Preferencias gastronómicas de los políticos. ¿Puchero, pastel de papas, guiso, asado?

 

A raíz de una interesante nota del escritor, historiador y gran amigo, Jorge Castañeda, de Valcheta, Río Negro, en la que comenta las preferencias sobre el pastel de papas que le agradaba degustar al presidente Juan Domingo Perón, publicada en la página masrionegro, acudieron a mi memoria recuerdos y anécdotas sobre el tema, junto con el excelente libro del escritor Daniel Balmaceda, que hace referencia a numerosas historias al respecto.

Según cuenta Balmaceda, varios hombres públicos protagonistas de nuestra historia dejaron constancia que su comida predilecta era el puchero, entre ellos Sarmiento, Saavedra, Güemes, Roca, Figueroa Alcorta, Gorriti y hasta Carlos Gardel.

En realidad, destaca también el escritor que la comida que había llegado de España, donde se la conocía como “cocido” y “olla podrida”, era muy aceptada en el grueso de la población.

La preferencia por el plato se le atribuye a la variedad de alimentos que contiene, entre carnes, verduras, legumbres y frutas en alguna de sus variedades, lo que resulta un plato muy sustancioso y al que sumarle la infaltable sopa, que surgía del conjunto de productos.  Hay que agregar que al arribo del “cocido” de España en nuestro país se le añadió la impronta local con la variación de productos incorporado a la olla, especialmente de carnes y obviamente que cada provincia fue agregándole sus productos distintivos.

Entre quienes se manifestó en favor del puchero, pero en este caso le gustaba que la carne fuera de “gallina” y entre amigos y allegados que lo trataron aseguran que sin duda alguna era su comida predilecta.

Entre las anécdotas del presidente Arturo Humberto Illía se supo que el día en que asumió la Presidencia de la Nación, luego de todos los actos y ya llegando la noche, el presidente Illia quedó solo en la Casa de Gobierno con cuatro o cinco de sus más allegados por lo que el encargado de la cocina le preguntó si preparaba cena y que deseaba comer para compartir con sus amigos, a lo que Illia respondió: “SÍ, un puchero de  gallina.”

El encargado de la cocina indicó entonces que iba a demorar su tiempo, pero que cumpliría con su deseo y así fue en su primer día a cargo de la Presidencia de la Nación el Dr. Illia junto al grupo de amigos degustaron un sabroso puchero de gallina.

Y si bien parece que el puchero estuvo muy sabroso también lo es el final de la anécdota del día 12 de octubre de 1963.  Finalizada la cena y mientras disfrutaban el café, Illia convocó a todo el plantel de cocina.

Fue entonces cuando les dijo: “El puchero estaba exquisito, pero no me gusta que me engañen o me metan gato por liebre, prefiero que me digan que no hay gallina y como tal  le metan pollo al puchero”:

Y hay dos versiones al respecto: una de ellas dice que los integrantes del equipo de cocina que estaban seguros que habían puesto gallina, no se animaban a desmentir al presidente ni decirle que estaba equivocado, pero el cocinero tomó la palabra y con respeto le dijo: “Permiso señor presidente, pero quiero decirle que yo mismo pelé la gallina”.

Una de las versiones asegura que Illia sonrió  y confesó que era una broma para romper el hielo y les reiteró las felicitaciones por lo exquisito que había estado el puchero en su primer día como presidente.

Otra versión no obstante sostiene que el presidente Ilia, prefirió no discutir con los trabajadores de la cocina, al aceptar y justificar que como no había gallina en la despensa,  habían logrado salir del paso y prepararon un excelente puchero de gallina, aunque él había detectado que era pollo.

LAS COMIDAS DEL PODER Y LOS GUISOS DE ALFONSIN 

En la búsqueda de información en mis archivos sobre las preferencias gastronómicas de los hombres del poder, en la historia de nuestro país hasta la actualidad y me encontré con algunas anécdotas sabrosas, que me pareció interesante compartir con los lectores.

Como siempre suele suceder, hallé  más de una opinión o información, respecto a los gustos de algunos personajes, algo que por supuesto es razonable, ya que no eran ni son pocos, los que sus preferencias varían de acuerdo al tiempo disponible, la época del año, las condiciones climáticas, el estado de ánimo  y otra serie de elementos que pueden influir al momento de ordenar la comida.

