Como tantas otras historias, nuestro amado hornero debe su existencia a una historia de amor, que no muchos conocen. Como se sabe, el simpático pájaro, que además ostenta la distinción de ser nuestro ave nacional, tiene el privilegio de habitar en casi toda América del Sur.
En el país se conoce una leyenda de origen guaraní que surge o cobra vida a raíz de una histórica leyenda en la que predomina el amor, como no podía ser de otra manera.
De acuerdo a la leyenda, que como en todos los casos se conocen y tienen vigencia porque los mayores atesoran estas historias entre sus recuerdos y con afecto, amor y generosidad, la hacen conocer a las nuevas generaciones.
Según esta historia, un joven cazador de nombre Yahé, luego de una dura jornada de cacería se recostó a dormir a orillas de un río y al despertar advirtió que a su lado se encontraba la hija del cacique de la tribu.
Quiso la circunstancia que los jóvenes se miraron y se enamoraron, pero una antigua tradición, que establecía que para lograr la mano de la hija del cacique, debía participar de una competencia que se celebraba para el tiempo de la cosecha.
Como era de suponer, el joven Yahé no dudó un instante en participar de la competencia, aunque de inmediato advirtió que los anotados eran muy numerosos y que las pruebas que tendrían que vencer junto a sus contrincantes, eran muchas y muy duras.
No obstante, Yahé y otro joven llamado Aguará fueron superando las distintas pruebas o competencias entre si y llegaron a la final, que se sabía se trataba de una prueba sumamente dura que debían sortear.
La misma constaba en que el cacique junto a los más ancianos de la tribu enrollaron a los dos jóvenes en cueros de “yaguareté” mojados y posteriormente los ataron a cuatro estacas.
Cuenta también la leyenda que los jóvenes competidores, que habían logrado el derecho de participar de la dura prueba final tenían que soportar en ese envoltorio, casi sin movimiento alguno y sin alimentarse durante nueve días.
Los días iban pasando y los jóvenes se mantenían firmes en su propósito de poder superar la difícil y torturante prueba para ganar el amor de la joven.
Luego del tercer día, Aguará no resistió y abandonó la competencia a pesar del dolor que le causaba perder el amor de la joven hija del cacique, aunque su abandono no quería decir que la prueba había sido ganada por Yahé, quien para ser declarado ganador tenía que aguardar los nueve días que duraba el enfrentamiento.
Al cumplirse los nueve días como estaba establecido, quitaron los cueros que cubrían el cuerpo de Yahe que era declarado el ganador. Sin embargo, al quitar los cueros los presentes quedaron atónitos al observar como el esbelto físico del joven Yahé se iba achicando o encogiéndose hasta convertirse en un hornero que, de repente, alzó vuelo para posarse en un árbol donde construyó un nido.
Al tomar conocimiento de lo ocurrido, la joven hija del cacique pidió al Dios Tupa que la convirtiera también en un pájaro, deseo que se cumplió y posibilitó que los jóvenes amantes se encontraran convertidos entonces en una nueva especie de ave, que fue bautizada como los horneros.
Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma
Las Grutas – Río Negro