Reinaba la mayor alegría, al parecer, y la lucha electoral tocaba a su término porque el partido “Fomento de Patagones” ya no tenía votantes. Cuando a eso de la 1,45 p. m. y después de larga espera, un grupo de siete individuos pertenecientes al citado partido, se dirigió al atrio.
Entre estos iba uno llamado Benjamín Díaz, que había sido rechazado por la mañana como fiscal, por no estar inscripto. El presidente del comicio, señor Malla, se dirigió al grupo y separó a dos de los siete intimándoles que se retiraran, lo que hicieron ellos acto continuo, siendo acompañados por el sr. Malla, hasta las gradas del atrio.
Mientras esto pasaba abajo, en las mesas, los otros cinco trataban de colocar sus votos en la segunda mesa de la que era fiscal el malogrado Farías, éste con una boleta en la mano buscaba, puesto en cuclillas delante del tablero del registro, el número que correspondía a la boleta.
De pronto, sin que mediara la menor palabra, se oyó un disparo y simultáneamente la voz de Dozo que gritaba: ¡Ahora muchachos!
Fabio Farías cayó mortalmente herido y en seguida le siguió Negri también gravemente herido.
Se produjo entonces el desbande, pues los que pertenecían a la Unión Popular estaban en su mayoría desarmados, quedando dueños del campo Dozo y sus secuaces, quienes se ocuparon de romper registros, urnas mesas y sillas. Farías fue sorprendido por una bala matadora, sentado en cuclillas sin haber siquiera pensado en hacer uso de las armas que llevaba Dozo confiaba en sus vigilantes y tenía razón, la Policía se portó incorrectamente.
En primer lugar, tenemos la amistad entre Dozo y el inspector Lavié, luego la amistad del subcomisario Flores con Dozo y finalmente el hecho de que el sargento Vega, el cabo coronel y demás agentes, eran todos hombres elegidos por Dozo.
Se cuenta que el oficial Castro llamaba a Dozo; el comisario Dozo, mereciendo por esta causa una corrección del inspector Lavié diciendo “wx comisario Dozo, señor oficial”
Por su parte, el escribiente de Policía Eduardo Fuertes decía al ver llegar un grupo de partidarios del “Fomento de Patagones”: ahí viene un grupo de los nuestros y cuando llegaba un grupo de “Unión Popular” manifestaba “viene un grupo de los de ustedes”, a lo que el presidente del comicio respondía: “Vea señor escribiente que ni Ud. Ni yo podemos pertenecer a partido alguno ¿entiende?
En tanto, el inspector Lavié, desde la mañana murmuraba del presidente del comicio, porque este pretendía que todo fuera ajustado a la ley, hasta llego a decir. “Ese presidente del comicio está obstaculizando la elección con su Ley” y al mismo presidente le dijo que “nunca había presenciado elecciones y que por encima de la Ley estaban los pactos de los partidos”.
Pero vamos al grano: ¡Por que la Policía que estaba acantonada a 30 metros del atrio no impidió la rotura de registros, urnas, mesas y sillas de la gente de Dozo luego del asesinato de Farías?
¿Por qué no se tomó preso a alguno de los ejecutores?
¿Es que era necesario que desaparezcan pruebas del triunfo de la Unión Popular para poder inculparla de todo lo ocurrido? Y así fue. Dozo, Fasbery, Pedro Farías y otros, una vez cesados los tiros, continuaron tranquilos su obra rompiendo las urnas sin que la policía actuara.
Y si esto no bastara, hacemos constancia que en el momento del desorden, el compadre zonzo Zacarías Herrero, amenazaba con una carabina Remington a todo ser viviente que perteneciera a la Unión Popular.
¿Por qué la Policía escalonada en la calle Alsina apuntaba al comité de la Unión Popular para que no saliera nadie de allí mientras permitía que un numeroso grupo de individuos del “¿Fomento” ebrios completamente y revolver en mano, lanzaron gritos subversivos sin que nadie les molestara?
Nota:
Antes de esta separación hubo varios incidentes entre ambos, se cuenta que Farías hizo dos disparos de revólver sobre Dozo a altas horas de la noche sin lograr herirlo. En otra ocasión le había dado un garrotazo en la mano al tentar saltar la pared del patio para penetrar en ella.
