Días atrás, masrionegro.com publicó un artículo de mi autoría, sobre la comida y algunas anécdotas relacionadas con las preferencias gastronómicas de figuras de la historia y de hombres vinculados al poder. Mi gran amigo Jorge Castañeda, de Valcheta, Río Negro, al referirse al tema, me convidó o “desafió” a escribir sobre la comida o preferencias de los escritores.
Por lo tanto, fui a hurgar en mis archivos y me encontré con algunas perlas que consideré interesante compartirlas con los amigos lectores. Lo primero que hallé fue una nota que el periodista venezolano Enrique Hernández D-Jesús hizo a Jorge Luis Borges tras haber asistido a una función teatral del artista alemán Rolf Gunther.
Cuando el grupo integrado por el periodista, el actor, Borges y otras personas se aprestaban a compartir la cena, a Borges le sirvieron pollo, especialmente preparado para la ocasión, interrogaron al destacado escritor cual eran las preferencias gastronómicas, éste respondió que le gustaba comer “arroz con manteca y mucho queso”.
Pero añadió que le gustaban también los ravioles, la carne asada y el puchero, a lo que sumó que a su amigo y también escritor, Adolfo Bioy Casares le encantaba comer la “carne de puchero y papas frías y con mostaza.”
Respecto de las comidas, el autor del Alhep afirmó que con el tiempo descubrió que “el sabor puede dar felicidad y placer, cosa que no sabía antes.” Expresó que de niño en su casa comía carne tres veces por semana, porque los argentinos somos muy carnívoros, pero luego se popularizaron las pastas, ravioles o ñoquis, que los domingos pasaron a competir con el puchero, en este caso de gallina, asado y empanadas.
A propósito de las empanadas, vino a mi memoria entonces una anécdota con Don Atahualpa Yupanqui, quien entre sus preferencias a la hora de almorzar o cenar se inclinaba también por un bife o churrasco con papas fritas pero sostenía que su padre decía siempre que las empanadas no eran de su agrado, ya que las consideraba como “un guiso encerrado”.
Ernesto Sábato era un amante de las pastas y entre ellas se inclinaba por los ravioles, pero en este caso no era cualquier raviol, de acuerdo a lo que hizo saber un sobrino Juan Carlos Sábato, éste prefería deleitarse con los ravioles caseros que preparaba su madre, Teresa Bares quien se tomaba todo el tiempo necesario para preparar tanto la masa como el relleno de los ansiados ravioles que tanto le gustaban a Don Ernesto.
Algo interesante para destacar es la coincidencia entre Borges y Sábato, ya que ambos se inclinaban por el queso y dulce, salvo cuando Borges se decidía por su segunda opción, que era el dulce de leche que gustaba comerlo a cucharadas.
Victoria Ocampo, por su parte, era reconocida por ser una excelente anfitriona y con frecuencia solía invitar a sus amigos, entre ellos muchos de sus pares, pero como se destacaba en la preparación de tortas y postres la convocatoria era para la hora del té y se cuenta que se distinguía por los exquisitos “escons” que ella misma elaboraba. A la hora de almorzar o cenar Victoria se inclinaba por puchero o pastas.
Debemos destacar que no son pocos los escritores que han dejado notas, cuentos, relatos, novelas y hasta libros dedicados a la gastronomía, incluso muchos han evaluado el valor y significado de las comidas en la humanidad, por caso Mario Vargas Llosa y José Saer.
El peruano Vargas Llosa, por ejemplo, critica que cocineros, chefs y la cultura gourmet hayan tomado tanta importancia en nuestra época y agrega “que la comida se presenta como herramienta de dominación, el cocinero nos asalta la intimidad y conduce nuestros gustos, sostiene enojado”.
José Saer en la novela “El río sin orillas” afirma que el asado hecho a las brasas no es solamente el alimento base de los argentinos, sino el núcleo de su mitología e incluso de su mística. Añade que un asado no es solamente la carne que se come, sino también el lugar donde se la come, la ocasión y la ceremonia. Además de ser un rito de evocación del pasado, es una promesa de reencuentro y comunión.
En esta recorrida tras los gustos gastronómicos de los escritores, cruzamos la cordillera para encontrarnos en Chile con Ricardo Neftali Reyes, conocido claro por Pablo Neruda, quien más allá de ser reconocido como escritor, también lo fue como amante de la cocina y en una de sus más conocidas obras, “Odas elementales”, incluye alabanzas a su plato favorito “El caldillo de congrios”.
Víctor Hugo, recordado por su obra “Los miserables” desayunaba en forma algo extraña, ya que a una buena taza de café le agregaba dos huevos crudos. Stephen King, autor de innumerables novelas, elegía por lo general el plato que más le agradaba que era pescado y el postre no podía ser otro que el cheesecake.
El muy conocido por sus obras de terror H.P. Lovecraft se manifestó en favor de lácteos y quesos, pero al sentarse a la mesa los spaghettis con mucho queso eran infaltables.
Es importante destacar que entre las consulta efectuadas a los archivos existentes sobre el tema, hemos encontrado abundantes trabajos que incluyen comidas, como también obras referidas a la gastronomía, y también constancias de escritores que no definen una comida determinada, pero si cual es su postre o bebida predilecta.
Texto: Eduardo Reyes, escritor de Viedma radicado en Las Grutas – Río Negro.