De acuerdo a la información sobre esta temática, Pancho Sierra y María Salomé Loredo y Otaola de Subiza, conocida como La Madre María, son los más relevantes o representativos del “curanderismo” nacional.
María había nacido en Turdera, España, en octubre de 1854, llegó a nuestro país a los 14 años y se instaló en Saladillo, provincia de Buenos Aires. A los 19 años se casó con José Antonio Demaría, político y terrateniente y a los 23 años quedó viuda.
Poco tiempo después, María cayó enferma y pese a los esfuerzos y empeño de los médicos, estos no encontraron la solución a su enfermedad, por lo que siguiendo el consejo de una amiga visitó a Don Pancho Sierra, encuentro que, según se atestigua, le cambió totalmente la vida.
Don Pancho le habría dicho, de acuerdo a testimonios de la época; “No tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos espirituales. No busques más, tu camino está en seguir esta misión”.
María volvió a casarse a los 28 años y ante la muerte de su segundo esposo, Aniceto Subiza, dio comienzo su vida dedicada a la gente necesitada. Su casa entonces se convirtió en una especie de templo, al que llegaban verdaderas multitudes en búsqueda de ayuda espiritual, consejos o milagros.
En menos de una década sintió la necesidad de emprender su misión, al sostener que la grandeza del Universo es la fe en Dios y la regeneración de la humanidad. Su popularidad e influencia creció tanto, que hasta los diarios más influyentes como La Nación y La Razón afirmaban que sus seguidores la consideraban la continuadora de Jesucristo en la tierra, que vino a enseñarnos el camino con la palabra y el ejemplo.
Si bien se puede afirmar que se la consideró continuadora de la obra de Jesús por algunos sectores, otros sin embargo le hicieron sufrir la incomprensión, fue perseguida, sufrió la ingratitud y la ignorancia, como su nombre fue utilizado por mistificadores, curanderos y manosantas.
No obstante, a pesar de estos padeceres, la Madre María fue objeto de una devoción popular que la ubica entre las más reconocidas, por haber sostenido con profundo sentir filosófico la existencia de las reencarnaciones del espíritu.
Se afirma que de sí misma habría dicho que “solo era una hija obediente de Dios, cuya voluntad es la que debe cumplirse en la vida humana, siendo la tierra el taller de la perfección espiritual”.
La situación dio un vuelco impensado, cuando se conocieron palabras que se le atribuían y que se interpretaban como una despedida, que textualmente decían “Discípulos míos, siento que me voy de este mundo. El 28 de setiembre daré mi última conferencia. Mi fin está próximo”.
Sus allegados y seguidores estaban desorientados, debido a que no se advertía que estuviera soportando alguna enfermedad y tampoco conocían o sospecharan alguna otra razón.
Lo cierto es que el día indicado para su última disertación, una verdadera multitud se dio cita frente a su domicilio de la localidad de Temperley. María apareció entonces frente al púlpito ataviada como siempre lo hacía, con un largo sayón blanco, un crucifijo de oro sobre su pecho y un ramo de flores en su mano.
Los testimonios de aquella ocasión aseguran que en esa oportunidad María no habló como siempre ya que contrariamente a lo que habitualmente hacía, se limito a un vaticinio apocalíptico, al expresar; “Queridos hijos, mi misión en la tierra termina pronto. Hoy me toca despedirme, pero no lloréis, pues me voy al lado de Dios. Allá no existe la ley del hombre que tantas trabas me puso en la tierra. Sé que esta misión seguirá y se agigantará. Os puedo asegurar que llegará un día en que será reconocida como una verdadera religión en todo el ámbito del país.”
Siguió con vaticinios como que vendría la segunda guerra mundial, que Europa desaparecería en medio de terremotos e inundaciones, que habrá un gran desarrollo de la inteligencia humana, aunque muchos la utilizaran para el mal, que habrá dinero, pero poco para comer, que faltaran viviendas y que habrá familias enteras separadas por el odio y la venganza.
Los presentes tomaron sus palabras como una abierta despedida y así fue, ya que tras bajar del pulpito se encerro en su habitación, de la que salió muerta a los cuatro días del acontecimiento. De acuerdo a los historiadores como Jorge Omar Novoa, el corazón de María dejó de latir el 2 de octubre de 1928.
Los restos de la Madre María descansan en el Cementerio del Oeste donde se le rinde culto, al igual que en los vecinos países como Uruguay y Brasil. Además, es necesario recordar que la vida de la Madre María también fue llevada al cine en 1974 y fue protagonizada por la desaparecida actriz, Tita Merello.
Los historiadores aseguran que la Madre María fue discípula de Pancho Sierra y entre sus seguidores o continuadores se reconoce al hermano Miguel, cuyo nombre es Miguel Maresco Duval, a quien también se le rinde culto en el “Santuario Culto Cristiano Irma de Maresco”, que se trata de la madre del Hermano Miguel.
Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma
Las Grutas – Río Negro