A esto, podemos agregar que la señora (viuda) de Farías se negó a recibir el cadáver de Farías cuando amigos y correligionarios fueron a ofrecérselo, ni siquiera concurrió a verlo, en la capilla ardiente que se instalara en una sala del “Hotel Siglo XX” concretándose a enviar a su hijo y al día siguiente una corona. Por su parte, el suegro de Farías, el comandante Molina, mientras hacía enviar de su casa la comida al presunto asesino (Dozo), manifestaba que: “se felicitaba por la muerte del yerno, porque eso lo libraría de ir a la cárcel”.
¿Qué decía la prensa nacional sobre Patagones?
Decía “La Nación” con fecha 2 de diciembre:
Las noticias que nos llegan de Patagones acusan una situación de violencia en aquel partido lejano de la provincia, de la cual se hace responsable directamente al comisario Dozo que se viene distinguiendo por sus procederes arbitrarios y agresivos
La población pacífica y trabajadora de aquel distrito se siente alarmada ante los hechos que se producen y confían en que la superioridad tomara la intervención que le corresponde en garantía de su tranquilidad.
El juez de Paz, señor Belloso que quiso guardar una actitud correcta se vio obligado a permanecer en su domicilio para librarse de un atropello de la policía.
En defecto del patrón, un peón del citado juez de paz, ha sido apaleado por los agentes, habiendo sido dejado en lamentable estado.
No paran ahí las persecuciones. Los jóvenes directores de los periódicos “La Voz del Pueblo” y “La Nueva Era” que fustigan aquella situación se han visto obligados a internarse en el Territorio del Rio Negro, temerosos de ser víctimas de un atentado.
Estos hechos punibles de la autoridad policial de Patagones traen alarmados al vecindario y provocan justas protestas.
Parece ser el caso de que la jefatura de policía se apresure a investigar lo que viene ocurriendo en aquel partido, pues a confirmarse lo que queda expresado, se impondría como correctivo un ejemplar castigo al funcionario policial que de tal manera abusa de su autoridad.
LA NACION, el día 6, en otro editorial sostenía:
A las denuncias que días pasados publicamos sobre desmanes y abusos de la Policía de Patagones, debemos agregar los nuevos informes que se nos transmiten de aquel pueblo y que consignamos enseguida: El comisario Dozo ordeno la prisión del señor Papini, conocido comerciante, remitiéndolo a La Plata a disposición del juez correccional. Papini que además de comerciante es hacendado se hallaba tranquilamente entregado a las tareas de las esquilas de sus haciendas con el personal necesario, pero como este señor no comulga en el altar de la autoridad policial, era forzoso que el comisario lo hiciera su víctima, como ya lo ha hecho con tantas otras personas y tomando por pretexto que los peones de Papini jugaban en un galón en las horas de descanso, redujo a prisión a este y lo remitió a La Plata como a un delincuente.
Es de advertir que quien más fomenta el juego allí, es el mismo comisario con sus frecuentes reuniones de carrera y de taba, hecho que comprueban las noticias registradas en los periódicos locales con carreras de caballos de propiedad del referido comisario y otros serios abusos.
A última hora –agrega la carta- nos comunican que por orden del Juez Correccional de La Plata, ha sido puesto en libertad el Sr. Papini atendiendo al recurso legal que interpusieran algunos amigos de este dicho juez.
El diario LIBERTAD, bajo el título “Los comisarios terribles” dice esto:
Si el P. E. provincial no hace sentir el peso de su castigo en esta emergencia, tendremos forzosamente que creer que ciertas policías y ciertos comisarios de campaña, son la mazorca y los Badia o Troncoso del paternal gobierno de Rozas.
La escena pasa en un puerto más al Sur de Bahía Blanca, cercano a un rio de color que desemboca en el océano Atlántico, pueblo de tradición y antecedentes, donde los Maragatos de valía, han sabido poner a raya a invasores bien armados, en superior computo numérico y que por lo tanto es digno de mejor suerte, como lo demuestran estos datos.
