Después de la llegada del general Julio Argentino Roca a la isla de Choele Choel en 1879, para consolidar la presencia del estado nacional en el vasto territorio austral, se puso en marcha la etapa de expandir la ganadería y afianzar distintas poblaciones, un fenómeno escasamente conocido o por lo menos insuficientemente valorado.
Y en esa actividad ruda y a veces violenta, teniendo en cuenta las grandes distancias y los rigores climáticos, los pioneros que ocuparon tierras convocados por el estado, estuvieron obligados a traer ovejas desde las Islas Malvinas, primero en escasas cantidades por los condicionamientos y los peligros del traslado marítimo y más adelante por la ruta terrestre de la costa, organizando los grandes y todavía recordados arreos que partieron desde Patagones, Viedma, Guardia Mitre y General Conesa, algunos de los cuales transitaron durante casi dos años por toda la extensión patagónica.
El transporte por mar constituía un verdadero albur y significaba pérdidas muy elevadas. Y el transporte terrestre desde Río Negro entraba en la categoría de las aventuras, debiendo considerar los grandes sacrificios y manejar una disponibilidad de tiempo de entre 18 y 24 meses que era lo que podía tardar un arreo a través de semejantes distancias.
Los descendientes de los viejos pobladores no olvidaban relatos de sus padres sobre verdaderas desgracias, como la que protagonizó la goleta Santa Cruz cuando enfrentó un violento temporal y el oleaje le arrebató 500 ovejas.
Algunos de los arreos fueron acompañaos por el éxito y otros concluyeron en verdaderos desastres, pero todos pusieron de relieve el temple de los hombres que estaban forjando el poblamiento del lejano sur a través de tierras inhóspitas y ríos correntosos.
Ensayando una enumeración de aquellos audaces proyectos, con el riesgo que resulte incompleta, vale recordar el primero los grandes arreos que se convirtieron en páginas fundacionales de la ganadería patagónica. Se trata del arreo de 1885 con los oficiales Laciar y Crespo con 2.500 ovejas y cien vacunos desde General Conesa a Puerto Deseado, y el de 1887 de los hermanos Rud desde Río Negro al valle de Gallegos, con cientos de cabezas de las que perdieron dos terceras partes durante el viaje.
Después viene la epopeya de Enrique Jamieson junto a Tomas Sanders, Mac Lean y Juan Hamilton, quienes condujeron a destino 5.000 animales. Fue la primera vez que se logró mantener entera toda una majada con un recorrido tan extenso. Salieron de General Conesa el 18 de junio de 1887, después de comprar hacienda en Patagones y Viedma. Junto a ellos se sumaron 500 caballos adquiridos en las Sierra de Curú Malal a unos 30 kilómetros de Bahía Blanca.
Viajaron con ellos entre 10 y 15 perros y algunas carretas. Recorrieron más de 1.500 kilómetros por el desierto, poco pasto y poca agua, soportando fríos intensos, vientos huracanados, heladas y también calores de verano. Y cruzar ríos correntosos como el Chubut, el Santa Cruz, el Coyle y el Gallegos. Durante el viaje tuvieron que esquilar la gran majada y retener la marcha mientras las ovejas tenían crías. Mantuvieron unida la majada y llegaron a destino con el 50 por ciento más de animales.
En 1891 se registran los arreos de William Hope, de Río Negro a la Bahía de San Julián, en el mismo año el de Enrique Batanchó que intentó trasladas 10.000 animales perdiendo más de la mitad en el largo y azaroso camino. Y en 1892 el de los hermanos Schmit, con caballos desde Río Negro y con lanares del valle del Chubut, considerado el más rápido de los arreos ya que apenas tardó diez meses para arribar a su destino en la cuenca del rio Coyle.
Para finalizar esta reseña acudimos a un testimonio singular de aquellas verdaderas aventuras. Un tal Samuel el 10 de enero de 1891 remite una carta a sus hermanos residentes en Inglaterra desde Punta Arenas, Chile, participándolos de su desempeño como capataz de un numeroso arreo, uno de los más importantes de aquella época. En aquella misiva explica los avatares sufridos durante el arreo realizado bajo su responsabilidad siguiendo la tradicional huella de los pueblos indígenas, cumpliendo una travesía de 1.600 kilómetros desde Río Negro hasta San Julián. Consigna allí que inició la travesía con nueve compañeros arreadores y 9.900 buenas ovejas de las cuales quedaron a lo largo del camino 4.100, principalmente por falta de agua. Samuel cobró por ese trabajo la suma de 750 dólares. El relato, transformado en un valioso documento, se reprodujo en el número 64 de la revista “Souht Amerian Explorer” de los Estados Unidos. (APP)
Texto: Omar Nelson Livigni, periodista de Viedma y Carmen de Patagones, actual director de la agencia de noticias patagónica APP, con sede en la capital rionegrina
Título original de la nota: Los arreos de ovejas desde el área de Viedma-Patagones-Guardia Mitre-General Conesa hasta la remota Santa Cruz