Salamancas y ciudades luminosas en la Meseta de Somuncurá. Relatos orales

 

En el excelente libro “La meseta patagónica del Somuncurá” del licenciado Freddy Masera y su equipo de investigación, hay varios relatos de tradición oral de los pobladores. Esos, al decir del escritor César Currulef de cuya vida medular “nacen todas las vivencias de su simple vida pastora-criancera; vida que asperja la tierra, la misma que encierra supercherías, agradeciendo al Vuta Chao (gran Padre), le teme al huecuvú (malos espíritus) y se alegra por el canto del churcao, se pone en cruz el calzado al sentir llorar a los perros y, en gesto de persignarse, moja su frente en agua de vertientes y el que silencioso  escucha el musitar de las machis (curaderas del pueblo indio).

Fausto, un poblador de Somuncurá supo contar esta historia: “Yo una vuelta aquí salí de chasqui por el fallecimiento de una pibita, y me presté de voluntario para ir a Cona Niyeu. Y acá en la bajada del Rincón Grande hay un salitral grandote, hay. Me dicían que por ahí había Salamanca, bueno, yo no le creía…por ahí le creía alguno que… había Salamanca. Me jui, se me entró el sol al bajar nomás, sería como las nueve, las diez de la noche, por ahí serían, me entré por el salitral ese. Y seguí galopiando. Y cuando seguí galopiando así, de frente venía un auto así, por la picada de Cona Niyeu. Y cuando quise acordarme me había agarrado como así. Ande está la camioneta un poco más acá. Se pararon las luces y como chispiaba es… medio me quise sorprender, sujeté el caballo. Quise ladear el caballo así (ladearlo a un costado) mi caballo se asustó, no lo podía doblar al mancarrón y… quedó duro el caballo.

Y agarré, le cambié el rebenque con esta. Primero saqué una caja de fósforos y le hice cruz… lo tiré encendido…le hice cruz al caballo. Y después lo saqué, le encajé unos azotes con la mano izquierda, ahí recién lo saqué de la huella. Pero duro m caballo. Y no salía al tranco y no salía tranquito y pasó… vino a quedar así, la luz esa (al costado), luces que habían, estaban abriendo. Y después se formó una luce de esa clarita, se formó como un pueblo.

Ahí andaban gente caminando afuera, mujere y hombre. Yo llevaba ruda en los bolsillo, agarré un palo de ruda, me lo puse en la boca. Dentré a mascar. No alcancé a llegar a Cona esa noche. Me jui a quedar… al llegar al codo. Acá un alambre… no andaba mi caballo. Se quedó mi caballo.

Al otro día, recién me presenté esa mañana. Venía aclarando… llegué a la comisaría. Ahí vide que había sido poderosa la Salamanca. No me asusté, que si me asusto no estaría contando el cuento”.

La gente de la Salamanca “todos vestidos así como andamos nosotros, caminando. Hace cuenta que… como un pueblito así. Luces por todos lados. Había un hombre que lo conocía yo acá en el… por acá en el disierto lo conocí, estaba vivo ese pobre hombre. Salía trabajando para acá. Y lo vide que andaba por ahí ese pobre hombre. No pasó ante el año, falleció”. Lo vide con el vistuario que tenía, todo. Ante el año falleció. Así que eran cosa rara que había eso. Ese salitral. Y ahora ahí en ese salitral dicen que no se ven la luce. Se ve, pero en lugar disierto. Arriba de una loma, se ve. Pero por temporada”.

Los interesados pueden consultar el libro citado. Historias, y sucedidos de los habitantes de la meseta de Somuncurá: allí donde “las piedras hablan”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

Foto: Juan Macri (Viedma)

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