La imperdible carta de una leyenda. El plesiosaurio estaba en las cajitas de fosforos

 

Una antigua edición de la revista “Argentina Austral” de agosto de 1943, reproduce la interesante y desopilante carta que dio comienzo a una de las leyendas más difundidas de nuestra Patagonia, que de vez en cuando se actualiza, atrayendo la atención de miles de lectores y aún de turistas interesados en observar el extraño fenómeno que la misma describe.  

La carta la firma un pintoresco personaje afincado en la zona de los lagos, un auténtico cowboy americano venido del lejano Oeste americano, llamado Martín Sheffield.  

La célebre carta de Sheffield al entonces director del Zoológico de Buenos Aires, el Dr. Clemente Onelli, está fechada en la localidad de Esquel, un 19 de enero de 1922. 

El sabroso contenido de la misma dice: 

“Conociendo el empeño que Ud. demuestra en fomentar el adelanto del parque zoológico, me permito distraer su atención sobre el singular fenómeno que por cierto ha de despertar su vivo interés, ya que se trata de un posible ingreso a su jardín de un animal hasta ahora ignorado en el mundo. Paso a relatar el hecho: Hace varias noches que voy registrando un rastro en el pasto cerca de la laguna donde tengo establecido mi puesto de cazador; el rastro es semejante a una huella de una chata pesada, la yerba queda aplastada y no se levanta más. He podido percibir en medio de la laguna una fiera con cabeza parecida a un cisne de formas descomunales. Y el movimiento del agua me hace suponer un cuerpo parecido a un cocodrilo”. 

“El objeto de la presente es de conseguir su apoyo material para una expedición en toda regla, para lo cual se precisa una lancha, arpones, etc.; la lancha se podría construir aquí. Ahora bien; para el caso de no poder sacar el animal vivo, sería también preciso de contar con material de embalsamar. Si Ud. tiene interés en el asunto, podría facultar a la casa Pérez Gabito, en ésta, para que me facilite los medios para realizar la expedición”. 

“Espero me conteste a la brevedad posible. Salúdole con mi mayor consideración”. Martín Sheffield 

Se dice que la expedición no pudo ser más completa y su composición daba abundante pasto al insaciable humorismo criollo de toda la prensa que ampliamente difundía todos los particulares de la misma. 

“Por cierto que en los días subsiguientes no vieron ni pizca del plesiosauro (eso creían que era el extraño animal acuático), al que comenzaron todos a perder el respeto. Siguiendo las instrucciones de don Clemente hicieron explotar infinidad de cartuchos de dinamita en el lago (Epuyen), para obligar a la bestia a salir de su escondite… pero ni siquiera consiguieron una modesta trucha, manjar que desde hacía dos días apetecía al escéptico don Emilio Frey”. 

Cuenta el mismo Frey, jefe de la expedición que “de todas partes me llovían cartas y obsequios, entre los que habían las cosas más notables; un tango “El Plesiosauro”, una caja de cigarrillos marca “Plesiosauro”,  lapiceras hechas por los presos con la efigie del presunto monstruo, y en fin, todas esas cosas raras que sabe inventar nuestro público porteño”. 

Lo cierto y valioso de toda esta superchería, es que dio fama a toda la zona patagónica agregando una nueva leyenda y favoreciendo el turismo en toda la zona lacustre. 

Y también, debemos decirlo a pesar de ser el autor de esta nota al decir de Dolina “un refutador de leyendas”, hay hombres y mujeres sensibles como los de Flores que cada tanto aseveran haber visto al plesiosauro e incluso han dejado su imagen legendaria en fotos y videos.  

Por eso podemos decir del Quijote: “Cosas veredes Sancho.

 

Texto Jorge Castañeda 

Escritor – Valcheta 

 

 

 

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