Pero es todo lo contrario. La estrecha y mezquina política local, se destaca con contornos inimitables y que dejan pálidas a las barbaridades que se cometen en la más atrasada provincia de Santiago del Estero.
Narremos los hechos exactos sin exageración ni apasionamiento alguno. Existe en la localidad aludida un Círculo de Obreros Católicos, a cuya cabeza se encuentra el comisario de policía, un matón de esos que se suponía se había extinguido, raza tan perjudicial, perseguidor incansable de toda persona decente y honesta que no sea adicta a sus ideas y comete el crimen de lesa–policía de publicar y censurar los malos actos de esa benemérita de que todo se ocupa menos de cumplir con su deber.
El Círculo y el polizonte pretenden apoderarse de la Municipalidad en las próximas elecciones y para lograr su intento, juzgan que todos los medios son buenos, desde que el fin los justifica.
Esta política gaucho-caciquesca es digna de los toldos o rancherías de salvajes, pero aun así mismo la consideran buena y apta para el logro de sus ideales estos civilizados de bota de potro.
Los ciudadanos o vecinos que no pertenecen al Círculo de Obreros, son amenazados, detenidos arbitrariamente y no ha mucho tiempo dos caballeros, director y redactor de un periódico de esa localidad, fueron citados a la comisaria donde el comisario terrible les notifico que estarían detenidos por tres días “porque habiendo faltado el respeto al señor Juez de Paz interino, ordenaba este arresto para ambos”
Pero la idea era otra, pues que, teniendo a los propietarios de la imprenta, ausente forzosamente, el empastelamiento se podía llevar a cabo con toda impunidad cosa que no se logró, porque un grupo de los amigos de los señores detenidos, se constituyeron en guardianes del edificio y sus enseres, burlando así las malas intenciones de las autoridades encargadas de velar por el orden público y garantir la seguridad individual e intereses de la comuna.
Pero aún hay que saber otra cosa más fea aun: antes de ser puesto en libertad uno de los caballeros Periodistas, el director del semanario, fue llamado por el comisario archi-terrible y en la misma forma que lo hubiera conducido y expresado en la pulpería lo hizo en su despacho oficial, como jactándose de semejante salvajada: “De todo cuanto ha pasado, dijo, yo tengo únicamente la culpa y si persiste en continuar la campaña opositora y liberal, algún día lo voy a hacer… (Aquí es imposible reproducir la frase porque no es muy policiaca, ni muy rural y si bastante compadre) a hachazos”
Imposible decir más, porque para muestra ¡basta!!!
Falta ahora y llamamos seriamente la atención del jefe de policía y del Gobernador mismo de la provincia de Buenos Aires, sobre hechos tan graves, y le pedimos llame al orden a su subordinado, haciéndole comprender cuál es su misión e indicándole que la hora de comisarios terribles debe concluir con su deber se le destituye y asunto concluido.
Y esto pasa porque en su mayoría la policía de la provincia está compuesta de individuos ineptos, hijos de las recomendaciones y jamás de sus méritos ni aptitudes, pero es necesario dejar de lado estos prohijamientos, influencias y camaraderías políticas y partidistas, depurando y seleccionando una institución como la policial, que debía ser un modelo de cordura, seriedad, sensatez, cultura e imparcialidad, limitándose sus empleados a cumplir estrictamente su deber, pues tampoco se debe abusar de la paciencia de los vecindarios pacíficos, pues cuando se agota esta, se saben hacer respetar de los “moreiras” amparados del puesto.
Quien desee ocuparse de política, renuncie al puesto y no pretenda a la sombra de este erigirse de árbitro de situaciones electorales.
Ampliando los datos que hemos pedido a gran número de vecinos de la localidad aludida que son los que nos han permitido la denuncia y prometiendo dar nombres propios si las cosas no desvían su mal camino volveremos sobre el asunto hasta que se cumpla como se debe o se exonere y destituya a los que no saben cumplir con su deber.
