el agua en nombre de Dios, la Virgen y el espíritu de Pancho Sierra … Yo no sé si me conservo tan bien a causa del agua.. »
Otro valioso testimonio corresponde al escritor vasco-argentino Francisco Grandmontagne, al rememorar sus años pasados en Pergamino, provincia de Buenos Aires para la revista Caras y Caretas (1932), quien también tiene un recuerdo agradecido para Pancho Sierra al afirmar:
«Tuve el honor, en el Salto, de ser cliente gratuito de don Pancho, que no era curandero milagrero, sino un gran anatomista empírico, que sabía de averías óseas cuanto hay que saber. Lo afirmo por la experiencia de mi propio tobillo, que él supo meter en quicio con maestría insuperable. Algún día lo contaré, ensalzando debidamente la memoria de don Pancho…»
En realidad, todo el material consultado sobre Don Pancho Sierra coincide en la eficacia de sus diagnósticos y métodos curativos, que no iban más allá de un vaso de agua de su propio aljibe y algunas pocas palabras, por lo que no reclamaba compensación económica.
Los restos de Don Pancho o el Gaucho Sanador, como se lo conoce también, descansan en el cementerio de Salto donde es constante el desfile de agradecidos por el accionar en beneficio y el aporte efectuado en favor de la salud.
Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma
Las Grutas – Rio Negro