Patagones y Viedma en años 1800. Pocas mujeres, prostitución y sociedad de época

 

La falta de mujeres en la Patagonia constituyó un problema en los momentos iniciales de su poblamiento,  después de la llegada del ejército con el general Roca en 1879 a las márgenes del río Negro, en los principales asentamientos que se fueron radicando sobre el extenso litoral marítimo, hasta la Tierra del Fuego entre fines de los siglos XIX y el  transcurrir del XX.

Esta historia tuvo comienzo en el poblado de Carmen de Patagones, fuerte y puerto fundado por los españoles en 1779, conocido como “el último pueblo de la tierra”, anterior a la colonia galesa radicado en Chubut en 1865.

Sus integrantes, provenientes en gran parte de Galicia conocedores de su árbol genealógico y lazos de parentesco, constituyeron un núcleo cerrado, una especie de aristocracia, donde sus integrantes ante la falta de mujeres se casaron entre pares, conformando una pequeña sociedad endogámica.

Esta situación comenzó a cambiar cuando las familias tradicionales, propiciaron el casamiento de sus hijas con oficiales de la marina y el ejército que cumplían tareas temporales en Patagones y ya  en la cuarta generación aceptaron la unión de las muchachas maragatas con los descendientes de los hijos de inmigrantes italianos, alemanes, ingleses y otros extranjeros que se habían radicado  en la región. De todas maneras, la falta de mujeres se percibía no obstante el crecimiento de las poblaciones y la preeminencia de varones solteros para cumplir con el servicio militar en las guarniciones, o ciudadanos que llegaban del Norte en busca de trabajo y mejores horizontes personales.

En el museo histórico de Patagones todavía se puede consultar un documento donde consta la queja de un vecino, allá por 1840, padre de tres hijas mujeres, que no pudo cumplir su deseo de abandonar el pueblo, por la denuncia de vecinos solteros, ante el comandante del Fuerte, quien avaló la inquietud de los tan airados representantes del sexo fuerte.

 El ingeniero Francisco Ebelot, que integró el grupo de científicos que acompañó las columnas del ejército nacional escribió una obra, “La Pampa,” haciendo referencia  entre otras particularidades a lo que llamó “las mujeres perdidas”, es decir prostitutas, que con ironía indica que fueron empleadas ”como métodos de colonización” y enviadas por la fuerza y en gran número  por el gobierno central a Bahía Blanca y Patagones. En ambos destinos fueron resistidas por los intendentes pero se mezclaron con el vecindario  y se casaron formando familias, episodios que se repitieron en otros lugares de la Patagonia y que todavía se guardan bajo siete llaves.

La tradición oral en  Patagones recogió la figura de una de ellas, Juana Leyton, quien recibía hombres en una casa de la periferia del pueblo, famosa por portar una gigantesco facón que portaba cubierto por una falda, arma que sabía esgrimir en peleas y discusiones en los pirigundines del puerto y otros escenarios no recomendables.

Por otra parte, un libro de Omar Cricco, titulado “Una historia de Choele Choel”, relata que los soldados apostados en la isla de Choele Choel pedían permisos para ir en pequeñas partidas a buscar ”chinas”, es decir secuestrar mujeres indígenas, muchas de las cuales terminaron siendo las parejas o las esposas formales  de esos hombres.

Ya avanzado el siglo XX los empresarios de este sórdido negocio desde Buenos Aires promovieron´ la instalación de prostíbulos en los recientemente creados territorios nacionales facilitando la llegada de las “pupilas” por intermedios de los transportes marítimos que facilitaban su posterior rotación. En Viedma, ya con su jerarquía de capital, funcionó una de esas casas instalada  a pocas cuadras de la Gobernación. Esta incorporación alteró el rutinario paisaje de los entretenimientos masculinos, limitados hasta entonces a la asistencia a los boliches de copas con mesas de juego de naipes, billares, y cancha de bochas. Y tuvo resistencias desde distintos sectores, propios de una sociedad  conservadora, de empleados públicos y  productores ganaderos, con una fuerte influencia de la iglesia católica y la congregación salesiana.

