La ruta nacional 23 comienza en la ruta nacional 3, a 35 kilómetros de San Antonio Oeste, recorre 700 kilómetros, llegando hasta la ruta 237 a unos 20 kilómetros de la ciudad de Bariloche.
El asfalto de esta ruta, de ripio por muchos años, era un antiguo anhelo de los habitantes de la Línea Sur. La promesa de ser asfaltada se repetía sistemáticamente desde 1983 y era tema del discurso de todos los candidatos, presidentes y gobernadores desde entonces sin que a la palabra le siguieran los hechos.
Julio Fontenla había llegado desde Tucumán a Las Grutas para instalarse definitivamente y construir un hotel. Era el año 2001, el país era un caos y Julio encontró en Las Grutas un lugar donde vivir en paz con su familia. Comenzó a construir un hotel en la avenida Currú Leuvú y se asoció a la Cámara de Comercio de Las Grutas.
A estas alturas, Las Grutas estaba adquiriendo importancia nacional como destino turístico y las actividades que se proponían para cada temporada exigían, cada año, desafíos mayores; por esto la Cámara de Comercio de Las Grutas, cuyo presidente era Mario Pafundi, decidió formar la Comisión de Turismo de esa Cámara de Comercio con el objetivo que quienes la integraban se dedicaran exclusivamente a los requerimientos de los actos de la apertura de cada temporada, la organización de la Fiesta del Golfo y todos los espectáculos y actividades deportivas y culturales que debieran planificarse para satisfacer las expectativas de los turistas que, cada año, eran más.
Julio Fontenla integró esa comisión y fue nombrado presidente de la misma.
Unos días antes que comience la temporada 2003/ 2004, Julio viajó a Bariloche de vacaciones con su familia. Decidió hacerlo por la ruta 23, todavía de ripio. Eligió esta ruta en vez de ir por la ruta que atraviesa el Valle de Río Negro por la cantidad de kilómetros que se ahorraba. No era una empresa fácil entonces, pero su camioneta 4×4 se lo permitía.
De su Tucumán frondoso, con todos los tonos de verdes, Julio estaba descubriendo, en ese viaje, la Estepa Patagónica, una ecorregión única en el mundo, con paisajes áridos y variados, de vegetación achaparrada y especies endémicas como el guanaco, el puma y el avestruz.
La tierra, sin más, sobre la superficie le contaba una historia de millones de años en los bosques petrificados de Valcheta. Las vías del ferrocarril, paralelas a la ruta, iban hilvanando pueblos y parajes de la inmensa Meseta de Somuncurá, Aguada Cecilio, Valcheta, Nahuel Niyeu, Ramos Mexia, Sierra Colorada, Los Menucos, Aguada de Guerra, Maquinchao, Ingeniero Jacobacci, Clemente Onelli, Comallo, Pilcaniyeu Viejo, Pilcaniyeu, Dina Huapi, entre otras localidades.
En estos lugares la vida no era sencilla, muchas veces las ambulancias no llegaban para trasladar enfermos, no había cajeros automáticos y muchos trámites debían realizarse en San Antonio Oeste o Bariloche con el riesgo que implicaba transitar esa ruta en la que ocurrían muchos accidentes.
“Si esta ruta estuviera asfaltada…” pensó Julio, e imaginó un turista que a la mañana descendía, esquiando, el Cerro Catedral y a la tarde buceaba en Las Grutas. Con la ruta 23 asfaltada, esa utopía, tal vez, fuera posible.
Había estado leyendo una noticia, la creación del “Comité Bioceánico”, que por entonces estaba muy activo intentando la unión de la costa atlántica con Océano Pacífico en Chile, en cuyo proyecto incluía el asfalto de la ruta nacional 23 teniendo en cuenta el potencial de la Línea Sur con ganadería ovina extensiva, fértiles valles menores y riqueza agroecológica y paleontológica que, unida a la Cordillera turística internacional y fundamentalmente a la conexión con Chile a través del paso Antonio Samoré, no solo sería una posibilidad turística sino que se abriría un horizonte de enorme potencialidad económica.
Como empresario de turismo que era algo tenía que hacer. A su regreso a Las Grutas, Julio llevó esta inquietud a la Comisión de Turismo de la Cámara de Comercio de Las Grutas. Todos coincidieron con él. El asfalto de la ruta nacional 23 debía dejar de pertenecer al ámbito de las palabras de las campañas políticas ya que no solo favorecía a la Línea Sur, también a Las Grutas como destino turístico internacional acortando considerablemente la distancia con Chile y toda la comisión se sumó a la propuesta de Julio de reclamar el asfalto para esa ruta.
El tema era de qué manera hacer visible este reclamo, el país estaba respirando un poco de paz después de los acontecimientos del año 2001 cuando los cacerolazos, los saqueos a los supermercados, el “corralito” y las manifestaciones por la crisis económica habían generado mucha angustia en la gente.
Concluyeron en que debía hacerse con alegría. Julio propuso hacer una caravana desde Las Grutas hasta Bariloche pasando por cada pueblo de la Línea Sur invitando a la gente a sumarse y hacer el petitorio a las autoridades nacionales en la plaza del Centro Cívico de Bariloche.