Por su parte “Progreso de la Boca”, titulaba su editorial Los Atropellos de F. Dozo y decía:
La prensa diaria se ha hecho eco en estos días pasados, de los brutales atropellos que se cometen por la Policía de Patagones en perjuicio de pacíficos habitantes y de los periodistas que se atreven a condenar justamente y como se merece la conducta abusiva de aquel Comisario, Sr. Dozo.
So pretexto de supuestas denuncias, que existen solo en la imaginación policiaca de ese funcionario, se violan domicilios, se atropellan establecimientos industriales llevando preso a todo el personal, (como sucedió en el establecimiento de nuestro apreciable amigo Sr. N. Papini, desde más de 25 años establecido en Patagones), se asaltan los periodistas independientes, obligándolos, en defensa de su vida a refugiarse en el vecino territorio del Rio Negro, haciendo abandono de sus intereses.
¿A qué responde esa actitud abusiva y atropelladora del comisario Dozo?
Los siguientes párrafos de una carta llegada de Patagones en estos últimos días, escrita por el joven Mario Matteucci, director del periódico “La Nueva Era” cuenta de los motivos que impulsan al Comisario Dozo a ser tan mazorquero: “Yo me encuentro de salud bien, pero no es así de mi vida la que se halla constantemente en peligro por los abusos del machete policial.
Si la superioridad no renueva al actual Comisario, la cosa se va poniendo bastante seria. No atreviéndose a atropellarme en la vía pública, ayer me citaron verbalmente por intermedio de un agente y una vez en la comisaria no escasearon los insultos y las amenazas por parte del mismo Comisario, quien me dijo, para terminar que si insistía en censurar su conducta arbitraria y en atacar a los (… ilegible), me encerraría en un calabozo con cualquier pretexto para luego arreglarme los lomos si fuera necesario”
Al amigo Mosquera, joven conocido y apreciado aquí en la Boca, residente en Patagones, desde algunos años, la suerte no le es muy diferente, pues desde ayer se ha visto obligado a refugiarse en Viedma para eludir otra citación “sui generis” del mismo comisario
El juez de Paz, e Intendente Municipal y otras muchas personas de significación, con muy poca variante se encuentran en las mismas condiciones.
Es pues, para proteger a los salesianos –estos frailes explotadores sin escrúpulos de la población indígena- que el comisario Dozo, se ha vuelto un Cuitiño cualquiera. Si los salesianos necesitan de esos defensores, puede fácilmente suponerse cual será su acción “generosa” que un diario italiano de esta capital tiene la desvergüenza de elogiar en cada momento.
“Progreso de la Boca”, mientras envía un saludo fraternal a los periodistas y amigos, actualmente víctimas de los atropellos del comisario “salesianamente” mazorquero, se complace en avisarles que personalidades respetables de la provincia de Buenos Aires, están empeñadas para que cese la triste situación en que se encuentra la población de Patagones por culpa de esa autoridad policial.
Habíamos escrito lo que antecede, cuando leímos el telegrama del corresponsal en Patagones en “La Prensa” del día 4 del corriente y la rectificación del Sr. Jefe de la Policía de la Provincia en “La Nación”. El corresponsal de “La Prensa” no solo aplaude (…) los arbitrios policiales dándole una explicación mentirosa, sino que pretende hacer creer que la población de Patagones, critica la obra de reparación de aquel Intendente Municipal ordenando la libertad inmediata de los arrestados arbitrariamente por la policía.
En cuanto a la rectificación del Sr. jefe de Policía, dando a los arbitrios del Comisario Dozo la misma interpretación que el corresponsal de “La Prensa”, se comprende como el telegrama de este y los informes enviados a la Jefatura de Policía, salieron de la misma pluma.
Pero el señor jefe de Policía, tiene el deber de saber la verdad verdadera sobre las denuncias formuladas, a fin de dar explicación clara y terminante de las persecuciones de las que han sido y son víctimas los señores Mario Matteucci, Enrique Mosquera y otras personas respetables de Patagones, que nada tienen que ver en el juego de taba, el ridículo pretexto de que el comisario Dozo y el complaciente corresponsal de “La Prensa” han echado mano para cohonestar los abusos del primero.
Texto: Jorge Oscar Lima
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La Nueva Era 27/11/1904 –
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