Mis maestras: “Quiero rendir un cálido, cariñoso y sincero homenaje a todas”

 

Mucho se ha discutido respecto al tema educativo en el país y por lo general se destaca cual época fue más acorde y productiva para quienes recibían el servicio de educación y, obviamente, para el país todo.

Por lo general, como habitualmente se dice, cada uno cuenta como le fue y las opiniones entonces se dividen; unos afirman que la educación de los tiempos pasados era más completa y rigurosa y otros que los nuevos métodos le sacan buena ventaja a lo pasado.

Yo quiero apartarme de esa discusión y solamente haré referencia a mi experiencia personal y voy a opinar de lo que considero aportaron las maestras a mi formación. Por lo expresado, quiero rendir un cálido, cariñoso y sincero homenaje a todas mis queridas maestras del ciclo primario cursado en la Escuela Nº 1 de Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires.

Cuando hablamos de esa época, además de la valoración general de la educación, recuerdo los aportes que tanto influyeron en mí, como en tantos otros chicos de entonces.  Recuerdo cuando las maestras anunciaban; “Chicos, abran una hoja del cuaderno y escriban dictado”. También cuando anunciaban “saquen el libro de lectura y pase “tal” a leer la narración nuestra tierra”, sin olvidarse de recomendarnos que tratemos siempre de leer ya que los libros eran algo muy importante para enriquecernos culturalmente, y otro gran recuerdo de mis maestras pasa cuando nos solicitaban “abran una hoja” y escriban una “composición, tema libre”.

El debut en la escuela primaria fue con la señora de Arrue, fina mujer, elegante, de hablar pausado y preciso, lo que nos posibilitaba entender sus indicaciones sin mayores complicaciones.

A mediados de año hubo un cambio y la nueva maestra que llegó fue Moma Sánchez Muñoz, una mujer más joven pero con las mismas características que la señora de Arrue, así que nuestra adaptación no tuvo inconvenientes.

El segundo año, que por aquel entonces era primero superior, nuestra educación estuvo a cargo de la señora Lita Pucci de Althabe, elegante mujer un poco más enérgica y de hablar en un tono más elevado que las anteriores, con quien nos entendíamos a las mil maravillas. En algunas oportunidades, por diversas razones,  fue reemplazada por Susana y Juanita Ardanaz, con las que tampoco tuvimos dificultad alguna.

El segundo grado llegó con la señora María “Ñata” Florez, mujer de una bondad infinita, de hablar dulce, sin estridencias, con claridad y precisión, que seguía con mucha atención nuestra tarea y nos orientaba en forma permanente con la misma.

En tercer grado nuevamente al frente del mismo llegó nuestra conocida Lita Pucci de Althabe lo que quiere decir que ya sabíamos cómo se conducía y por lo tanto no hubo sorpresa alguna.

Ya en cuarto, nuestra maestra fue la señora Marina Martínez de de la Arena, otra fina mujer, elegante, suave en su expresión con un vocabulario preciso y moderado que nos posibilitaba disfrutar de sus clases.  Ese año tuvimos durante parte del mismo una reemplazante, que era debutante y la más joven del plantel de docentes de la escuela, que llegó con 19 años recién cumplidos y todas las ganas de trabajar en procura de hacernos mejor personas.

Todos conocían a aquella bella muchacha por su extraño y dulce apodo, Suchi que se familiarizó tanto entre nosotros que cuando nos dirigíamos a ella para preguntarle algo, solo decíamos Suchi.  La recuerdo también con mucho afecto a la dulce Suchi Caramelli. En su relación con nosotros, utilizó todos sus argumentos, por lo tanto a sus encantos personales le sumó, dulzura, bondad, paciencia y conocimientos, claro, que nos posibilitó disfrutar, junto con la señora Martínez de aquel cuarto grado.

Llegó quinto para enfrentarnos con quien gozaba de una de los más severos antecedentes: Moni Campagne.  Elegante, alta, siempre impecable, con sus tacos altísimos, su guardapolvo impecablemente limpio y almidonado, peinada y maquillada como para una velada de gala, con voz y expresiones con altos decibeles y muy atenta a que se cumplan modales y comportamientos acordes con quienes ya estábamos en los últimos años de la escuela.

Al fin sexto, que llegaba con las expectativas del último y sería por ello que tuvimos en el transcurso del mismo, por diversas razones, varias docentes. Lo comenzamos con quien también gozaba de algunos antecedentes en cuanto a la rigidez para observar la disciplina y las exigencias en lo relacionado a las tareas. La señora Lila Crocci de Bazerque, era la antítesis de Moni, bajita, siempre con zapatos sin tacos, poco maquillaje y el pelo corto o recogido, solamente ambas disponían de potentes cuerdas vocales por lo que tampoco era necesario pedirles que te repitan algo de lo que habían expresado. Era común a ambas además las exigencias por el cumplimiento de las tareas y la disciplina.

A mediados de año la señora Lila fue remplazada por la señora de Martín, con características físicas similares a las de la señora Crocci y no muy diferente en el trato y formas de conducir sus clases. Finalmente, el año culminó con otro reemplazo y en este caso quien llegó hasta fin de año al grado fue la señorita Marta Labrisca, una dulce y suave mujer que obviamente  se diferenciaba de las dos anteriores, en su forma de conducirse en el salón, también en el hablar y en el trato con nosotros, no notamos en cambio diferencia en cuanto las exigencias.

En esta pequeña reseña dedicada a mis queridas maestras del ciclo primario solo he querido reconocer en ellas un trabajo responsable y generoso que dejó en muchos de nosotros una profunda huella que tratamos de continuar seguros que ese era el camino.

Debo destacar que esta historia sobre mis queridas maestras de ciclo primario, a muchos profesionales, gente con estudios terciarios o más elevados les parecerá una trascendencia  exagerada en cuanto a su valoración o de cierta liviandad, ya que los mismos figuraban en los programas del comienzo de la enseñanza. Es preciso valorizar aquellas enseñanzas, por lo menos en mi caso, ya que me hicieron comprender y querer la riqueza y belleza de las palabras al punto de enamorarme de ellas y por cuestiones laborales y mi enamoramiento he vivido junto a las mismas durante toda mi existencia.

Finalmente, quiero resaltar que para quien solo se considera un modesto amante de las palabras, el acercamiento que mis maestras posibilitaron a ellas lograron que las disfrute y las ame. Vaya entonces mi agradecimiento a quienes fueron mis maestras y un saludo especial a todas las maestras del país.

Gracias maestras mías.

Eduardo Reyes, escritor de Viedma, radicado actualmente en Las Grutas – Río Negro

 

 

 

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