Por sus severos problemas de salud un hombre de poco más de 40 años permaneció alojado en una residencia de cuidados más de la mitad de su vida. Su familia pensaba que había muerto, pero el trabajo de la Defensa Pública de Menores e Incapaces y de la Oficina de Servicio social les permitió volver a tener contacto.
Lito –el sobrenombre es ficticio para resguardar el anonimato y los derechos del protagonista de esta historia – tiene poco más de 40 años y tuvo una historia de vida muy dura. Nació en la zona rural de la provincia de Río Negro y vivió su infancia en un campo ubicado a varios kilómetros de un pequeño paraje.
Su padre y su madre formaron una familia numerosa pero mantenían un vínculo violento, por lo que en el hogar se repetían las situaciones de agresiones verbales y físicas. Como consecuencia de ello, sus hijos e hijas –es decir Lito, sus hermanas y hermanos– generaron fuertes lazos de confianza porque necesitaban cuidarse mutuamente a pesar de corta edad.
A medida que iban creciendo, los hermanos y hermanas se fueron emancipando y se mudaron a vivir a otras ciudades. Solo Lito y un hermano quedaron en el hogar y permanecían al cuidado de su mamá.
Desde chiquito Lito tuvo problemas de salud, pero no fue correctamente diagnosticado. Tenía episodios de epilepsia, pero su familia no contaba con las herramientas para darle el cuidado y los tratamientos necesarios. El hecho más grave se registró cuando, durante uno de esos episodios, cayó sobre un fuego y sufrió importantes quemaduras.
En otras ocasiones ya había sufrido accidentes domésticos similares, pero esta vez debió ser trasladado a un centro de salud de mayor complejidad alejado del paraje más cercano al campo donde vivía.
Al detectar la situación de vulnerabilidad en la cual se encontraba, las autoridades de salud comenzaron a analizar la mejor alternativa para su paciente y propusieron que se lo derive en un centro de cuidados.
Como los hechos ocurrieron hace más de dos décadas fue dificultoso reconstruir la historia. No se conoce con exactitud las circunstancias que rodearon a la información que se le suministró a la familia sobre lo que había sucedido con Lito. En ese contexto, ellos creyeron que había muerto y nunca se enteraron de su alojamiento en una residencia de cuidado. Por eso, durante más de veinte años no recibió visitas y no tenía familiares que pudieran ayudarlo a tomar decisiones o ejercer sus derechos.
Además de la epilepsia, Lito también convive con discapacidades vinculadas al aprendizaje, a la comunicación y a la movilidad que le impiden cuidarse sólo y necesita ayuda para realizar actividades cotidiana como por ejemplo higienizarse, alimentarse o tomar la medicación.
La Defensoría de Menores e Incapaces, que estuvo a cargo de controlar la residencia donde se encuentra alojado, detectó la situación de Lito y su nulo contacto con su familia. Por esto requirió la intervención de la Oficina de Servicio Social del Ministerio Público para que realice un informe de situación y de la Unidad de Derechos Sociales para que tome intervención.
El trabajo en red que desarrolló la oficina de servicio social fue fundamental. Referentes del centro de salud que intervenía en la situación, del área de desarrollo humano, de la oficina de personas con discapacidad y profesionales del área de la salud mental colaboraron para poder contactar a dos de los hermanos de Lito.
“Al principio no lo creíamos. Pensábamos que se trataba de un error, que nos equivocábamos de persona, pero finalmente nos dimos cuenta que no”, comentaron desde el área de Servicio Social. A partir de ese momento los hermanos comenzaron a visitarlo con frecuencia.
La historia tuvo su punto máximo de emoción cuando su mamá pudo reencontrarse con su hijo. Si bien es una persona de edad avanzada y con algunos problemas de salud pudo visitarlo en el que fue el hogar de Lito durante las últimas dos décadas.
Quienes presenciaron el momento, con la emoción a flor de piel, describieron que pudieron reconocerse al instante. Con sólo mirarla, escuchar su voz y tocar sus manos, Lito dijo una única palabra que haría ese reencuentro tan épico como inolvidable: “mamá”.
Los profesionales que conocen de cerca a Lito y su día a día, confiaron en que se muestra más activo “contento ante las visitas” que le hacen sus hermanos y su madre. A pesar del largo periodo temporal por el cual no se mantuvo contacto, todos comienzan a regenerar poco a poco ese vínculo familiar.
Desde lo estrictamente judicial, ahora sus familiares se han transformado en curadores. Esto los habilita a evaluar y ayudar a Lito a tomar decisiones respecto a su situación actual y a poder ejercitar los derechos que le asisten.
Las oficinas de Servicio Social de la Defensa Pública
Las oficinas de servicio social del Ministerio Público permite brindar una atención más específicas de las personas que son asistidas por al defensa pública. Brindan atención y contención en las necesidades de los usuarios en las problemáticas que se relacionan, pero que no necesariamente son temas jurídicos.
Su tarea se centra en brindar asesoramiento, información y asistencia a los y las defensores oficiales, como así también a los usuarios del sistema de justicia. Elaborando distintas estrategias de trabajo y funciones extrajudiciales – tal como sucedió en este caso – buscan mejorar la calidad de vida y garantizar el efectivo cumplimiento de los derechos de las personas a las que asisten.
TEXTO: MINISTERIO PUBLICO DE LA DEFENSA / RÍO NEGRO