El lugar tuvo las características similares a otros radicados más al Sur. La recepción era un  salón al frente del edificio, donde las muchachas del local, antes de ingresar a los “reservados”, alternaban con los visitantes,  que consumían bebidas, bailaban  al compás de guitarras y violines o música proveniente de los tradicionales discos.

 Allí, en ese escenario, fueron figuras infaltables de la noche hijos de influyentes familias de Viedma, convertidos en admirables bailarines del tango con todo el repertorio del estilo bien “canyengue”, conductas que se convertían de un día para el otro en la comidilla de la gente.

 Esos mismos jóvenes eran los mismos caballeros que concurrían a las fiestas de gala que organizaba la sociedad viedmense para algunas ocasiones especiales, como la presentación de sus hijas quinceañeras, que tenían lugar en el edificio actual de la Municipalidad o en el todavía imponente salón gris de la Casa de Gobierno. Esta variante lugareña de cabaret pueblerino, perduró hasta su cierre en los primeros años de la década del 30  casi coincidentemente con la declaración de Viedma como Diócesis de toda la Patagonia y la llegada de su titular, el obispo monseñor Nicolás Esandi.

Toda la documentación histórica referida a las mujeres que transitaron por ese prostíbulo así como los expedientes de cada una de ellas confeccionados por las autoridades sanitarias municipales  fueron inutilizados por la inundación de los sótanos del Centro Municipal de Cultura, convertido  irresponsablemente en improvisado archivo, así como de otros documentos de valor sobre el pasado comunal.

Pero se debe destacar aquí, en este rápido sobrevuelo, el valioso trabajo de la periodista y escritora bahiense Virginia Haurie que en su libro “Mujeres en tierra de hombres” rescató, un hecho casi desconocido hasta entonces como fueron las deliberaciones de la primera reunión de los gobernadores de los entonces territorios nacionales realizada en Buenos Aires en 1913, donde se trató entre distintos temas, específicamente el problema de la falta de mujeres en aquellas poblaciones ubicadas al Sur del río Colorado y el aumento de la prostitución

Durante las deliberaciones, subraya Haurie, el gobernador de Tierra del Fuego Fernández Valdés adelantó  que la comisión que trataba el asunto de la convocatoria no solo propone que se contemple  el envío de “mujeres honestas”, sino también “esas flores del pantano cuyo trasplante a los territorios pueden concurrir con eficacia  al fin de poblar la Patagonia”.

Los integrantes de esa Comisión, los representantes de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego -las de menor cantidad de mujeres de todo el Sur-  sugirieron que ”para los empleos se brindara la prioridad a personas con familia para ser colocadas en industrias que necesiten el trabajo de la mujer y que se autorizara  el envío de mujeres condenadas”. Este último tópico despertó opiniones encontradas entre los gobernadores, ya que había antecedentes nada favorables de lo sucedido en Tierra del Fuego, donde en 17 años se habían transportados al lugar las primeras nueve presas. No hubo acuerdo, se impuso el empate,  y la solución del entredicho fue  dejar la posibilidad de  enviar presas  a cada territorio según el criterio del gobernador. El mandatario de Río Negro  Carlos Gallardo  expresó “no quiero que a mi jurisdicción se le cuelgue el sambenito que forma su población con el aporte de estos elementos, porque allí hay muchas mujeres honestas y no quiero que las manzanas podridas contaminen a las  buenas”.

Al final de ocho días de deliberaciones reflejadas en los grandes diarios de Buenos Aires quedó redactada la  reglamentación de la prostitución en los territorios patagónicos así como la condiciones y la autorización para el funcionamiento de los locales dedicados a esa actividad, ubicación de los mismos en los ejidos urbanos, número de pupilas en cada uno, preservación de normas de higiene etc. Un integrante de la Comisión  que trató  el tema puntualizó: “Después de haber tratado sobre las bellezas naturales de la región, ingresamos en todo esto que es una lacra social…. No sé como llamarla porque institución no es, servicio público tampoco… en fin, lo llamaré servicio fisiológico”. (APP)

 Texto: Nelson Omar Livigni, periodista de Viedma y Carmen de Patagones, director de la agencia de noticias APP

Título original de la nota: La falta de mujeres en los tiempos del poblamiento de la región patagónica

 

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