Este tipo de circunstancias provoca que haya opiniones distintas en cuanto los gustos de muchos personajes, ya que ello responde al momento o la circunstancia en que algún testigo observador, presencio el instante que solicitaba un plato determinado y otro en distinta circunstancia fue testigo de una ocasión diferente.

Por caso, el escritor Daniel Balmaceda asegura que al presidente Arturo Humberto  Illia le apetecía el puchero de gallina; sin embargo, el periodista Roberto Di Sandro, decano de los hombres de prensa de la Casa Rosada, afirma que Don Humberto se inclinaba por la polenta con mucho queso.

Di Sandro difiere también con Balmaceda y asegura que el general Perón se inclinaba por los alcauciles y las empanadas de humita, mientras otros sostienen que al general le encantaba el pastel de ´papas”, a Néstor Kirchner  debido a los trastornos estomacales que sufría se le preparaba un menú acorde con la situación, pero lo irritaba el aroma a comida, especialmente si era de cebolla frita, por tal motivo ordenó que cambiaran de sitio la cocina de la Casa Rosada para que no lo molestara el aroma.

Cristina según el informante, pedía siempre milanesas, le gustaban además “mollejas a la parrilla”, o algo con carne de cerdo aunque también detestaba el aroma a fritura y por ello ordeno que alejen más aún la cocina de su despacho.

En su preferencia por las milanesas coincidía con Eva Perón, mientras que Isabelita Martínez tenía debilidad por el souflé de caviar con champagne. A Carlos Menem lo apasionaba el “sushi” o platos de mariscos con almendras. Por su parte Héctor Cámpora se inclinaba por el lechón adobado, mientras que Eduardo Duhalde, durante los pocos días que ocupó el alto cargo, solicitaba que le preparen “ñoquis con tres salsas.”

El presidente Mauricio Macri, de acuerdo a testimonios de los cocineros, no tenía mayores exigencias y ordenaba alguna comida dietética y ensaladas.

El Dr. Raúl Alfonsín por su parte, si bien tenia predilección por el puchero a la española y el pastel de papas, por lo general ordenaba “bife de chorizo” a caballo  con dos huevos fritos.

Entre sus preferencias estaban mariscos o tallarines a la parisien, aunque las anécdotas más conocidas lo vinculan con los guisos. Estas se han conocido a raíz de colaboradores  que participaban de las reuniones de trabajo que el presidente Alfonsín convocaba  los fines de semana en la residencia de Olivos.

Algunos de los asistentes, con quienes conversaba frecuentemente por mis tareas  periodísticas, me confiaron varias de las historias de los guisos, que resultaron muy sabrosas.

Mis informantes, a los que no quiero mandar al frente, por el solo hecho de conservar las fuentes, me dieron algunos detalles no solo de los temas tratados y además sobre los guisos. Uno de ellos, de Bahía Blanca vinculado al organismo que administraba los puertos y otro relacionado con el traslado de la capital  anunciado por el presidente Alfonsín  a Viedma, Patagones y Guardia Mitre, a los que consulté en su momento sobre los resultados de las reuniones  que habían  participado.

Ambos reconocieron que las reuniones en distintas ocasiones ocupaban todo el día y que en distintas oportunidades que se produjeron esos encuentros, el almuerzo consistió en guisos, de carne y papas, pollo y hortalizas o de lentejas y otras legumbres, por lo que los de mayor confianza con Alfonsín, le sugirieron en una ocasión: “Che Raúl, en otra oportunidad no podríamos  comer un asado”.

Ante tal sugerencia, el presidente les aclaró que el administrador de la residencia era su tío, Alfredo Foulkes, hermano de su madre y familiar de Jose Luis Foulkes quien fuera Intendente de Viedma, a quien él le había solicitado que trate de hacer la mayor economía posible y esa era una de las formas de ahorrar, así  que no podía ahora darle directivas en contrario y además, aclaró: “El tío es muy responsable y cumple a rajatabla lo que se le indica y por otra parte como buen gallego es bastante agarrado”.

Por lo tanto, me confiaron también mis amigos informantes, supimos con antelación que cuando éramos convocados a la residencia de Olivos para tratar algún tema o situación especial, comeríamos guiso.

Texto: Eduardo Reyes, escritor de Viedma

Las Grutas  — Rio Negro

Nota de redacción de masrionegro. La próxima nota de este tema tendría que incluir asado, muy de actualidad en estos días

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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