¿Quién no vió una luz mala alguna vez?

Esto como consecuencia que con mucha frecuencia escuchaba conversaciones entre las personas, en las que se hacía referencia a la “luz mala”, en el marco claro, cuando el tema giraba en torno a narraciones o manifestaciones relacionadas con el terror.

Obviamente que ello se vinculaba además con el mito que figura entre los más extendidos o divulgados en el folclore de nuestro país, que se sabe cuenta con una gran cantidad  de versiones y a pesar de ello no se conoce con exactitud donde está el origen de la misma.

Claro que el tema ha generado manifestaciones diversas, como asociarla con los fuegos fatuos, que según algunos consideran como un fenómeno de la ciencia moderna y surgen a raíz de la putrefacción de cuerpos orgánicos, hecho inexplicable del pasado, faltan entonces quienes estiman  que pudo haber sido el origen de historias como esta, que aún perduran.

Por tal razón se siguen escuchando a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra y también fuera de ella las más tenebrosas historias de las misteriosas y terroríficas “luces malas”, las que como hecho que perdura en el misterio, sin que se le encuentre una razón comprobable sobre su existencia, continúa ejerciendo en quien se topa con su inexplicable presencia, una fuerte sensación de temor, como ocurre generalmente ante algo que no se le encuentra explicación.

Existen versiones de todo tipo respecto de la aparición de estos fenómenos, y a la mayoría –como dijimos – no se le encuentra explicación alguna, ya que donde aparece un elemento que se puede tomar como valido o certero, de inmediato surge aquello que te hace dudar.  Como ejemplo, podemos acudir a dar credibilidad a la fosforescencia de restos de osamentas halladas en los campos, pero de inmediato la duda  nos invade cuando las luces adquieren movimiento.

Ejemplos como este seguramente encontraremos en infinidad de ocasiones, especialmente cuando surgen temas relacionados con experiencias de este tipo o cuando en alguna reunión aparece un cuento, relato o leyenda, relacionado con estos misterios.

Cuando el tema se nos presenta llega porque no falta quien se refiera a la aparición por las noches muy oscuras, en medio del campo o parajes desolados, un resplandor que emerge del suelo y permanecer inmóvil, moverse o desplazarse.

En algunos relatos se incluye la posibilidad que la luminosidad no solo se mueva o desplace de un lugar a otro, sino que puede interpretarse que la misma persigue a quien la está percibiendo.

A raíz de ello a quienes se refieren a “la luz mala” como  un alma en pena, considerando que se trata de un “espíritu” de alguien que se resiste a morir o de quien no recibió cristiana  sepultura.

Claro que, como ya lo dijimos, existen numerosas versiones y leyendas respecto de este fenómeno, aun indescifrable, y no faltan entonces los que consideran o interpretan que la “luz” aparece porque tiene una importante misión. La misma consiste en que se encarga de proteger objetos de valor, especialmente los metálicos y más precisamente tesoros de oro y plata enterrados.

Por esa misma razón, la leyenda sostiene además que nadie se atreve o intenta excavar en el sitio donde aparece la luz, por temor a recibir un castigo sobrenatural, por su osadía.

Debemos destacar que esta leyenda se conoce en muchas partes, pero tiene un arraigo especial en Argentina, Uruguay y Chile, como otros pueblos americanos, especialmente en las zonas rurales, campos o bosques.  Lo más común que se escucha al respecto es que se trata de una persona muerta que busca su sepultura.

Otra versión se orienta a que en muchos lugares se la conoce como, “el Farol del diablo” y esa creencia surge, por los movimientos de un lado a otro, siempre a media altura como si hubiera alguien que la está controlando.

A estar por las leyendas, al encontrarse con la “luz” la persona debe decir una oración, mirar hacia el cielo, con intención de elevar el rezo y si dispone de un cuchillo, morder la vaina. Otras opiniones aseguran que pocas personas se arriesgan al día siguiente, a pasar por ese mismo lugar y quien lo ha hecho y excavado solo halló restos de alfarería  indígena y algunos trozos de metal, que podrían ser de oro o plata, de allí también que la luz es custodia de tesoros.

Las leyendas, relatos y cuentos sobre este asunto abundan, pero si embargo para la ciencia, la “luz mala” no existe y solo se trata – ya lo adelantamos- de la fosforescencia por la descomposición de materias orgánicas que se encuentran sobre el suelo o enterradas a poca profundidad o reflejos, que podría provocar la luna sobre esqueletos de animales.

Lo cierto es que, exista o no la “luz mala”, siempre aparecerá o estará presente en las conversaciones en las que se consideren hechos o circunstancias misteriosas o tenebrosas.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas  –  Río Negro

 

 

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