Parecía una “misión imposible” porque no querían que fuera una acción de tinte político. El reclamo debía ser de los ciudadanos. Con esa idea piden hablar con el intendente de San Antonio Oeste, Adrián Casadei, quien les facilitó la comunicación con los intendentes de toda la Línea Sur para extender esta invitación a los habitantes de cada lugar sin intervenir personalmente.
Para sembrar esta idea, Julio Fontenla hizo 12 viajes por la Línea Sur y en cada localidad invitó a la gente a sumarse a la caravana y supo trasmitir su entusiasmo.
Muchos vehículos de San Antonio Oeste y Las Grutas comenzaron a sumarse.
La llamaron “La Caravana del Asfalto”.
Héctor Ferreyro, mecánico de San Antonio Oeste, puso a disposición una grúa que los asistió en el trayecto.
La comisión solicitó al gobernador de la provincia, Miguel Saiz, el Tren Patagónico donde viajaron quienes no tenían vehículos y la murga de Las Grutas.
El domingo 14 de marzo de 2004 comenzó en Las Grutas una carrera de postas a lo largo de la ruta 23 en la que otros atletas de la Línea Sur fueron haciendo los relevos hasta Bariloche.
El propósito de la comisión de hacer un reclamo con alegría había sido trasmitido y con ese espíritu el lunes 15 de marzo de 2004, la caravana de vehículos y el tren Patagónico emprendieron la marcha.
Valcheta fue la primera parada, los recibieron los alumnos de las escuelas, la banda de música y todo el pueblo. Se sumaros más vehículos a la caravana. En Sierra Colorada los esperaban con asado y desfile y fue así en todas las localidades. Desfiles, música, escuelas, mucho aliento y más vehículos.
La caravana tenía seis kilómetros de largo cuando llegaron, de noche, a Jacobacci donde descansaron hasta el día siguiente. Allí, una periodista joven entrevista a Julio Fontenla y muy emocionada, le dice que su sueño era ver la ruta 23 asfaltada porque fue la ilusión de su padre y su abuelo que murieron sin poder verlo.
“La caravana del asfalto” se había convertido en la mayor marcha no militar que atravesó la Patagonia. La noticia había recorrido el país y a estas alturas los acompañaban los medios más importantes nacionales y regionales, el diario Río Negro, El Cordillerano, diario Clarín, Radio Nacional, Crónica TV, TN, diario El Ciudadano, Noticias de la Costa, Diario del Viajero y otros medios locales.
El ulular de las sirenas de las autobombas de los bomberos de Bariloche y más vehículos particulares acompañaron la caravana desde Dina Huapi hasta el centro de la ciudad. El ingreso de los vehículos estuvo precedido también por la murga “Cornalitos Kamikaze” de Las Grutas que inundó del color y de ritmo las calles de Bariloche.
En el Centro Cívico donde estaba previsto el acto, se llevó el petitorio para entregárselo al senador Miguel Ángel Pichetto. Todos los parajes y localidades de la Línea Sur estaban representados por sus ciudadanos en este acto, también estuvieron habitantes de El Bolsón y del Paraje El Manso, aunque la ruta no los tacaba directamente.
Por un desencuentro con el senador Pichetto no fue posible hacer entrega la carpeta con el petitorio, pero ya era noticia en todo el país.
Néstor Kirchner era presidente de la Nación, todas las mañanas leía el diario Clarín, y aquella mañana del 16 de mayo de 2004 la Caravana del Asfalto y su reclamo habían sido tapa de este diario.
El objetivo había sido cumplido con creces, nadie podría hacerse el desentendido o desconocer las razones poderosas que habían dado origen a la solicitud de asfaltar la ruta nacional 23, cuando Julio Fontenla, atravesando la Línea Sur de vacaciones, supo ver el potencial de esta región de la Patagonia.
Tres meses después de “La caravana del asfalto”, el presidente Kirchner visitó San Antonio Oeste y anuncióla pavimentación de la ruta nacional 23 con una inversión inicial de 20 millones de pesos. Dijo también que esta obra demandaría un tiempo de, aproximadamente, 8 años para su finalización.
Fue entonces que Julio tuvo la oportunidad de entregar en mano al presidente Kirchner la carpeta con el petitorio avalado por miles de firmas de todos los habitantes de la Línea Sur, que no había podido darle al senador Pichetto en Bariloche.
Han pasado 20 años, faltan todavía 40 kilómetros aproximadamente para que la ruta nacional 23 esté asfaltada en su totalidad. Más allá de las dilaciones que sufre esta obra, el objetivo de aquella Comisión de Turismo de la Cámara de Comercio de Las Grutas está cumplida con “La caravana del asfalto” que llevó adelante un reclamo con alegría, efectividad y uniendo en un mismo proyecto a todos los pueblos de la Línea Sur.
Texto: Patricia Capovilla, escritora sanatoniense
Texto: “Crónica Histórica de un pueblo con sed de progreso” de su autoría. (En proceso de edición)
Foto de archivo