Antonina Ceballes, antigua pobladora y criancera de El Caín, Línea Sur, Río Negro

Nació el 29 de agosto de 1933 en Las Salinas del paraje Tromen Niyeo, 35 kilómetros al Sureste de El Caín. Hija de Don Ciriaco Demecio y Filomena Beltrán, una familia numerosa.

Por esas cosas de la vida no escolarizó, porque desde niña estuvo dedicada a las tareas de campo donde transcurrió su infancia y parte de su adolescencia. A temprana edad aprendió a montar caballos y criar animales.

Llegado un momento, decidió independizarse y a los 19 años partió buscando nuevas esperanzas de vida en la ciudad; así llego a Bahía Blanca, donde consiguió trabajo de mucama en un hotel. La gran ciudad era para ella un mundo desconocido y agitado y añoraba el paisaje, el viento y los animales con quien había interactuado desde niña.

Después, enterada que su padre había fallecido, regresó al campo de su niñez pero nada fue igual, surgieron conflictos con sus hermanos por lo que decidió retirarse para ganarse la vida trabajando en los campos de la zona, en donde aprendió varios oficios y fue esquiladora a tijera, chivera, alambradora, amansadora de caballos y puestera.

Por ser mujer, era mirada de otra manera porque consideraban que las tareas que realizaba eran para hombres.

Años más tarde se asentó como ganadera a 1.000 metros de la población de El Caín, levantó un ranchito de adobe y se quedó a vivir ocupando algunas hectáreas de tierras fiscales, comenzando su vida de criancera.

Doña Antonina ha llegado a la vejez cuidando con pasión su majada de ovejas, algunos caballos, gallinas y gansos.

Nunca contrajo matrimonio y fue madre soltera en 1968; cuenta en forma de broma que quiso ser madre para demostrar que era mujer y no hombre.

El estilo de vida de Doña Antonina Ceballes es digno de ser plasmado en un libro; el hecho de ser una mujer no la hace débil ni delicada, más bien cumple un rol fundamental en el ámbito social y rural en donde ha enfrentado con valor la soledad, el frío, la nieve, las sequias y pariciones en medio del campo con la fiel compañía de un perro amigo, un gato, y varios corderos guachos.

Actualmente lleva en su rostro dibujado una sonrisa amable y la piel de sus manos laboriosas quebradizas; a solo días de cumplir 91 años Doña Antonina es un ejemplo de sacrificio, una persona ilustre de El Caín, lugar donde nunca fue rica ni pobre, siempre tuvo lo necesario para vivir.

En el año 2020 el artista visual Chelo Candia pintó un mural en la plaza principal en donde incluyó la flora y fauna autóctona del lugar y a Doña Antonina y Avelino Manquin, dos personajes místicos del pueblo.

Jonathan Ceballes es músico, cantautor y nieto de la protagonista de esta historia para quien compuso una canción titulada criancero de El Caín.

Texto: Carlos Chico (Historias de Maquinchao y su gente crónicas, reseñas y biografías)

Fotografías: Jonathan Ceballes

 

 

 

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