Una artista de renombre internacional regaló escultura a San Antonio Oeste. Historia para leer

 

Una niña de cabellos de oro nació en Buenos Aires el 11 de febrero de 1926, bautizada con el nombre de Dolores Fállada.

La madre, María von Hiibschmann, brillante e inteligente diplomática de carrera, regresó a Praga, su ciudad natal, al poco tiempo de nacer Dolores.

Praga era entonces la flamante capital de la nueva República de Checoslovaquia, una de las ciudades más ricas del mundo y Tomás Garrigue Masaryk su primer presidente. Años conocidos como la Primera República.

Dolores, única hija y única nieta, pasa su infancia en un mundo dorado, perfecto y seguro jugando en el castillo de sus abuelos en la romántica Praga.

Sin previo aviso, en marzo de 1939, la ciudad fue invadida por el ejército de Hitler. Era el principio de la Segunda Guerra Mundial.

Los sufrimientos sepultaron aquel mundo. El planeta perfecto de Dolores había desaparecido y también el escudo de familia, los abuelos y el castillo.

A raíz de la guerra, Dolores fue separada de su madre por largo tiempo. Sola, a merced de sí misma, apoyada en los valores de coraje y moral aprendidos en su infancia, forjó una voluntad de hierro para seguir adelante sin dejarse amedrentar por los acontecimientos.

Los siglos de cultura que, por su origen, corría en sus venas y muchos años de tradición heredada de su familia materna, mantuvieron viva aquella semilla del arte que traía consigo y habría de germinar a pesar de los horrores de la guerra en su adolescencia.

Se comprometió con el arte a lo largo de toda su vida. Estudió artes plásticas en Praga, Zagreb, Viena, Salzburgo y Venecia.

Pero la verdadera pasión de Dolores era la escultura, por eso no dudó en mudarse al Norte de la Toscana en Italia, precisamente a la ciudad de Carrara, frente al mar de Liguria donde la ciudad se fundía con los Alpes Apuanos en una secuencia de variados y fascinantes paisajes en los que dominaban los blancos perfiles de las montañas y del mármol. Allí trabajó tesoneramente perfeccionando su arte en los talleres de picapedreros en las canteras de mármol.

Vivió en Italia un tiempo más y se formó como dibujante en la Escuela de dibujo Nude e Costume de Trieste. Más tarde, en Salzburgo, Austria, la tierra natal de Mozart, completó su formación artística en La Sommer Akadem, academia de arte de gran prestigio internacional, fundada en 1916.

La guerra llegó a su fin, Dolores había elegido una vocación difícil, absorbente, que no da concesiones, por esto tardó un tiempo más, después de la guerra, en reencontrarse con su madre. Cuando al fin sucedió, ambas viajaron a la Argentina, la tierra que, por casualidad, fue la cuna de Dolores y se radicaron en Bariloche donde continuó entregando su arte.

Esto no significó que Dolores abandonara su participación en salones de arte nacionales e internacionales.

El Museo de Arte Contemporáneo de Trieste, la Galería Estatal de Arte Moderno de Zagreb (Yugoeslavia), el Museo Nacional de Miramar (Italia), conservan obras suyas. Praga, Milán, Venecia, Viena, Río de Janeiro, Lima, Padua, Trieste, Verona, Nápoles, Las Palmas, Buenos Aires, conocen sus obras.

Recibió el primer premio a jóvenes escultores en Praga; en Trieste Primer Premio Universitario, en Udine la Medalla de la Libertad, en Bari Mención Honorífica en las Exposiciones de Arte, Primer Premio Escultura Sacra en Padua, Primer Premio al Mejor Diseño en el Salón del Comahue, varias veces recibió el Primer Premio de Diseño y Escultura en Esquel, Bariloche y Neuquén.

Entre sus obras en espacios públicos se pueden mencionar “La Danza” en el Teatro Opera de Buenos Aires, “Bailarina” en el Museo Provincial de Bellas Artes Vidal de Corrientes, “Viuda del Mar” en Tenerife, Islas Canarias.

Esta trabajadora incansable del arte también dejó su aporte en la cultura patagónica con esculturas tales como el Pesebre al pie de la Catedral de Bariloche, el busto al pionero Félix Goye, el bajorrelieve del General Villegas también en Bariloche, la escultura en homenaje a la madre que adorna los jardines de la avenida principal de Choele-Choel y sus innumerables exposiciones de dibujo y cobre.

En San Antonio Oeste, la escultura de las “Manos al Cielo” recibiendo la bendición del agua y recordando otras manos que, por muchos años, imploraron un poco de agua, es otra de sus obras. Fue realizada en 1972 cuando la ciudad festejó la llegada del agua corriente con la finalización de la construcción del Canal Pomona – San Antonio.

Emplazada en la calle Brown, frente al Palacio Municipal, nadie dudó en llamarla el “MONUMENTO AL AGUA”, es el homenaje a los pioneros que se quedaron pese a todo, sin agua potable, con la sed a cuestas. Es un recordatorio de la voluntad y la resiliencia, dos cualidades humanas que Dolores Fállada conocía muy bien por su historia de vida, conceptos que sintetizó con mucho arte en esa escultura a cielo abierto.

Dolores Fállada, una mujer que pese a las mieles de la riqueza de su niñez fue fiel a su vocación en medio del sufrimiento y los horrores de una guerra. Una artista en la que los pueblos de la Patagonia se inspiraron para crear sus propias formas de expresión.

Recuerde esta historia, recuérdela por dos razones: Por agradecimiento a los que embellecen nuestra vida con arte y porque la cultura también es un importante recurso turístico, a veces la cotidianeidad hace que se nos vuelva invisible.

Texto: Patricia Capovilla, escritora de San Antonio Oeste

 Fuentes: Revista Patagonia, diario El Cordillerano y Arte de la Argentina.

 

 

 

 

 

 

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